Gastronomía
Brindis confinados, maridajes limitados
En una Navidad insólita y extraña como esta los tragos de corto recorrido pero con proximidad emocional se hacen más que necesarios
Mientras nos acostumbramos a mirar cada mañana el mapa de las restricciones de aforos y horarios viajamos en busca del brindis confinado que deja huella en nuestros paladares de manera vitalicia. Como no tenemos certezas: blanco, tinto, cava, champagne, solo dudas, nos hacemos de manera monotemática las siguientes preguntas como dogma sumiller: Cómo, cuándo, qué, con quién, dónde y porqué la copa que más nos conviene en cada momento.
Durante estas semanas de encierro perimetral, sin escapadas posibles, el azar no existe, y en una Navidad insólita y extraña como esta los tragos lentos, de corto recorrido, pero con proximidad emocional se hacen más que necesarios.
Aunque los gustos se transforman y evolucionan vertiginosamente hay que abandonar los interrogantes y dejarse aconsejar. Las estanterías de bodegas y tiendas y las cartas de los restaurantes concentran muchas de las aspiraciones y regalos con los que acertar. Sus consejos nos ayudarán a comprender la dependencia sumiller que arrastramos. Último aviso, si se encuentra en una situación de duda eterna, imposibilitante para seleccionar un vino, bueno, rico y con un precio aceptable debe acudir a los especialistas para que ninguna selección resulte accidental y sin arrepentimiento.
Aunque el monopolio de los brindis y la destilación emocional navideña no se puede externalizar como se debiera, la Navidad más complicada no debe lastrar el consumo ni pinchar la cotidianidad de las burbujas. El vino y el cava serán venturosos protagonistas de estimulantes catas caseras. Por esta cuestión las miradas se deben posar sobre referencias recomendadas, no desconocidas, no conviene experimentar. Ya habrá tiempo en la incierta cuesta de enero para los descubrimientos.
A los brindis perseguidos (no) se le pueden poner fronteras. Con los horarios marcados y el número de comensales pactados solo quedan las catas familiares con una carta abierta, bajo registro allegado, sin dar palos de ciego. Aunque el vino en las sobremesas navideñas no se cuestiona debería examinarse, la selección admite discusión. El optimismo inquebrantable no se debe hacer esperar en honor al credo enológico de moda.
No tenemos que esforzarnos mucho, después de los últimos nueve meses vividos, para conseguir brindar por los futuros planes, sueños e ilusiones. Aunque es lógico y comprensible que el desánimo y la desconfianza estén presentes debemos evitar cualquier descorche al desencanto. Los tragos conocidos se convertirán en el mejor pasaje para pasar las fiestas.
La ausencia del “autodeclarado” sumiller de la familia no debe laminar los maridajes. Debemos estimular los paladares desnortados y titubeantes, ahuyentar la tristeza y la añoranza con la certeza, o al menos la fundada esperanza que las mejores catas están por venir el próximo año.
Brindis poderosos, intensos, esplendidos, equilibrados, efímeros, furtivos, atemporales, eternos, inspirados en una bodega universal con potencial de guarda los 365 días del año. Burbujas liberadas y añadas de emoción que se funden para expresar la esencia de las uvas favoritas. Equilibrios (im)perfectos llamados a perdurar en el recuerdo. Catas en familia que revelarán una complejidad de gustos. Robustas y con cuerpo, como resultado de un “coupage” con allegados durante el deseado tardeo.
Crianzas musculados minuciosamente con el objetivo de potenciar la expresividad de la amistad madurada, acompañada de las notas balsámicas de reencuentros (im)posibles y de la mineralidad emocional que aportan las sobremesas de edición limitada.
Asistimos a un pimpampum vinícola, con suerte variada, vivimos un chaparrón de catas, con mayúsculas o minúsculas, para que los paladares se posen. En cuanto abandonamos la calle regresamos a la realidad. Mientras se apagan lentamente los resplandores de estas fiestas escuchamos una voz en nuestro interior que nos dice que cuando todo esto haya pasado volverán los brindis abiertos, los maridajes deseados y persistentes para acompañarnos. Mientras tanto brindis confinados, maridajes limitados.
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