Historia recuperada
Cuando Raquel Meller le dio calabazas a Charlie Chaplin
Aparece en Barcelona la fotografía que el padre de Charlot dedicó a la gran estrella del Paral·lel
A veces aparecen sorpresas, documentos inesperados que nos sirven para entender un poco más algunos episodios que creíamos conocidos. Es el caso de una fotografía original de Charlie Chaplin que recientemente ha aparecido en un librero anticuario barcelonés donde, entre otros papeles y recuerdos de un tiempo lejano, están los restos de lo que podía haber sido una colaboración que no prosperó.
La imagen nos muestra a un Chaplin caracterizado como su universalmente célebre Charlot en el descanso de un rodaje que está teniendo en los estudios que tiene el cómico británico en Hollywood. Es allí donde en esos momentos está filmando «El circo». La persona que lo acompaña no es ninguna compañera de reparto, aunque a Chaplin no le importaría que se sumara a alguna de sus películas, todas ellas éxitos de taquilla. Pero ella, que se muestra elegante para la ocasión, ya sabía lo que era la gloria. Se llamaba Raquel Meller y fue uno de los nombres más grandes que ha dado el Paral·lel barcelonés.
En 1926 Chaplin quería que Raquel Meller colaborara con él y es en ese momento cuando ambos posan para la cámara de uno de los fotógrafos del diario «Los Angeles Times» donde se publicó ese instante el 18 de julio de 1926. El padre de Charlot le dedicó de su puño y letra la imagen con estas palabras: «Con la más grande admiración para Raquel Meller de Charlie Chaplin».
Es muy probable que fuera el propio cómico quien tomara la decisión de que se tomara la imagen, una sesión de la que se conoce otra imagen en la que nuestros dos protagonistas aparecen dialogando. En otra más, aparecen acompañados de Samuel Goldwyn, Max Reinhardt y Paul Leni, todos ellos alrededor de la actriz y cantante, de la estrella. Para Chaplin era una manera de presentar públicamente que estaba negociando con Raquel Meller para que fuera la protagonista de un proyecto titulado «Luces de ciudad» donde Charlot se enamoraba de una vendedora de flores ciega. El cineasta había empezado a trabajar en la cinta en 1926, el año en el que Meller lo visitó en su estudio.
Ella ya era una estrella internacional. En ese año había iniciado una exitosa gira por el continente americano. Buena prueba de ello es que el 26 de abril de 1926 se convirtió en la portada de la revista «Time». Cuando pisó el estudio de Chaplin, Meller era tan importante y célebre como quien le abría las puertas del set de rodaje de «El circo».
En el momento en el que tiene lugar el encuentro, Chaplin estaba ideando una película sobre Napoleón Bonaparte y pensaba que Raquel Meller podría ser una buena Josefina, como recogió alguna de las revistas cinematográficas de ese tiempo. Sin embargo, «Little Corporal», que es como se llamaba el proyecto no pasó jamás al celuloide.
Había otra oferta sobre la mesa y esa se llamaba «Luces de ciudad». Se ha especulado mucho sobre la negativa de Raquel Meller a participar en una película que fue todo un éxito de taquilla cuando se estrenó en 1931. Por un lado se ha subrayado que a la estrella no acabó de caerle bien el gran icono del séptimo arte. Por otra parte, parece que a Raquel Meller no le hacía mucha gracia pasar muchas semanas rodando una cinta con un realizador con fama de perfeccionista en su trabajo, casi hasta la desesperación del equipo que pacientemente lo aguantaba.
Pero si Chaplin no podía contar con ella, sí creía que podía tener a su lado su música. En la banda sonora de «Luces de ciudad» incorporó «La violetera», la canción que Raquel Meller había universalizado. Chaplin no tuvo ningún problema en asegurar en los títulos de crédito de la producción que él era el autor de aquella melodía. En realidad su compositor fue José Padilla quien se encargó de llevar al cineasta en los tribunales estadounidenses. La corte le dio la razón al músico que vio reconocidos sus derechos de autor, gracias a una intervención ante el juez en la que se hizo acompañar de un piano de cola.
De todo ello, ahora lo que queda es una fotografía firmada como testimonio.
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