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Amenábar «regresiona» en San Sebastián

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«Regresión», la vuelta del director al suspense y el misterio, inaugura una edición más «española» y con menos estrellas del festival.
Aménabar aún recuerda el día en que José Luis Cuerda lo llevó a conocer La Concha. «No sé si contarlo», dice. Pero lo cuenta. Tenía apenas 24 años y una «Tesis» cum laude bajo el brazo. Cuerda le dijo: «Vente a San Sebastián, al Festival: buen cine y buena comida». Y, para que por él no quedara, le ofreció alojamiento en casa de su suegra. «No sé si contarlo», repite Aménabar. Pero lo cuenta: los pintxos se fueron de madre y volvió a casa haciendo «eses» por La Concha, a la hora de los surferos impacientes (serían las seis de la mañana); la llave se encasquilló, la suegra de Cuerda intentó desde el otro lado, y al final hubo que llamar a los Bomberos. «Esté chico será todo lo genial que tú quieras, pero es un poco tonto», le dijo a Cuerda su pariente. De aquello han pasado prácticamente veinte años y Alejandro Amenábar, poco afecto a los festivales de cine según el mismo reconoce, vuelve al lugar del delito y lo hace con una película («Regression») que habla un poco de eso: de echar la vista atrás y dejarnos engañar por el pasado. Por lo demás, pocas coincidencias con la realidad, aparte de que este «Regression» supone el retorno a los orígenes del cineasta, la vuelta al suspense, el misterio y el pálpito (no siempre consumado) del terror, a la senda de «Tesis», «Abre los ojos» o «Los otros»: «Aquí me siento cómodo como espectador y como realizador», dice seis años después de su reto más ambicioso en lo presupuestario, «Ágora».
La nueva cinta del hispano-chileno inauguró ayer, fuera de concurso, la 63ª edición del Festival de San Sebastián, en el que, hasta el próximo día 26, se podrán ver más de doscientos títulos en las distintas categorías. «Regression» narra las pesquisas de un detective (interpretado por Ethan Hawke) para descubrir qué se esconde detrás de un presunto caso de abusos satánicos consumados hacia una joven, a la que da vida Emma Watson, en una pequeña localidad del Minnesota de los años noventa en la que supersticiones, sugestiones y puritanismos se entremezclan para crear la histeria colectiva. «Quería recoger ese estado de miedo de una serie de sucesos que se produjeron en aquella época. Viajé a Minnesota para prepararlo y puedo asegurar que no hay nada más extraño que un español allí; la Policía me tuvo retenido una hora porque no creía que fuera a visitar iglesias y comisarías para hacer una película. En todas las iglesias vi que, aún hoy, el discurso que impera es el del apocalipsis. Siempre están pendientes de avisos y señales de que el mundo se va a acabar; parece que hasta lo desearan».
En ese entorno opresivo –el propio de las novelas rurales de Stephen King– Ethan Hawke trata de desvelar la «ecuación del mal». Amenábar no se lo pone fácil con un guión –«empiezo siempre por el final», confiesa– en el que nada es lo que parece: «Quería escribir algo acerca del error, de que todos nos equivocamos, incluido nuestro cerebro». También, añade, esa presunta «ciencia infalible que adopta posiciones de superioridad y pasa por alto la raíz de los problemas». «Yo soy muy racional y escéptico, pero para esta película he tenido que dejarme permear por el misterio, alimentar el lado irracional», dice. En el fondo, para Amenábar, hacer cine es ahuyentar demonios: «Haciendo películas de misterio voy desterrando mis miedos». Aunque siempre habrá un margen de indefinición, un ángulo de duda: «No sé si me asombra más la capacidad de mentir del ser humano o su capacidad para creerse las mentiras». Una de ellas, quizás la más grande, es el propio cine: «Cuando vas a ver una película, vas a que te sugestionen, te cuenten un cuento; para mí mismo, hacer y ver películas es una forma de evasión, lo último que quiero es mirar hacia mí mismo».
La semilla de Polanski
De hecho, Amenábar se ha mirado más concretamente en el Polanski de «La semilla del diablo», en «El exorcista» y en los «thrillers» setenteros (de los que se impregna hasta la estética de cámara) para intentar volver a ganarse el favor del público con la vieja receta de aquel chico de «Tesis» que regresaba haciendo «eses» por La Concha.
Ya entonces, confiesa hoy practicando una «regresión», «pensé que haría muchas más películas de las que he hecho». Eso sí, con las que ya tiene se muestra «satisfecho y lo estaré mientras pueda seguir contando las historias que quiero y como yo quiero. ¿Si me da pena no haber dado el salto definitivo a Hollywood? Para nada. Mientras siga consiguiendo financiación para mis películas, estoy bien aquí, porque Hollywood tiene el problema de que no vas a poder cocinar lo que tú quieras, sino hamburguesas todos los días. Y para mí esto no es sólo un medio de ganarme la vida, sino de expresarme».
«Regression» da el pistoletazo de salida a más de una semana de cine. El último gran festival de la temporada, con la pujante Toronto pisándole los talones, presenta este año una mayor cantidad de películas españolas, empezando por esta inauguración coproducida con Canadá frente al arranque americano del año pasado, con Denzel Washington en «The Equalizer». Diecisiete películas compiten por la Concha de Oro en la Sección Oficial, con cintas dirigidas por algunos nombres conocidos como Terence Davis, Ben Weathley, Agustí Villaronga o Cesc Gray. Siguiendo la estela de «Loreak», una cinta rodada en euskera, «Amama» (de Asier Altuna) compite en Sección Oficial, mientras que «The Boy and the Beast», del japonés Hosoda, será la primera producción animada que compita en este certamen. Se espera la llega de estrellas de la talla de Benicio del Toro, Sienna Miller, Emma Watson y Emily Watson, que recogerá el único Premio Dosnostia que se entregue este año.
Por su lado, la sección Zabaltegui agrupará las propuestas más innovadoras en ficción y documental, mientras que los valores emergentes tendrán un espacio en la plataforma Nuevos Realizadores. En cambio, cineastas consagrados a lo largo del año en el circuito de grandes festivales se medirán en la sección Perlas. Como por ejemplo Pablo Larrain («El club») y Hou Hsien Hsian («The Assassin»), los primeros en abrir fuego ayer en San Sebastián.