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Los enfermos de covid que tienen dolor de cabeza tendrían una mejor evolución

Investigadores del Hospital Vall d’Hebron creen que la neuroinflamación puede tener un efecto protector

En la imagen, los integrantes del equipo de investigación del Hospital del Vall d’Hebron
En la imagen, los integrantes del equipo de investigación del Hospital del Vall d’HebronHospital Vall d'Hebron

Uno de los síntomas asociados a la COVID-19 es el del dolor de cabeza, sin embargo a éste no se le ha prestado mucha atención, ya que no se trata de una enfermedad neurológica ni del sistema nervioso, sino que principalmente afecta a los pulmones y, en consecuencia, todos los focos se han puesto en el sistema respiratorio y los síntomas asociados a éste.

Sin embargo, ya al inicio de la pandemia, cuando empezaron a llegar los primeros pacientes a los hospitales se comprobó que con frecuencia se requería la presencia de los neurólogos ya que éstos se quejaban de cefaleas. Posteriormente, en el pico de la pandemia, entre los meses de marzo y abril, en muchos hospitales fue necesaria una reorganización de los profesionales para poder gestionar el elevado número de pacientes que llegaba a diario a las Urgencias. Aprovechando esta circunstancia, neurólogos de Vall d’Hebron pusieron en marcha un estudio para tratar de describir y definir las características de la cefalea como síntoma frecuente asociado a la COVID-19 y buscar una asociación entre su aparición y el pronóstico de la enfermedad.

En este estudio, en el que han participado los Servicios de Neurología y de Inmunología del Hospital Universitario Vall d’Hebron y los grupos de investigación en Cefalea y Dolor Neurológico y en Inmunología Diagnóstica del Vall d’Hebron Instituto de Investigación (VHIR), se analizaron los síntomas y la evolución de 130 pacientes con COVID-19, de los cuales 97, es decir un 74,6%, presentaban dolor de cabeza, aunque solo el 19,6% tenía historia clínica de migrañas episódicas previas a la enfermedad.

En la mayor parte de los casos, esa cefalea era leve o moderada pero en una cuarta parte, sobre todo entre mujeres y jóvenes, ésta era más parecida a la migraña. Además, se comprobó que en el 21,4% de los pacientes con dolor de cabeza persistente éste aparecía antes que otros síntomas asociados a la COVID-19.

En este contexto, se valoró también la duración de la enfermedad en este perfil de paciente que llegaba a Urgencias con dolor de cabeza y se puso de evidencia que, en estos casos, la COVID-19 duraba cerca de una semana menos. Es decir, en quienes ya manifestaban dolor de cabeza de inicio, la enfermedad tenía una duración de unos 24 días, mientras que entre los pacientes que no tenían cefalea la duración media era de 31 días. Además, también se comprobó que la pérdida del olfato y del gusto, síntomas asociados también a la COVID-19, era más común entre las personas con dolor de cabeza.

Así pues, a tenor de estos datos, se pudo concluir que la cefalea sería un factor de buen pronóstico y mejor evolución de la enfermedad y, tras esta primera fase del estudio, se quiso llevar a cabo un seguimiento de los pacientes para comprobar su evolución. En este sentido, seis semanas después de la llegada a Urgencias, se comprobó que, tomando como referencia a un centenar de pacientes que participaron en esa primera fase, de los cuales 74 tenían cefalea en el momento de su admisión, un 37,8% seguían manteniendo ese síntoma con poca respuesta al tratamiento y, frecuentemente, éste era el único síntoma de la COVID-19 que persistía, incluso después de haberse resuelto la enfermedad.

El estudio pues, pese a ser limitado por el hecho de que la serie hospitalaria no incluye pacientes muy graves ya que éstos no podían ser entrevistado ni muy leves, puesto que éstos no acudían al hospital, pone de relieve que la cefalea no puede ser visto como un síntoma poco relevante de la enfermedad, sino que es necesario profundizar en su asociación con la COVID-19 para poder entender mejor la evolución de la enfermedad y mejorar su tratamiento.

En este sentido, la hipótesis que barajan los autores del estudio es que el organismo reaccionaría ante el virus con una inflamación local cercana a las fosas nasales como sistema inicial de defensa, imitando a la migraña, en la que se genera una fuerte inflamación del sistema trigeminovascular que provoca el dolor. Esa inflamación sería más fuerte en los pacientes con cefalea. Así pues, una respuesta local mayor evitaría que el virus produzca inflamación sistémica grave y para defender esta teoría los investigadores estudiaron los niveles de la molécula IL-6 que, si aparece de forma sistémica, está muy implicada en la tempestad de citocinas que frecuentemente provoca la muerte de los pacientes. En este contexto, se vio que, en las personas con cefalea los niveles de IL-6 eran más bajos y se mantenían más estables durante la enfermedad ya que esta molécula se libera con la neuroinflamación local, provocando que no se desarrolle tanta inflamación sistémica y, por lo tanto, la evolución hospitalaria del paciente es mejor.

En definitiva, como señala la doctora Patricia del Pozo, jefa del Grupo de Cefalea y Dolor Neurológico del VHIR y especialista del Servicio de Neurología del Hospital Vall d’Hebron, «los pacientes que tuvieron una reacción inicial inflamatoria del nervio trigémino, que es el causante del dolor de cabeza y que tiene terminaciones nerviosas en la fosa nasal – vía de entrada del virus-, tuvieron una mejor evolución de la enfermedad, seguramente porque ésta es una primera barrera para empezar a luchar contra este virus».

Ante los datos del estudio, la doctora del Pozo considera que es importante señalar que, «aunque el dolor de cabeza muchas veces se asocia a la calidad de vida de las personas pero no suele identificarse como un síntoma relevante, lo cierto es que nos puede hacer entender mecansimos de protección del organismo».

«Hay que darse cuenta de que es necesario prestar atención a síntomas que aparentemente son banales», concluye.