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Ainhoa Arteta: «He pasado por la situación que se está viviendo en Cataluña»

Su actuación en la Zarzuela, donde cantó en euskera y en catalán, causó revuelo esta semana.
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Su actuación en la Zarzuela, donde cantó en euskera y en catalán, causó revuelo esta semana.
Tengo los chats alborotados. De todas partes me llegan comentarios sobre la magnífica actuación de Ainhoa Arteta en el Teatro de la Zarzuela de Madrid. Pero no solo hablan de lo maravillosa que estuvo la soprano vasca, en ese excepcional «La voz y el poeta. Homenaje a Lorca», que pasea por España, sino también de su rotundo discurso tras cantar «De España vengo» en estos días convulsos: «Tengo treinta apellidos vascos, pero por encima de todo me siento española».
–Eso que dijo el otro día en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, ¿fue un acto de valentía?
–Más que de valentía fue un acto de honestidad y de realidad. Porque es así: soy vasca. Y, además, de treinta y dos apellidos vascos. Nadie me puede decir que no lo soy porque me siento vasca, adoro mis raíces y creo que al sentir vasco, catalán, valenciano, gallego, murciano lo tenemos que cuidar y defender, porque es una de las cosas más variopintas y hermosas que tiene este país. Somos muy diversos y a la vez complementarios. Y sí, por supuesto que me siento vasca, pero obviamente soy y me siento española.
–Dejó a los presentes sin respiración con su actuación, pero también con su gesto. Su éxito siempre está asegurado, pero no se sabía que era tan asombrosamente comprometida.
–No es que sea «asombrosamente comprometida», pero siempre me ha gustado decir lo que pienso, sin ofender. Y en este momento sentía por el público y por los mensajes que me llegaban que tenía que apoyar a muchísima gente que estaba pasando por una situación muy estresante, difícil y tensa, que afecta a todo el país. Y lo único que quiero es intentar dar soluciones y tender puentes, porque creo que tenemos algo muy valioso que es una Constitución que nos ha costado mucho tiempo ir consolidando. Vivimos un momento donde la gente puede decir lo que quiere y nadie tiene derecho a no respetar la opinión de los demás, por mucho que no le guste.
– ¿Improvisó o llevaba ese discurso decidido de casa?
–Lo había hablado ya con el pianista. Precisamente diseñamos el recital de Lorca hace año y medio, antes de que estallara de todo esto, porque queríamos demostrar que Lorca, un poeta español, granadino, musicado por navarro, vasco, catalán y turolense, por todos, puede aunar energías y posiciones. De todos modos, llevo cantando «De España vengo» desde hace mucho, primero porque mi abuelo, que bajó de un caserío y era más aldeano que ni sé, se lo ponía a sus cinco hijas en casa, cantado por Conchita Supervía, a diario, porque le encantaba. La cantaban todos en casa y eran más vascos que la txapela. Y yo pensé que cantar «El niño judío» en el Teatro de la Zarzuela era perfecto, como también decir lo que sentía en ese momento. Luego, además, quise cantar en euskera y en catalán para hacerle sentir a la gente que somos todos uno.
–Creo que la gente lloró y que la Zarzuela casi se derrumba...
–No me ha pasado solo allí. He cantado y sigo cantando por pueblos y capitales de toda España, porque soy recitalista, además de cantante de ópera, y es uno de los palos que más me gusta hacer. He aprendido a querer a España porque la he recorrido y he aprendido de sus diversas culturas y maneras de ver la vida. Y a mí siempre me aceptan y me reciben de maravilla, con un respeto hacia mi persona y mi cultura muy grandes, con lo cual nunca he tenido la sensación de que hubiera animadversión hacia nosotros; es más, son ellos los que me piden que cante en euskera, porque les gusta.
–¿Hubo alguien que se quejara?
–La grandísima mayoría me ha agradecido ese aliento y esa sensación de que no están solos; pero sí he tenido en concreto una persona cercana que me sorprendió con la agresividad con la que se dirigió a mí. Tuve que bloquerlo. Y luego sé que mi familia ha recibido toda clase de llamadas. Aquí en el Norte, pues hay de todos los colores y, de alguna manera, todavía hay gente a la que no quiero menospreciar, pero que creo que ha viajado poco o que ve las cosas, para mí, desde un punto de vista muy pequeño.
–Ese apoyo público suyo a los catalanes que se sienten secuestrados ideológicamente, como usted ha confesado que también se sintió, es un acto de generosidad raro. Yo no paro de entrevistar a artistas que me dicen «no me preguntes de este tema». ¿No le importa que haya quien la señale con una cruz?
–Es que he pasado por la misma situación que se está viviendo ahora en Cataluña. Desgraciadamente, en el País Vasco la vivimos durante muchísimos años. Incluso he sufrido el impuesto revolucionario hasta hace muy poco, aunque no lo haya pagado nunca, que quede claro, porque no estaba dispuesta de ninguna manera a contribuir a matar. Y no podía decirlo ni en familia. Solo lo sabíamos mi padre y yo, porque esa era la premisa. Si se decía –así me lo advirtieron– empezaba la cuenta atrás. Imagínate si alguien que ha vivido una situación así no sabe lo que es vivir callando y con miedo a decir lo que piensas. Y encima cuando eso que piensas no es más que un sentimiento tan válido como el otro. No censuro el sentimiento o el pensar o decir de nadie, pero tampoco me gusta que censuren el de los demás.
–¿Cree que lo que está ocurriendo afectará a Cataluña desde el punto de vista económico y social de manera irreversible?
–Espero que no porque no quiero que Cataluña salga perdiendo de esto. No me interesa ni por ellos ni por el resto de España. Si Cataluña pierde, pierde España. Y si España pierde, pierde Cataluña. Pero yo confío en que se restablezca toda la red económica que tienen y que esto se normalice. Otto Von Bismarck dijo aquello de «España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a sí misma y todavía no lo ha conseguido. El día que deje de intentarlo volverá a ser la vanguardia del mundo». Ojala se cumpla.
–¿Se atrevería a vaticinar lo que va a pasar?
–No sé lo que va a pasar, sé lo que quisiera que pasara y es que todo esto se solucionara de una manera dialogada y que la Constitución saliera reforzada de todo esto, aunque se la reforme todo lo que haga falta.
–Cuénteme, ¿dónde se va de gira?
–Dentro de poco a Moscú, donde tengo tres funciones de «Manon Lescaut» en el Teatro Bolshòi y casualmente un recital Homenaje a Federico García Lorca en la Sala Tchaikovski con motivo del restablecimiento de Relaciones Diplomáticas entre Rusia y España. Luego vendrá mi debut de «Andrea Chenier» en Oviedo, «Que suene con alegría», gira en Navidad y seguidamente Nedda de «I Pagliacci» en el Teatro de La Monnaie, en Bruselas.
–Por último, dígame ¿cómo se puede ser tan artista, tan diva, tan guapa y tan normal?
–¡Te voy a mandar una foto mía vestida con un pijama de oso panda para que veas que no soy tan guapa ni tan diva ! (se ríe). Ser una persona con una presencia agradable no es mérito mío sino de mi madre. Y siempre digo que soy muy diva en el escenario y la amiga, la madre, la novia, la hija o la hermana en mi casa. Una persona muy normal y más normal todavía desde que tengo hijos, porque ellos te quitan muchas tonterías y te hacen ser más práctica y pragmática.