Paleontología

Un extraño cerebro de 319 millones confunde a los paleontólogos

Un investigador ha encontrado el cerebro de un pez fosilizado que murió hace más de 300 millones de años.

Interpretación artística de un extraordinario pez de 319 millones de años que conserva el primer cerebro fosilizado de un animal vertebrado. Crédito de la imagen: Márcio L. Castro.
Interpretación artística de un extraordinario pez de 319 millones de años que conserva el primer cerebro fosilizado de un animal vertebrado. Crédito de la imagen: Márcio L. Castro.Márcio L. CastroCreative Commons

La mayoría de los organismos que muere, se descomponen. Sus carnes se degradan hasta desaparecer, fundidas con la tierra. Incluso sus huesos terminan esfumándose y llega un momento en que no queda el menor rastro. Eso es lo que suele ocurrir, pero, por suerte, hay condiciones en las que la descomposición se ralentiza o incluso se detiene. Casos raros en los que el cadáver puede sobrevivir tanto tiempo que parte de él se “convierte” en roca. Grosso modo, así es como se forman los fósiles. Estamos acostumbrados a ver esqueletos de animales que vivieron hace cientos de millones de años, pero tenemos que pensar en que su número es ridículo comparado con el de todos los animales que han vivido alguna vez en este planeta. Nuestro registro fósil es limitado, y eso afecta a nuestra comprensión.

Porque, si ya es problemático que solo se conserve una pequeña parte de las especies existentes, hay algo que trae más de cabeza a los paleontólogos. Normalmente, solo se fosilizan los tejidos más duros, los blandos, como la carne, la grasa o el cartílago se degradan demasiado rápido y no dejan huella. Eso limita mucho nuestro conocimiento del pasado y, aunque los expertos han buscado trucos para sobreponerse a estas restricciones, no son apaños perfectos. Por eso es ha sido tan importante que, Rodrigo Figueroa, un estudiante de doctorado, encontrara un cerebro fosilizado en un pez que murió hace 319 millones de años, lo cual lo convierte en algo más que un cerebro fosilizado cualquiera, porque sería el ejemplo más antiguo de un cerebro vertebrado fosilizado.

Rescate en dos tiempos

La investigación liderada por Rodrigo Figueroa podría revolucionar lo que sabemos sobre la evolución de nuestros cerebros. La afirmación puede parecer muy contundente, pero, si futuros estudios confirman sus resultados, tendríamos que redefinir algunos de los pasos evolutivos más fundamentales de la historia de los cerebros. Y, aunque el mérito es mayoritariamente de Rodrigo Figueroa, el fósil no es precisamente nuevo. Se trata del único ejemplar de Coccocephalus wildi y fue encontrado hace unos 100 años en una mina de carbón británica.

De hecho, su antigüedad lo sitúa en el periodo carbonífero, un momento en que las plantas desarrollaron la lignina, una molécula que las dotaba de gran resistencia para crecer altas, resistiéndose a la gravedad. Esta sustancia no solo las hacía resistentes a su propio peso, sino que las volvía menos fáciles de descomponer, ya que no había microorganismos capaces de digerirlas. Como consecuencia, se formaron grandes cementerios de troncos y muchos de ellos se convirtieron en carbón, dando lugar a la mayoría de los yacimientos que conocemos ahora y, por lo tanto, bautizando este episodio de la vida en la Tierra.

Un cerebro dorado

El fósil estaba archivado y nadie sospechaba lo que podía albergar en el interior de su cráneo, ni siquiera Rodrigo lo esperaba hasta que tuvo que hacerle una tomografía computarizada al pez. Con esta técnica pretendía ver su estructura interna, pero encontró un regalo extra, una masa oscura en el interior de su cráneo, simétrica, cavitada y con otros rasgos típicos de un cerebro. Tras estudiarlo con mayor detalle, los investigadores encontraron pequeñas protuberancias que, posiblemente, otrora habían sido nervios, aunque apenas sobresalían un par de centímetros del cerebro (se estima que el pez tenía una longitud de 15 y 20 centímetros, como una dorada pequeña.

Posiblemente, el interior del cráneo del pez contaba con un microambiente ideal para que se preservaran los tejidos blandos de su interior, mucho mejor que las condiciones en el exterior del pez. Gracias a eso, el tejido se pudo mineralizar con una sustancia especialmente densa que, posiblemente, sea pirita, el oro de los locos.

Repostería neural

En cuanto a la supuesta revolución, tiene que ver con la forma en que se desarrolla el cerebro mientras somos embriones. el cerebro de Coccocephalus se pliega hacia dentro, como si imagináramos un bizcocho que desborda mientras lo horneamos y termina envolviendo todo el molde. Sin embargo, sus supuestos parientes vivos más cercanos, los peces actinopterigios (que suponen el 50% de especies de vertebrados), desarrollan su cerebro plegándolo en sentido contrario, de fuera a dentro, como si golpeáramos con el rodillo una masa de pan muy blanda y esta terminara envolviendo el rodillo.

Extrañamente, esto acerca al Coccocephalus a otros peces más primitivos que se separaron de los actinopterigios hace 300 millones de años, como los esturiones y peces espátula. Si se confirma, esto nos obligaría a reevaluar lo que sabemos sobre la evolución de los cerebros de los primeros vertebrados, momento en el cual sucedieron varios hitos de vital importancia para el posterior desarrollo de nuestro cerebro.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Es poco frecuente encontrar cerebros fosilizados, pero cabe la posibilidad de que fuera algo menos extraño de lo que pensamos si empezáramos a analizar los fósiles conocidos con técnicas no invasivas para estudiar su interior. Es posible que haya más casos como Coccocephalus, donde, asumiendo que no encontraremos nada dentro de su cráneo, ni siquiera lo intentemos antes de archivarlo.

REFERENCIAS (MLA):