Coronavirus

El colectivo invidente: “Nos da miedo salir a la calle, no sabemos si la gente lleva mascarilla"

Lamentan que no pueden contar ahora con perros guía porque no estaban preparados para el confinamiento

En la imagen, una persona invidente ayudada por un perro guía
En la imagen, una persona invidente ayudada por un perro guíalarazon

Hay muchos colectivos que están sufriendo el coronavirus, no sólo las consecuencias a nivel de salud, sino del día a día, de la vida diaria. Uno de ellos, a veces ignorado por la sociedad, pero a la vez con prestigio social gracias a la ONCE, es el de las personas invidentes. Por dar un ejemplo, la citada entidad tiene a más de 10.000 afiliados en Cataluña, y sigue en volcada en sus proyectos. Dos ciudadanos con diferente discapacidad visual explican a LA RAZÓN su confinamiento.

Dolors Luna tiene 44 años, vive en pleno Eixample barcelonés con su marido -también invidente- y su hijo de siete años y es la máxima responsable del Área de Departamentos Sociales de la ONCE. Sufre una discapacidad visual de más del 90 por ciento. Evidentemente, lo más difícil durante el confinamiento es salir a la calle. “Para mí lo peor es salir fuera”, relata, ya que “me resulta imposible calcular las distancias”, en referencia a la distancia social de mínimo metro y medio.

La solución es difícil, pero existe. “Intento que la gente me ayude”, dice, pero al llegar a las tiendas o supermercados no puede contar con ello. “Nosotros necesitamos el tacto, y sin una persona al lado me resulta muy difícil comprobar los productos, lo que son, sus precios”. A modo de anécdota, cuenta que en un supermercado, con la correspondiente cola, oyó como la gente le decía que se había colado. “Lo cierto es que no había visto la gente que esperaba su turno”, recuerda.

Otro problema añadido es la educación de su hijo, ahora online. “Antes del confinamiento pasaba muchas horas en la escuela, pero ahora no, lo hace todo desde casa y tenemos problemas, por lo que nos hemos que ir adaptando”. Dolors Luna se refiere a que todo el material con el que estudia ahora el pequeño se basa en imágenes y PDF, y les cuesta mucha ayudarle.

Dolors también relata la experiencia de gente conocida alrededor suyo, y hay un colectivo especialmente afectado. Se trata de las personas invidentes de más de 80 años que viven solas. “Tienen miedo de salir a la calle, por si hay alguien sin mascarilla”, dice.

Manel Martí es el presidente de la Asociación Catalana de Discapacitados Visuales. Tiene 63 años, es invidente total desde los 35 y vive con su mujer y su hijo. Durante el confinamiento, básicamente se ha dedicado a “hacer ejercicio y escuchar música”, entre otras cosas. Respecto a las compras, lo tienen bien solucionado, ya que casi no tiene que salir a la calle, gracias a la ayuda de sus familiares, vecinos y tiendas circundantes. “Lo compro casi todo vía telefónica”, explica.

No obstante, también lamenta la situación de las personas invidentes que viven solas. “Lo tienen mucho peor, sobre todo si no tienen familiares cercanos o vecinos conocidos", dice.

La principal dificultad es, de nuevo, y si ocurre, las colas. “Me tienen que ayudar a calcular la distancia”, explica", antes de añadir que “eso lo llevamos muy mal”.