
Opinión
Azorín: leo, luego existo
El Premio Azorín de Novela es una fiesta para Alicante, un regalo en forma de libro, y un tributo a Azorín. ¿Alguien da más?

«Cuando lo imprevisto se hace imborrable». Una sentencia que cada cual, según sus experiencias vitales lejanas y cercanas, asocia a lo que su cerebro le indique. No somos nada, sin duda. Y una parte de mi mente sigue en el 29 de octubre. Sí, sí, sé que entre Alicante y Valencia hay 200 kilómetros de distancia física, y un abismo de distancia real, pero 227 muertos son demasiados para que lo imprevisto -y lo inimaginable, añado- sea imborrable. Y por desgracia. A mí se me sigue encogiendo el alma con tanto dolor y sufrimiento.
Pero no, ese lema no se diseñó pensando en ningún fenómeno atmosférico ni en sus devastadoras consecuencias, sino en la pluma de Azorín.
Pero… ¿quién era Azorín? José Martínez Ruiz, para más señas, era un escritor, y me quedo corta con esa definición, que nació en Monóvar (Alicante) en 1873 y vivió casi cien años. La frase en cuestión alude a su particular manera de escribir, con un lenguaje natural, antirretórico, y cuidando al máximo los detalles en sus descripciones. Hasta, de hecho, convertir sus descripciones en imborrables.
Azorín es también el nombre de un premio literario, con 32 años de historia, y se dice pronto, que está emocionalmente ligado a Alicante. No hay ciudad sin ese premio y a la inversa. Por suerte, es mucho más que un premio; es la excusa para que la editorial Planeta y la Diputación de Alicante nos recuerden qué importante es leer.
Para ser mejores personas, para hablar y escribir con propiedad y para desarrollar, y ejercitar espíritu crítico, y tomar distancia del mundo que nos rodea; y de paso, olvidarnos un rato de nosotros mismos, viviendo otras vidas.
Pues eso, que leo, luego existo. Y que el Premio Azorín de Novela es una fiesta para Alicante, un regalo en forma de libro, y un tributo a Azorín. ¿Alguien da más?
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