Astronomía

Esta estrella lleva más de 800 años explotando

Su temperatura es de unos 200.000º C, lo que la convierte en uno de los objetos más calientes del universo.

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La nebulosa Pa 30 son los restos de una supernova, aún ardiendoNASA, ESA, USAF, NSF, G. FerrandNASA, ESA, USAF, NSF, G. Ferrand

En 1181, astrónomos de China y Japón detectaron una nueva estrella que brillaba cerca de la constelación de Casiopea. Los registros históricos de esta "estrella invitada" muestran que el punto brillante persistió durante unos seis meses, desde agosto de ese año hasta febrero de 1182.

En la actualidad se sabe que esta invitada estelar era en realidad una poderosa supernova, o estrella en explosión, conocida como SN 1181. Sin embargo, su origen siguió siendo un misterio hasta 2021, cuando los astrónomos finalmente confirmaron que la supernova provenía de la nebulosa Pa 30, una nube gigante de gas más grande que todo nuestro sistema solar y en el centro, una enana blanca. El objeto superdenso es todo lo que queda de la estrella en explosión que iluminó el cielo nocturno hace 843 años. Arde intensamente a unos 200.000 grados Celsius, lo que la convierte en una de las estrellas más calientes del universo conocido. Normalmente, las estrellas en explosión se desgarran por completo cuando se convierten en supernovas, lo que hace que este tipo de remanente sea una rareza.

Ahora un nuevo estudio, publicado en The Astrophysical Journal Letters, muestra que los restos de la explosión estelar son inusualmente irregulares... y que siguen explotando a una velocidad constante.

Esto ha sido posible gracias al uso del Keck Cosmic Web Imager (KCWI), un espectrógrafo ubicado cerca de la cima del volcán Mauna Kea de Hawái, un instrumento que permitió obtener una imagen extremadamente detallada, capturando grandes filamentos que se asemejaban a “los pétalos de un diente de león que se extienden desde la enana blanca hasta el borde de la nebulosa”, señalan los autores del estudio en un comunicado.

Una de las conclusiones clave del estudio es que la nebulosa se está expandiendo a una velocidad de 3,5 millones de km/h, que es aproximadamente la misma velocidad a la que habría arrojado escombros durante la supernova inicial. “Esto significa que el material expulsado no se ha ralentizado ni acelerado desde la explosión”, añade el autor principal del estudio, Tim Cunningham, astrofísico del Centro de Astrofísica de Harvard.

Las imágenes nos cuentan “mucho sobre un evento cósmico único que nuestros antepasados ​​observaron hace siglos – concluye la coautora Ilaria Caiazzo, astrofísica estelar del Instituto de Ciencia y Tecnología de Austria -. Pero también plantea nuevas preguntas y plantea nuevos desafíos que los astrónomos deberán abordar en el futuro”.