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Algo más que envidia

larazon

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Siempre hay algo que sobre lo que meditar e incluso aprender en cuanto nos rodea y se hace más patente en cuanto somos capaces de salir de nuestro hábitat. Es lo que algunos hemos podido constatar en dos actos que sinceramente han producido algo más que envidia. El pasado domingo actuó en el Auditorio Nacional el Wayne Shorter Quartet, dentro del ciclo de jazz que promueve el CNDM. El público era totalmente diferente al que normalmente nutre esa sala. Lo era por su edad, por su aspecto exterior y por la forma de comportarse. Mayoritariamente más joven, claramente más moderno y hasta más educado, ya que no hubo toses ni sonaron los móviles. Simplemente la forma entusiasta con la que el público recibió a los artistas marcaba la diferencia. Sus aplausos sonaban de otra forma a como suenan en los conciertos. Cualquier organizador de espectáculos sinfónicos o líricos habría sentido envidia, hubiera deseado contar con un auditorio similar. El caso sorprendente es que la música de Mozart o Beethoven es mucho más asequible que las melodías que interpretó el grupo de Shorter, a base de composiciones propias o reelaboraciones en las que se fusionan muy variadas tendencias, muchas veces sin demasiadas concesiones a la galería.
El día siguiente deparó otra sorpresa. En Kinépolis se retransmitía en directo desde el Covent Garden la ópera verdiana «I due Foscari» con Plácido Domingo, Maria Agresta y Francesco Meli. Quien fuese pensando en encontrarse solo, se llevó una enorme sorpresa. Era imposible aparcar en un recinto que cuenta con amplísimas posibilidades para ello. Había más de mil coches. Claro que no para la ópera. Las más de 20 salas agotaron sus localidades, aunque fuese lunes y en un sitio no tan céntrico, en la Ciudad de la Imagen. La sala 21 estaba lejos de estar tan saturada como en las retransmisiones del Met, donde los técnicos de sonido logran dar mucha mayor presencia y realce a las voces, pero es de alabar la inquietud comercial de Actúa Comunicación. Tanto como la actuación de un Plácido Domingo totalmente recuperado del bache de «Trovatore» en Salzburgo, lo que produce alegría.
El público sinfónico-lírico decrece cada día. Nuestras salas, en España y en todo el mundo, se vacían. La edad media aumenta. Son más los que se van por salud o fallecimiento que los que se incorporan. ¿Cómo atraer al público de Shorter o Kinepolis a la música clásica? Ésta es la pregunta a la que los organizadores han de hallar una respuesta. Y todo pasa tanto por la educación como por convertirla en moda.