Opinión

Siempre con la Guardia Civil

El autor del texto fue condecorado la pasada semana

Detenido un conductor tras darse a la fuga y chocar contra un vehículo de Guardia Civil en Sabiñánigo (Huesca)
Imagen de un agente de la Guardia CivilEuropa Press

El jueves pasado Habecu (Hermandad de Amigos del Benemérito Cuerpo de la Guardia Civil) que preside el General Almendros, tuvo la amabilidad de concederme su premio anual. Por si esto fuese poco, resultó que mi laudatio lo hizo ni más ni menos que mi admiradísimo colega y escritor Lorenzo Silva.

No sé si merezco o no este reconocimiento, si sé que otros se lo merecen tanto o más que yo, pero, claro, escuchar a Lorenzo Silva hablar bien de uno, se me hizo no solo muy grato sino que además corto, no solo por el orgullo de que cuando alguien habla bien de uno no conviene interrumpirle, sino sencillamente porque el hecho de que me den el premio más importante que otorgan las asociaciones cercanas a la Guardia Civil, es como sentir que te dan el Balón de Oro y encima te lo entrega Messi, Cristiano o Mbappé, aunque saben mis escasos pero fieles lectores que servidor, siempre leal a sus principios, de quién es fan de verdad es de Tamudo.

Fue emocionante encontrarme con viejos amigos de la lucha antiterrorista, verme rodeado de altos responsables de la Guardia Civil, de la Policía, de miembros de la Judicatura y de la Fiscalía. Sentir como todos estos años de vocación “de defender a quienes nos defienden” no han caído en el olvido.

Y digo que me emocioné porque esas personas vinieron a acompañarme por saber que jamás un guardia civil (como un policía o un mosso) que haya acudido a mi despacho ha dejado de ser atendido. Al contrario, casi siempre se ha optado por defender sus intereses.

No oculto que la Guardia Civil tiene para mí un sentido muy especial. El juicio más duro contra ETA que llevé fue el del atentado contra la Casa Cuartel de Vic. Entre las experiencias más duras que he vivido ha sido defender a guardia civiles en el País Vasco, viviendo incluso un tiroteo en directo en el que cayeron abatidos unos etarras tras vaciar sus cargadores. Y el caso más difícil de mi vida fue la defensa del General Rodríguez Galindo: “Juro por mi honor que yo jamás di la orden ni de secuestrar ni de asesinar a Lasa y Zabala”, “si haces o dices algo que pueda perjudicar a la lucha antiterrorista envío una carta al Tribunal diciendo que renuncio a tus servicios”… Que cada cual entienda y piense lo que quiera y ojala algún día salga a la luz la verdad material, mas allá de la judicial. “Asumo mi condena como un servicio más a España”.

En fin me cuesta seguir escribiendo. Si un día impusieron sobre mi pecho la Cruz de Plata de la Orden del Mérito de la Guardia Civil, el jueves pasado en la calle Príncipe de Vergara, volví a recordar viejos tiempos ya pasados, que no modifican en nada mi forma de ver la vida ni a la Guardia Civil, de quienes he cobrado en afecto y aprecio mis mejores minutas.

Gracias y siempre con vosotros.