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Angélica Liddell: «Lo importante no es creer en Dios, sino la necesidad de él»

Escritora, directora y actriz, rompe y puede con todo. En «Via Lucis» recorre a través de poemas, textos e imágenes su particular camino hacia la luz.
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Escritora, directora y actriz, rompe y puede con todo. En «Via Lucis» recorre a través de poemas, textos e imágenes su particular camino hacia la luz.
Pocos podrían igualarse a su nivel de transgresión. Fuerte como para dejar pequeño a cualquiera. Su teatro, como ella: pura potencia. Violencia. Sexo. Carne. Es Angélica Liddell. «Antisocial». Fuera de cualquier convencionalismo. Tan violenta como agradable de ver, leer y escuchar. Capaz de clamar la necesidad vital de Dios y de equiparar algo tan puro como el color de sus ojos con el de la perdición del esperma –y razón no le falta– sin pestañear. Liddell es romper, es buscar la discrepancia. Ya estará la muerte para armonizarnos. Escribe «para crear el silencio» –dice–, ese vacío en el que pararse para pensar. Así de fácil. La directora de escena e intérprete teatral recorre en «Via Lucis» (Continta me tienes), a través de poemas, textos y autorretratos fotográficos, su particular, peligroso e íntimo camino de la luz en un tiempo que en el que le gobierna «lo sagrado».
–¿Cómo es este paisaje de fotografías (y textos)?
–Es una emancipación de la representación de la vida cotidiana a favor de la vida mágica, eso es la mística, un abandono de lo terrestre para experimentar el estremecimiento de lo sagrado.
–¿Qué y/o quién se esconde en las imágenes?
–Hay una necesidad de identificar al amado con Dios.
–¿Hasta qué punto muestran su intimidad?
–La única que hay es el acto mismo del autorretrato, que tiene lugar en soledad.
–¿Cómo hay que ver estas fotos y leer estos escritos?
–Eso no puede saberse.
–¿Hacia dónde va, a dónde nos lleva, este «Via Lucis»? ¿A la resurrección? ¿Y de qué forma?
–Es un viaje desde las tinieblas en busca de la luz, pero es un viaje peligroso. Nos lleva hacia el verdadero peligro, es decir, a aquello que nos devuelve la intimidad con el espíritu, algo anterior y más poderoso que la razón.
–¿Echa de menos «Mi puta perrera» –blog–?
–En absoluto. No soy una persona nostálgica. No echo de menos prácticamente nada. La única nostalgia que me mueve es la que impulsa a Hölderlin a escribir el «Hiperion».
–¿Sigue confiando en el «carácter antisocial»?
–Rotundamente.
–¿Cómo va su relación de ida y vuelta con Dios?
–Me gustaría tener fe. Pero lo importante no es creer en Dios, sino la necesidad de él.
–¿Cuándo se la volverá a ver sobre las tablas de Madrid?
–No lo sé.
–¿Dónde está el futuro de las artes escénicas?
–Hay que seguir trabajando.
–«La armonía se restablece en la muerte», lo firma usted. Aguantemos la discordia y el enfrentamiento mucho tiempo, ¿no?
–Yo prefiero la discordia, prefiero a Nietzsche, la belleza procede de la discordia. Las leyes de la poesía no son las mismas que las de la sociedad.