
Política
El independentismo se desangra entre luchas partidistas
Las luchas de poder en la ANC, Junts y la CUP evidencian la desorientación de un movimiento sin liderazgo ni estrategia compartida

Apenas una década después del estallido soberanista que llevó a más de dos millones de personas a las calles de Barcelona, el independentismo catalán vive una crisis sin precedentes. Agotado, fragmentado y sin una hoja de ruta clara, el movimiento atraviesa una fase de declive en todos los frentes: el político, el social y el civil. La división interna se ha convertido en el principal obstáculo para cualquier intento de reactivación. El ejemplo de las disputas entre partidos es solo la punta del iceberg de un problema mucho más profundo.
Ruptura en el corazón civil
La Assemblea Nacional Catalana (ANC), que durante años fue uno de los motores de movilización del independentismo, se enfrenta a un cisma interno que compromete su papel como referencia civil del movimiento. La reforma estatutaria impulsada por el actual presidente, Lluís Llach, ha provocado la dimisión en bloque de una decena de miembros del secretariado nacional, todos ellos críticos con la nueva dirección. Figuras como Albert Llorenç, Roser Campí o Àngels Digon han decidido abandonar, en un gesto que simboliza la fractura en el seno de la organización.
Desde el inicio del mandato de Llach, ya han abandonado su cargo una veintena de miembros, y se espera que al menos seis más sigan el mismo camino, informaba el diario Nació. Aunque la reforma de los estatutos fue aprobada por el 72,7% de los socios, el cambio, que elimina la necesidad de mayorías cualificadas de dos tercios para decisiones clave, ha sido interpretado por los críticos como un intento de concentrar el poder en manos de una facción.
Exdirigentes importantes han mostrado su oposición frontal a los cambios. Según los sectores disidentes, estas modificaciones eliminan algunos de los elementos fundacionales de la entidad y abren la puerta a que ciertas corrientes controlen la entidad.
Junts, entre dos aguas
En el ámbito político, la fractura también se hace evidente dentro de Junts per Catalunya, donde la unidad brilla por su ausencia. El caso del Ayuntamiento de Sabadell ilustra bien la batalla interna que enfrenta al sector oficialista, alineado con Jordi Turull, y al grupo municipal encabezado por Lluís Matas. La polémica gira en torno a la participación de Junts en el gobierno local liderado por el PSC, que ha dividido a la militancia desde hace años.
Aunque Marta Farrés (PSC) logró la mayoría absoluta en 2023, los dos concejales de Junts decidieron mantenerse en el ejecutivo. Esta decisión provocó un terremoto interno. Francesc Baró, nuevo presidente de la ejecutiva local, promovió una votación para romper con el PSC. El resultado fue rotundo: el 80% votó a favor de abandonar el gobierno municipal. La ejecutiva ha dado ahora un plazo de tres meses al PSC para modificar su rumbo político, o de lo contrario exigirá la salida de sus concejales del gobierno.
Matas, en minoría, ha acusado a la ejecutiva de irregularidades en la consulta, tras pedir el boicot y lamentar la baja participación: solo votaron 45 de los 100 militantes convocados. Aun así, defiende su gestión y apuesta por seguir en el ejecutivo local. Sin embargo, la dirección de Junts tiene claro que su estrategia pasa por marcar perfil propio frente al PSC, su principal adversario a nivel autonómico. La estrategia de Junts es catalanizar los gobiernos municipales, pero la colaboración con los socialistas supone un obstáculo para esa agenda. Este pulso interno en Sabadell no es un caso aislado: anticipa las tensiones que se reproducirán en otros municipios de cara a 2027.
La CUP, acusada de antisocial
La CUP, el ala más radical del independentismo, atraviesa una crisis interna tras un fuerte retroceso electoral. En su intento por reconstruirse desde la moderación y la vía institucional, ha chocado con sus bases más combativas. El último conflicto estalló en Gerona, donde el alcalde Lluc Salellas (CUP) ordenó un desalojo por «fraude flagrante». La inquilina debía 18.000 euros y había realquilado la vivienda social a otros inquilinos para que pudieran empadronarse.
El hecho fue criticado por el Sindicat de l’Habitatge Socialista, cercano a los sectores más radicales, que acusa a la CUP de traicionar sus principios. Santi Aranya, exmilitante, llegó a calificar al partido de «mierda» y los acusó de haber traicionado a sus principios. El choque entre el antiguo espíritu antisistema y el nuevo pragmatismo amenaza con nuevas rupturas y nuevas tensiones en la entidad.
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