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Diario de cuarentena con niños: Día 58

Pablo es un arrancador de cabezas, quizá por eso no le gusta nada que le cortemos el pelo, debe temer que algo terrible puede pasar

Hay un problema con las cabezas en esta casa, de esto no hay ninguna duda
Hay un problema con las cabezas en esta casa, de esto no hay ninguna dudaCarlos SalaLa Razón

Los niños no tienen los brazos largos, pero vaya si llegan a todas partes. A veces creo que pueden estar en dos sitios a la vez. Estoy en la cocina y veo a Camila comerse a escondidas un trozo de chocolate, pero entonces giro la cabeza y la oigo gritar a Pablo en el comedor. Me giro para ver si no estaba en la cocina, y sí, la veo comiendo una galleta, pero entonces vuelve a gritar y está otra vez en el comedor. Así que decido hacer lo más sensato, me voy a mi cuarto y me estiro en la cama.

Hoy hemos tenido que cortarle el pelo al niño, porque tiene cinco años, pero creo que ya le está creciendo hasta la barba después de tantos días encerrado sin contactos. Su madre es una perfeccionista, así que primero ha visto que el lado izquierdo estaba un poco más largo que el derecho y ha cortado un poco más. Después el derecho estaba un poco más largo que el izquierdo, y ha cortado un poquito más. Después... al final Pablo ya no ha podido más y ha gritado: “¡basta, que me vas a dejar calvo!”. Calvo no sé, pero con un peinado raro desde luego.

“¿A que ha quedado bien?”, me ha preguntado y yo he dicho, “sí, muy bien”. ¿Mentía? No, así no funciona el lenguaje. No hay verdad o mentira en las palabras, sólo sentido o sin sentido y “sí, muy bien”, tenía mucho más sentido que decir, “no, está horrible, pobre”. Pablo tiene un pelo bonito, gracioso, uno de esos rubios sucios de los surferos, y cuando lo tiene largo no ve nada, pero le sienta mejor. Ahora parecía que llevase un casco amarillo sin vida, de esos que llevan los hombres bala.

El pobre niño sigue con su cicatriz cubierta por una enorme tirita en la ceja después de los puntos que le pusieron en el hospital. Ha estado a punto de romperse la cabeza, lo que es irónico, porque en casa tiene fama de arrancador de cabezas. Ha dejado sin cabeza a 18 muñecas de todos los tamaños y colores, y al parecer todas las veces fueron sin querer. No sé si eso explica algo de su carácter, que tiene mucho corazón y poca cabeza. Esperemos que eso le sirva de algo en la vida.

Estamos en el día 58 del encierro y parece que la idea de seguir con un diario de cuarentena cada vez tiene menos sentido. Así que esto se acaba. Y nada mejor que acabar con una gran fiesta. El niño ha asistido a su primera fiesta de cumpleaños por zoom. Estaban todos los niños de su clase, y se lo ha pasado bien, al menos 20 minutos. Luego sólo jugaba a irse y dejar la cámara sin nadie. “Esto no se acaba, papi, estoy cansado”, decía. Al final, lo que ha hecho es encuadrar su cuerpo en la cámara dejando fuera su cabeza. Le ha hecho gracia. Dios, este niño tiene algo contra las cabezas, sin duda.

Estos intentos de normalidad siguen siendo muy frustrantes. Despiertan una sonrisa en un principio, pero luego se descubren como farsas tecnológicas y cansan y aburren y todo suena robótico y los ojos sólo se distraen mirándote a ti mismo en tu recuadro porque, vamos, al menos es lo que más se parece a la normalidad que intenta representar. Pero ahora es lo único que tenemos, así que...

No he visto a un niño más feliz que cuando la chica que hacía de animadora ha despedido a todos y ha dado por finalizada la fiesta. He ido a coger el móvil para mandar un agradecimiento a los padres de la fiesta y decirles que Pablo se lo había pasado de fábula. ¿Mentía? No, así no funciona el lenguaje. No hay verdad o mentira en las palabras, sólo sentido o sin sentido, y tenía mucho más sentido agradecer el esfuerzo a los padres y reforzarles su confianza diciendo que había servido para alegrar la tarde de un niño que decirles todo lo contrario.

¿Y mi móvil? Lo tenía Pablo, por supuesto, otra vez. Los niños no tienen los brazos largos, pero vaya si llegan antes a todas partes. “¿Papi, has visto una cabeza con una mascarilla de médico y un pelo amarillo?” No, cariño, no la he visto, pero dame el móvil y ¡BÚSCALA!