Antonio Molero : «He tenido estabilidad en mi profesión gracias al teatro»
Representa, junto a Luis Merlo, en el teatro Cofidis Alcázar de Madrid «El Test», una obra que plantea a sus protagonistas una disyuntiva económica
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Representa, junto a Luis Merlo, en el teatro Cofidis Alcázar de Madrid «El Test», una obra que plantea a sus protagonistas una disyuntiva económica
Antonio Molero es uno de esos actores catapultados por la tele hasta el infinito y más allá. Ya con «Médico de familia» y su personaje de Poli, alcanzó tal fama que hasta llegó a incomodarle en su vida cotidiana; pero no le quedó más remedio que acostumbrarse porque después el papel de Fiti en «Los Serrano se la redobló. Desde entonces, Molero no ha dejado de trabajar y, además de la serie «Amar es para siempre» de Antena 3, también ha estado explorando el cine los escenarios. En ellos se encuentra ahora, concretamente en el del teatro Cofidis Alcázar de Madrid, donde representa «El Test». Los actores están acostumbrados, pero a nosotros a veces nos cuesta cambiar la imagen que uno de sus personajes nos ha dejado de ellos: «Es verdad –reconoce–, a mí me siguen asociando a “Los Serrano”. El personaje de “Amar es para siempre” era tan diferente, que había gente a la que se le notaba que le costaba mucho ubicarme. A nosotros nos gusta mucho hacer cosas distintas, pero tenemos asumido que en el mundo de la tele y el cine es muy difícil cambiar de registro porque si uno sale bien, te van a pedir casi siempre lo mismo; en el teatro es diferente, sí se puede cambiar».
Supongo que, además de la edad, condicionará el físico para que los directores de casting determinen qué papel ha de interpretar un actor u otro: «Está claro que el de galán no lo voy a hacer yo, pero de ahí para abajo puedo hacer cualquier cosa; tengo un físico bastante ambiguo en ese sentido. De todos modos, no quiero hacer de galán porque me lo paso mucho mejor haciendo de amigo del galán». En la obra que representa ahora hace de marido: «Sí, en un matrimonio con problemas económicos porque estamos pagando un préstamo que pedimos para abrir un bar de copas y donde nos presentan un dilema: un amigo nos plantea si nosotros preferiríamos 100.000 euros en la mano para ingresarlos ya en un cajero automático o un cheque de un millón dentro de 10 años».
Toda una disyuntiva que el personaje que interpreta Molero debe compartir, además, con su mujer en la ficción, Maru Valdivieso: «Exacto. Y ese es el problema, claro, pero también el meollo de esta obra, creada a partir de un test psicológico que se le hace a los niños desde hace un montón de años. El autor de la función, Jordi Vallejo, lo vio en YouTube o lo leyó, no sé, y se le ocurrió plantearlo». Pues ahora solo queda saber cuál es la finalidad del test «Parece que evalúa si los niños van a ser emprendedores o no. Se le pone a un niño una chuche delante y se le dice que si aguanta 15 minutos sin comérsela, luego se le da otra. Hay niños que se la comen y otros que esperan para tener dos». O sea que ese test en adultos determina la posibilidad de éxito o de fracaso en los negocios.
Claro que con temas económicos de por medio lo que puede fracasar es la propia pareja: «Los personajes no están de acuerdo, claro. Si no, no habría conflicto... el mío tiene claro desde el principio que él cogería los 100.00 euros, pero ella no se decide. Es de esas mujeres que nunca tiene claro nada». Imagino al público pensando qué decidirían ellos: «Eso lo noto desde el escenario, se plantean el mismo conflicto en tiempo real. Y en la obra, además, se ofrecen todas las variables». Lo que está claro es que al público le gusta porque esta es la tercera temporada. Al final, el teatro es el salvavidas de los actores: «Yo te puedo decir que he tenido más o menos cierta estabilidad en mi profesión gracias al teatro porque en televisión y cine las cosas vienen y van. Unas tiene éxito, otras no, pero siempre he tenido una obra de teatro ahí y es una maravilla para una profesión como la nuestra». Algo muy de agradecer en una profesión en la que el 80 por ciento de sus integrantes no puede vivir de lo que gana. «Además, el paro del actor es el peor paro del mundo porque estás viendo a los demás trabajar... ¡Y siempre te parece que lo hacen peor de lo que lo harías tú!».
El efecto de la paternidad
No sé si los actores, además de acudir a los castings, tienen que presentar currículos y si los falsean: «Afortunadamente a mí nunca me han pedido el título de arte dramático ni de nada. Vamos, que no he tenido que preparar nunca un currículum. Te diré que incluso he tenido que pasar pocos castings». Tráfico de influencias. Seguro: «Más bien, influencias positivas de quien me había visto trabajar o de quien ya había trabajado conmigo y quería repetir. Ese es el mejor currículum». Influirán las cervezas a la salida, esas que luego se dejan de tomar cuando se tiene hijos... «Bueno, yo soy muy sociable y todo influye, y es cierto lo de los hijos. Campanella, el director de cine, un día que cenábamos con un grupo de gente me dijo: “Vengo de comprar cosas de Pocoyó... ¡es que cuando eres padre te volvés un boludo!”».
Boludo o no por efecto de la paternidad, quiero saber si Antonio Molero –que tiene una hija– es feminista: «No se puede no ser feminista, es decir, no entiendo por qué alguien no lo es. Yo creo que al final el poso de esta revolución femenina –no sé si llamarle mejor femenina que feminista– serán logros, al margen de radicalismo, que, por otra parte, siempre tiene que haber en todo movimiento». Me llama la atención el miedo que despierta la palabra feminismo: «Es que viene con mala fama del pasado, pero yo no tengo ningún problema en utilizarla». Antes de despedirme de Antonio, quiero que pase otro test, en este caso, el de la verdad. Se atreverá a decirme si a su función ha ido algún político: «Pues mira, Margallo vino hace poco». ¿Y de Podemos? «Y... de Podemos habrán ido a otras, pero a la nuestra no...».
Personal e intransferible
Nació en Ajofrín, provincia de Toledo, en 1968. Está soltero, tiene dos hijos y es de lo que más orgulloso se siente en la vida. No se arrepiente de nada. Perdona, olvida y a una isla desierta se llevaría papel para dibujar. Le gusta comer y beber de todo. No es nada maniático, según confiesa, salvo ser excesivamente puntual. No tiene vicios inconfesables. El sueño que se le repite es «el que se nos repite a tantos actores: que me quedo en blanco». De mayor le gustaría ser niño y, si volviera a nacer, «sería de nuevo actor, y si no, cualquier tipo de expresión creativa».