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Adiós, Ruperta; adiós, Ibáñez Serrador

Cuánto lloramos cuando Ledgard se despidió del país durante el último programa. Llámenlo nostalgia. O responda otra vez.
larazon

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En aquella televisión en blanco y negro casi adivinábamos el color de la Ruperta, ese naranja de plástico brillante que no veíamos, mientras los niños, yo también, intentaban responder a las preguntas. Nunca perder tuvo una cara tan risueña, tan amable, pobre Ruperta, que nadie la quiso. Nombres de ríos españoles, de objetos que dan calor, de pueblos de La Rioja. Por 25 pesetas, un dineral. El mago Ibáñez Serrador, las secretarias, los tacañones, los concursantes siempre como un manojo de nervios,el piso en Torrevieja, el coche, la calabaza, claro, todos consiguieron que fuésemos más listos y más felices, allí, metidos en casa, con la sopa calentita, los abuelos y hasta algún vecino acoplado porque su aparato se quedó tonto, era cosa de la antena. Y aunque luego vinieron otros, ese «Un, dos, tres» de 1972 que rompió todas las barreras de éxito en el medio español, nunca volvió a ser lo mismo. Cuánto lloramos cuando Ledgard se despidió del país durante el último programa. Llámenlo nostalgia. O responda otra vez.