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Annie Ernaux, ganadora del premio Formentor: «El escritor debe desmontar las manipulaciones del poder»

La escritora reconoció ayer la valentía y la calidad literaria de Annie Ernaux, autora de «La mujer helada».
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La escritora reconoció ayer la valentía y la calidad literaria de Annie Ernaux, autora de «La mujer helada».
Annie Ernaux, la escritora sincera. La vida es una herida y la literatura, el palimpsesto al que confiarle las verdades, realidades y diversos sufrimientos que van socavándonos en el día a día, porque, a pesar de lo que se vea en Instagram, en la existencia todo es erosión. La barbarie nunca ha sido la espada, sino el verbo empleado con honestidad, sin el contrachapado de la estética; la palabra entendida como revelación y también como yunque, pero no para acuñar conciencias, sino para agitar las almas que se han adormecido en los diferentes aburguesamientos a los que vamos entregándonos lentamente.
Y en esa geografía que es el sentimiento puro, con una prosa desnuda, deshuesada, sin adornos, está la escritora Annie Ernaux, que ayer recibió el Premio Formentor. Una mujer que ha elevado el chorro de la conciencia los cimientos de su obra y que, a pesar de su prolongada trayectoria, todavía es mal conocida en nuestro país. «Lo importante es escribir la verdad. La forma que se adopte, ya sea la ficción, la biografía o la no ficción, no es relevante», comenta en una entrevista. Luego, señala: «Cuando tengo un recuerdo personal lo situó en una época y la relaciono con los acontecimientos de esa época y los modos de vivir que había en ese instante. Una de las funciones de la literatura es transmitir lo que ha sido y lo que ha existido y que todo eso se conserve esa memoria». La editorial Tusquets va a recuperar «El acontecimiento» y «Pura pasión», mientras el sello Cabaret Voltaire tiene en las librerías «La mujer helada», «Los años», «Memoria de chica» y «El uso de la fotografía», entre otros títulos.
Uno de los ejes de Ernaux es el paisaje emocional, que pespuntea sus páginas sin cesar. «He partido de hechos personales para escribir mis libros, pero lo principal es la forma que le doy al libro. Al darle forma a esa historia la misma se aleja de la realidad y eso es lo más que debería atraer la atención», asegura. Respecto al amor, muy presente en sus textos, comenta: «Continúa siendo algo crucial para los hombres a pesar de las redes sociales. Sigue siendo esencial y muy distinto para los hombres y para las mujeres. El impulso sexual es algo que no se puede detener en el mundo. El amor es básico. El hombre ha sabido hacer de eso algo inmenso. De hecho, André Breton señaló que el amor es un núcleo de noche. Eso es lo que es para mí el amor».
Una autora comprometida
Combativa, siempre a contracorriente, la novelista no elude los temas de su tiempo y eleva su voz contra el uso que la política y otros interesados hacen de la palabra: «De toda la vida la palabra pública es un instrumento de poder y de manipulación y las cosas no han cambiado. El papel del escritor y del artista es desmontar la manipulación de las palabras, las tergiversaciones del poder. Lo que ha cambiado en este momento es que el artista tiene cada vez más difícil acceder a los medios de comunicación para proceder al desmontaje de esa narrativa del poder». Ernaux, de hecho, sostiene que «el lenguaje público afirma todo como si lo que dijera fuera la verdad, pero para mí el lenguaje es un medio para alcanzar la verdad. En este sentido el lenguaje político es más simple que el de los escritores, que a pesar de esa apariencia de facilidad resulta muy complejo.
El lenguaje público es simple, repetitivo. Intenta, a base de repetirse, que las cosas se conviertan en verdad». Pero la autora no protesta solo contra los políticos, también contra esas mujeres que no respaldaron las protestas de otras que se quejaron de los abusos: «No estoy de acuerdo con aquel manifiesto de ciertas mujeres francesas. Conocemos bien quiénes lo firmaron. Ellas son unas privilegiadas que han podido tener la vida sexual que han querido, como Catherine Millet, que me parece muy bien, pero eso no tiene nada que ver con la chica a la que le tocan el culo en el metro sin que ella quiera o la muchacha a la que el patrón la obliga a acostarse con él para mantener su puesto de trabajo. Me parece muy grave que estas mujeres no hayan sido solidarias y no hayan sido capaces de meterse en la piel de estas otras».
Ernaux, que siempre ha defendido la igualdad social y ha apoyado a los desfavorecidos, rompe una lanza por los «chalecos amarillos» y dice: «Los intelectuales tratan de desprestigiarlos porque no son parisinos ni tienen etiqueta política o la de un sindicato o un partido. Dicen que son violentos y antisemitas, pero hay más antisemitismo, racismo y xenofobia entre los intelectuales parisino que entre ellos».