François Ozon: "He querido filmar la belleza de las arrugas"
El reputado cineasta apuesta en "Cuando cae el otoño" por un intrincado thriller protagonizado por dos mujeres
Madrid Creada:
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Aderezado con todos los elementos narrativos imaginables que permiten las estaciones y los distintos colores de las hojas, el último trabajo de François Ozon, "Cuando cae el otoño", quiere reivindicar la naturaleza imperturbable de algo tan despojado y a la vez tan inalterable como la amistad entre mujeres mayores, pero también la belleza de sus pieles sin intervenir y de sus cuerpos vividos, históricamente invisibilizados por la industria.
Hélène Vincent y Josiane Balasko, reputados nombres del cine galo, protagonizan esta historia intrincada, atravesada por los secretos familiares, el engrosamiento de las dudas y unas setas envenenadas, plagada de capas de profundidad éticamente retorcidas que van destapándose de manera progresiva lo largo del metraje y con la que el prolífico autor de "Peter Von Kant" o "Verano del 85", que lleva prácticamente desde finales de la década de los noventa yendo a estreno por año, vuelve a recuperar el brillo estilístico de su singularísima mirada primigenia.
Apodado por alguna facción de la crítica como "el Almodóvar francés", "el Varda masculino" e incluso "el Chaplin de la no comedia", Ozon (en la imagen), cuyo primer largometraje, "Sitcom", fue presentado en la sección oficial de la Semana Internacional de la Crítica en el Festival de Cannes de 1998, tiene un estilo muy reconocible como director a pesar de lo diferentes que pueden llegar a resultar algunos de sus trabajos entre sí. Un humor ingenioso y satírico, particulares puntos de vista sobre la sexualidad humana, estetización de la belleza y de la juventud, exploración continuada de la fugacidad del tiempo, la realidad y la muerte son algunas de sus obsesiones temáticas.
Refugiados de una Navidad sobrevenida en el acogedor interior del Urso, nos sentamos con el cineasta para conversar sobre las variadas opresiones de la industria hacia el paso del tiempo en los cuerpos de las mujeres, las marañas irresolubles de las familias o la culpa, sin prisa y sin setas. Solo por si acaso.
En la configuración que hace de las respectivas familias de estas dos mujeres hay mucha sombra y mucha ambigüedad, ¿hasta qué punto había una voluntad de desestigmatizar el concepto de las familias imperfectas?
Verás nunca he creído en las familias perfectas, más bien te diría que son un nido de víboras como decía François Mauriac. Sinceramente creo que son mucho más importantes los lazos que tú creas, que los lazos que ya existen y que te tocaron. Michelle en este sentido por ejemplo lo demuestra en la película: para ella Marie-Claude es su hermana y su hijo es como el suyo propio y sin embargo, con su hija biológica tiene una relación distinta, la considera casi como una extraña, como algo emocionalmente lejano. Creo que esa es la principal diferencia, que una familia creada puede ser más fuerte y más sólida que una familia "precreada" por decirlo de alguna manera y tenía ganas de explorar esto.
Hay una cosa particularmente interesante en la elección de estas dos mujeres protagonistas que tiene que ver con la forma de filmar sus cuerpos y de reivindicar su edad y su veteranía justo en un momento de la industria cinematográfica en donde estamos empezando a ver un señalamiento bastante crítico con el machismo ejercido sobre los cuerpos de las mujeres como ocurre en el caso de "La sustancia".
Después de "Mi crimen", película para la que escogí a dos chicas jóvenes que tenían que generar una especie de sororidad entre ellas para enfrentarse al peso del patriarcado en los años 30, tenía ganas precisamente de mostrar a dos mujeres maduras de 70 u 80 años con una belleza sin artificio alguno, quería volver a la naturaleza y mostrar la naturalidad de unas mujeres que asumen su edad sin intentar falsearla y creo que puede decirse que esto es un gesto tanto político como feminista. Pienso que hoy en día te imponen la falsa juventud, incluso "La sustancia" que mencionas muy oportunamente es un buen ejemplo de imposición de esa falsa juventud. Sin embargo a mí me parece que estas mujeres, mujeres como las que salen en mi película y que normalmente suelen estar invisibilizadas, tienen aún muchísimas historias con una riqueza enorme que nadie explota. Están llenas de vida y de deseo. Quería filmar la belleza de las arrugas.
¿Por qué se han privilegiado durante tanto tiempo las grandes historias de amor por encima de las grandes historias de amistad?
El cine es deseo. Te sientas en una sala a oscuras dispuesto a soñar, a imaginar lo que quieras y el sexo, los vínculos, el amor, forman parte de nosotros. Y muchas veces nuestra propia naturaleza humana tiene más ganas de vibrar con una escena de sexo que con una escena de profunda amistad –sentencia riendo–. Digamos que la amistad no despierta la pasión, pero yo sí creo que podría hacerlo y que de hecho en muchas ocasiones lo hace. La amistad es como un amor platónico. He filmado montones de escenas de sexo en mis películas y en cambio en esta no hay ni una sola. A lo mejor estoy madurando.
¿Sobre qué está construida en este caso la que tienen Michelle y Marie-Claude?
La amistad que muestro entre estas dos mujeres se construye a base de silencios. No hace falta que se digan mucho para leerse. Se entienden. Hay un ejemplo muy concreto de hecho: cuando Marie-Claude por la mañana va a buscar a Michelle para ir a por las setas y después de servirle el café enseguida le pone un platito que le sirve de cenicero para tirar la ceniza del cigarrillo que sabe que se va a encender a continuación. Les unen muchas cosas, el dolor por sus hijos también, los secretos, pero no se las dicen todas porque se intuyen todo el tiempo.
Da la sensación de que con esta película regresas un poco al tono de tus primeros trabajos, se aleja temáticamente de lo que venías tratando en los últimos y en cambio, hay un elemento que permanece en cierto modo inalterable y que se repite en casi todos ellos que es la culpa. ¿Cómo se relaciona con este concepto?
Tendría que hablar con mi psicoanalista que no tengo (risas). En este caso lo que ocurre es que quería mostrar dos comportamientos muy diferentes. Por un lado, a Marie-Claude se siente culpable, es decir, vive una culpabilidad y se lamenta por todo aquello que pudo haber hecho mal «para que mi hijo sea así», que esto es algo muy común en algunas madres y esta culpa que ella siente se manifiesta también en el cuerpo, en la forma en la que anda, sintiéndose pesada. Mientras que Michelle es mucho más pragmática, quiere aprovechar los pocos años de vida que le quedan y de hecho termina sobreviviendo a su amiga. Tal vez porque los que sobreviven son los que de algún modo niegan la realidad, los que no se detienen mucho a mirar lo que pasa. Creo que hay que saber ser egoísta para sobrevivir en cierto modo y ese egoísmo tiene que ver con liberarse de la culpa y en mi caso te diría que depende del día me siento más Michelle o más Marie-Claude.