A través del espejo

Opinión | Dos horas en un cuartel de la Guardia Civil

Desde mi silla escuché el desgarrador testimonio de una mujer maltratada

Asociación de Guardia Civil denuncia que varios agentes fueron apedreados en Salou (Tarragona)
Imagen de archivo de un agente de la Guardia CivilEuropa Press

El oficio de periodista te convierte en testigo privilegiado de lo que ocurre a tu alrededor. Sin embargo, nuestra presencia genera en más de una ocasión que las situaciones se maquillen. Me explico. No es lo mismo entrar en un cuartel de la Guardia Civil con motivo de una convocatoria oficial que hacerlo para poner una denuncia.

Esta semana a mí me tocó lo segundo y lo que vi fue a personas totalmente entregadas a un trabajo para el que de verdad hace falta mucha vocación.

A las puertas de este cuartel no solo llegábamos aquellos que queríamos denunciar asuntos menores, sino también aquellas personas que buscan una ayuda en una situación desesperada, una puerta a la que llamar.

Desde la sala en la que esperaba para poner la denuncia escuché el desgarrador testimonio de una mujer que pedía protección ante el acoso al que le somete su expareja, con el que tiene un hijo al que trata de ocultar la situación de horror con la que se levanta y se acuesta cada día.

Me invadió un profundo dolor. Esto es el maltrato. Me quedé paralizada en mi asiento para no ver su cara, pues las instalaciones no daban para proporcionarle un lugar apartado.

La agente que me atendía saltó literalmente de su asiento cuando oyó lo que decía. Era obvio que yo sí podía esperar. Lo que escuché fueron palabras de apoyo y muchas recomendaciones. Y todo pese a que el teléfono no paraba de sonar y llegaban más personas.

Desde mi silla de espectadora comprobé algo que ya sabía. La Guardia Civil da todo lo que puede aun trabajando en unas condiciones laborales precarias. Lo digo así porque estoy segura de que lo vi no es una excepción. No pude evitar pensar en el contraste de este despacho con el que estaría el ministro sobre el que recaen estas competencias, en este caso, Fernando Grande-Marlaska.

«Calabozo», decía el cartel que tenía frente a mí. ¿De verdad no hay posibilidad de dignificar sus condiciones laborales? Todos lo merecemos.