Gastronomía
Le Bar de Vins, maridaje sin maquillaje
Tributo al vino, versatilidad sumiller y gastronomía hermanada con intuición y sin trampantojos consuman la entronización del maridaje auténtico
La tan gastada palabra maridaje, que, a veces pierde cierto significado, se reanima y fortalece gracias a la presencia de establecimientos como “Le Bar de Vins” (C/ Centelles, 27). La garantía de su éxito, sin duda, se basa en la división de poderes, vinos & gastronomía y su calculado equilibrio.
Los préstamos entre la enología y la gastronomía tienen doble dirección. Hay influencias mutuas que duran y enriquecen a ambas partes. Como es el caso. Un maridaje de relevancia vinícola y una pauta culinaria acertada son las garantías más luminosas que pueden disfrutar los clientes.
Para los que nacen curiosos hacia los universos del vino con identidad propia este es su local. Aunque, a veces, no hace falta aleccionarnos, la mayoría de los clientes debemos atesorar una acreditada experiencia en materia de sumisión a los consejos vinícolas, una tutela sumiller con criterio y rigor, la querencia profesional de los tres socios Luca Bernasconi, Marta Abarca y Paco Senís hace el resto al depositar su caudal de conocimiento. Créanme seguir sus recomendaciones les proporcionará horas de alegría. Enemigos de los trampantojos vinícolas que se ofrecen en otros locales, redoblan sus esfuerzos para guiarnos por la senda adecuada. La excelencia no admite una sola renuncia y lo aplican a rajatabla.
La coreografía de entrantes clásicos para picar como: gildas, anchoas, cecina, jamón de bellota, la selección de quesos artesanales, ajoarriero, bienmesabe de musola, marinera con mejillón y el boquerón cojonudo son un aval para empezar. Los bocaditos de steak tartar y el pisto con yema de huevo y migas nos obligan a repetir. A las albóndigas de vaca vieja, el lomo bajo, la ventresca encebollada les corresponde también su protagonismo.
La carta está viva y cada semana ofrece nuevas oportunidades con resultados muy gratos al probar las sugerencias del chef. Algunas pasan muy rápido y no permanecen, que pena me apunta mi frustrado acompañante, todo hay que decirlo. Los viernes a la hora de la comida también gobierna la cuchara, con un guiso o algún arroz meloso incuestionables.
Las huellas de algunos maridajes no tienen fecha de vencimiento, y pasado cierto tiempo conviene repetirlas. Llevan desde el pasado diciembre tratando de “glamurizar” el maridaje y lo han conseguido. No es difícil al conocer los socios que están detrás de este singular proyecto donde el vino es una llave que tiene algo de talismán, de amuleto, de reliquia, algo de objeto mágico que nos abre las puertas del cielo de la satisfacción.
La militancia vinícola y maridaje (com)prometido centran todas las miradas. Máxima solemnidad y expectación ante la llegada del consejo. Controlamos los ímpetus, mientras se inicia el culto al vino. Una profecía que se impone con rotundidad, el primer vino tiene a favor todas las voces autorizadas y forma un perfecto prólogo a lo que nos aguarda.
Aunque es difícil exagerar la importancia del maridaje para algunos comensales, la visita a este local invita a una inmersión para ver los fondos vinícolas que ofrecen. Confianza ciega en el cuarto vino ofrecido, sin interrupción entre la singularidad de las tres referencias anteriores.
Las seis visitas realizadas revelan que no estamos ante un fenómeno coyuntural sino ante una aventura hostelera de largo recorrido que invita a una peregrinación obligada. Como el texto es limitado debemos proclamar a los cuatro vientos que hay una inercia irrefrenable que nos lleva asomarnos a este local. El diagnóstico real es que este hábito crece exponencialmente, después de seis meses de travesía restauradora, sin hacer ruido, a golpe de copa, continúan su expansión sin bajar las expectativas. Porque, ahora más que nunca existe una percepción extendida con mayor motivo. “Le Bar de Vins”, maridaje escenificado con garantía y sin maquillaje.
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