Proceso de mezclado de los fluidos del fracking con agua para ser inyectados en la tierra.

El fracking: ¿Un nuevo riesgo para la salud cardiaca?

Un nuevo estudio plantea una correlación entre las prácticas de fracking y las hospitalizaciones por insuficiencia cardiaca.

Hace tiempo que las aguas del fracking están revueltos. La polémica ha generado una marejada tan compleja y confusa que los zarandeos parecen no tener un origen concreto. Las críticas vienen desde todas las perspectivas con la misma fuerza: su impacto ecológico, su efecto en la inversión en renovables y, por supuesto, sus consecuencias en la salud.

Año tras año se acumulan más artículos científicos que sugieren la relación entre estas agresivas prácticas de extracción de gas natural y algunas enfermedades respiratorias, hay incluso quien sugiere que la contaminación de acuíferos y los elementos radiactivos implicados en el proceso podrían asociarse a patologías hormonales e incluso cánceres. No obstante, estas son afirmaciones que han de tomarse con cautela y, hemos de seguir investigando para asegurarnos del impacto real. Precisamente en esa línea, una nueva investigación parece haber encontrado cierta correlación entre el fracking y el aumento de hospitalizaciones de pacientes con insuficiencia cardiaca. ¿Qué hay de cierto en esto? ¿Cómo podemos gestionar este tipo de datos?

Una técnica agresiva

Antes de analizar las implicaciones que podría tener esta correlación, conviene recordar lo que significa “fracking” o fractura hidráulica. Bajo estos nombres se encuentra una técnica de extracción de gas natural que hace unas líneas hemos categorizado como agresiva y esto se debe a su peculiar metodología. El primer paso consiste en perforar la corteza terrestre hasta crear un estrecho pozo de varios miles de metros de profundidad, pudiendo llegar a los 5 kilómetros. Una vez creado este acceso hasta estratos más profundos de la corteza, se comienza a inyectar agua, arena y otras sustancias a altísimas presiones. La fuerza que genera genera esta operación desgarra horizontalmente el estrato, creando grietas en las profundidades del terreno. Cuando estas fisuras dan con depósitos de gas natural, su contenido emerge haciendo relativamente sencilla su extracción.

Sabemos que este proceso libera grandes cantidades de metano a la atmósfera, uno de los principales gases de efecto invernadero y, por lo tanto, uno de los responsables del cambio climático. Sabemos también que las sustancias mezcladas con el agua y las liberadas por el propio fracking pueden filtrarse a acuíferos subterráneos contaminando las reservas hídricas. Algunas de las sustancias utilizadas son cancerígenos reconocidos, pero falta algo para estar seguros de su impacto. Tenemos el arma del crimen, como quien dice, lo que en ciencia se conoce como “plausibilidad teórica”, pero falta un estudio epidemiológico que valore hasta qué punto ese “arma” ha generado daños, cuántos casos hay, etc. Puede parecer evidente, pero es fácil olvidar que datos como estos dependen de muchos más factores, como la concentración de estas sustancias, la proximidad de núcleos urbanos, etc. No obstante, en el caso de las patologías cardiacas nos encontramos en el otro extremo del dilema.

¿Afecta realmente al corazón?

El artículo publicado por el Journal of the American College of Cardiology ha analizado si se había producido un aumento de las hospitalizaciones por insuficiencia cardiaca en Pennsylvania entre 2008 y 2015, un estado en el que se ha realizado más de 12.000 pozos de fracking desde 2004. El resultado de su análisis estadístico parece concluyente. De las 12.330 diagnosticadas con estas patologías, 5.839 fueron ingresadas al menos una vez en este periodo de 7 años, una cifra que parece ser estadísticamente significativa y no solo un aumento debido al puro azar. Pero ¿Qué significa esto exactamente?

Una insuficiencia cardiaca es una enfermedad en la que el corazón es incapaz de bombear suficiente sangre al resto del cuerpo, ya sea porque le cuesta contraerse, o porque se distiende mal. Cualquiera de estos dos problemas mecánicos impide que sus cámaras se llenen de sangre y, por lo tanto, reduce lo que es capaz de expulsar con cada latido. En ocasiones los síntomas son leves y no son perceptibles ni siquiera por el propio paciente, a no ser que pretenda realizar esfuerzos físicos muy intensos. No obstante, cuando empeora puede ser tremendamente limitante, impidiendo la realización de actividades básicas para la vida diaria.

Ahora bien, estrictamente lo único que este estudio ofrece es una presunta asociación entre las complicaciones por insuficiencia cardiaca y la presencia de fracking en la zona, y si hay una frase famosa en la investigación científica es que “correlación no implica causalidad”. Dicho en palabras llanas, que dos cosas parezcan estar relacionadas en cuanto a que al aumentar una crezca la otra, no quiere decir que sea su causa ni su consecuencia. De una asociación estadística tan vaga como la presentada por este estudio no podemos deducir que el fracking sea el causante, especialmente porque todavía no existe ninguna explicación teóricamente plausible sobre cómo puede estar influyendo el fracking en el corazón.

Precisamente por este motivo conviene seguir investigando antes de afirmar nada contundente, en especial teniendo en cuenta que el propio artículo científico es consciente de sus limitaciones metodológicas y los posibles sesgos en los que puede estar incurriendo.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • El impacto ecológico del fracking es real y contribuye al cambio climático, así como a la contaminación de los suelos y acuíferos. Su influencia en el medio ambiente está medida y a ello se atribuye el adjetivo “agresivo”, ya que es una técnica que, comparativamente, causa un mayor impacto en el ecosistema.

REFERENCIAS (MLA):