ARCO, la provocación siempre vende
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¿Quién dijo que este año volvía la moqueta a ARCO? Vamos a ver, la colocarán en algunas zonas de la feria, pero no en toda. Lo que se vendió como una de las novedades de esta edición, un esperado regreso, no lo es tanto. Por lo demás, dos pabellones, el 7 y el 9, para contener el arte nacional y el internacional. Las calles son anchas, se pasea con tranquilidad y sin agobios y hay espacio de sobra. Ayer, el montaje iba bastante más avanzado que otros años, pues dejaron entrar a primera hora del día a pintores, carpinteros, electricistas y demás profesionales del ramo. Algún artista ya se podía ver como Javier Vallhonrat que estaba en el stand de la galería Pelaires, que expone imponentes fotografías suyas. Regreso, sí, el de Oliva Arauna, con todo a punto ya a primera hora de la tarde de ayer. Esperanzada y con ganas. Y cerrando ya algunas operaciones, que su ausencia por cierre forzoso se ha dejado sentir. Decíamos que se empezó a montar antes de lo previsto, aunque sí hubo uno que se paseó solo por ARCO. Bueno, lo de pasearse es un decir. Hablamos de Yann Leto, nacido en Francia, residente en España y atracción de la XXXIII feria que tiene performance en la galería T20 de Murcia. Gracias a un pase especial ha podido montar despacio su cabina de striptease, la obra que todo apunta a que se convertirá en el reclamo de esta edición. A las pruebas me remito: más de diez entrevistas en una tarde y eso sin que haya arrancado el certamen. La obra promete desde la entrada: una cabina con dos palabras en su parte superior: «Congress» en negro y «Topless» en neón rosa. Una vez franquedas las cortinillas rojas se accede a una garito de seis metros cuadrados con barra americana y luces que espejean en el techo donde dos chicas «bailarinas de macrodiscoteca y cabaret» (así las describe el artista), que han aceptado rebajar bastante su caché montan su show.
Performance de 20 minutos
La noticia corrió como la pólvora y su artífice, que dice no tener la menor intención de crear polémica, tenía casi lista de espera. Habrá cinco pases diarios de veinte minutos cada uno, desde las doce de la mañana a las ocho de la tarde, y los cuatro o cinco afortunados que puedan acceder al cubículo de reducidísimas dimensiones disfrutarán de un espectáculo único en ARCO, desde luego. ¿Es consciente Leto de la que va a montar? «Bueno, no sé realmente qué puede pasar aquí ni lo que se me va a venir encima. Yo no quiero provocar, sino remover. Son los políticos quienes sí están provocándonos. No me gusta lo que veo a mi alrededor, todo lo que está pasando. Lo que deseo es llamar la atención del público. ¿Por qué tiene que ser mal visto que haya un show? ¿Por qué no crear este tipo de obra?, ¿Qué tiene de malo?», se pregunta. La pieza nacerá y morirá en la feria. «Creo en el arte populista, el que es para la gente», dice Leto que confiesa haber dado «una vuelta de tuerca» a la estética del Congreso de los Diputados, transformándolo en un exiguo tugurio con luces de neón que no apunta a nada y a todo. «Es un guiño al tiempo en que los ''striptease'' eran el único vehículo de escape, ver carne por verla, sin más y yo he trasladado ese mundo al de la política. No creo que nadie se pueda ofender», explica. ¿Ha pensado en que quizá alguien, sólo quizá, puede querer comprobar si las chicas son de carne y hueso? «Para eso estoy yo ahí. No lo voy a consentir nunca. Siempre habrá un ayudante supervisándolo todo. Es una obra de arte y el arte no se toca», dice. ¿Cuántos años tienes?, le pregunta Nacho Ruiz, su galerista. «Creo que 34», responde sin demasiada convicción mientras pide una cerveza para refrescarse la garganta, que echa humo de tanta conversación. Y el galerista aprovecha para explicarnos que no es Leto todo lo que reluce, que muestra otras obras muy interesantes, que llega cargado de ilusión. Señala el lápiz sobre papel de periódico de Javier Arce o la pintura de FOD, a quien han apoyado desde siempre y muestra obra en la que el artista se enfrenta en combate directamente con su obra para besar la lona. ¿Pero no negará que es la de Leto la que eclipsará a todas? «Desde luego que son piezas mediáticas que te condicionan, pero si el artista las propone nosotros hacemos un esfuerzo para mostrarlas».
Y de provocación a provocador: ¿qué ha salido de Eugenio Merino? ADN expone tres máscaras con brillantes en plan Anonymous y con un evidente guiño casero a la calavera de Damien Hirst, y una instalación con cuchillos que penden de finos hilos. Ni Franco, ni el Che, ni el islam. Llega este año a la feria de lo más modoso y sin el protagonismo de otros años, quizá demasiado excesivo. Y enfrente, Espacio Mínimo con un stand para detenerse un tiempo. Las fotografías en blanco y negro de Paz Errázuri son brutales, un golpe seco en el estómago, «son Goya, Solana y Zurbarán», dice uno de sus directores. Fueron tomadas al poco tiempo de llegar Pinochet al poder en Chile.Y si buscamos asombrarnos, las sombras de Liliana Porter, que ha reinventado una pieza suya de 1969 que juega con la luz y las sombras. No es para explicarlo, sino para verlo. Si quieren algo así (los tres paneles del stand no están en venta), desembolsen 75.000 dólares.
Los Palazuelo yJulio Le Parc de Fernández Braso son un remanso de paz y una maravilla para la vista. Perfectamente colgados, parecían ayer ajenos al bullicio que tenían enfrente. No dejen de visitar este espacio. No defrauda, como tampoco lo hace Guillermo de Osma, fiel a sus vanguardia, exquisito siempre con un hallazgo entre los dedos y que ayer llevaba un poquito de retraso a la hora de colgar, aunque se podía ver un lienzo maravilloso de Maruja Mallo (como lo pille Alaska...). Elvira González también destacaba. Isabel Mignoni supervisaba cómo iba quedando todo. En Leandro Navarro, Picasso, como siempre, sigue siendo el rey, con un óleo imponente de 1.250.000 euros. Otra parada obligada. Y Juana de Aizpuru, que mima a Zobernig como nadie y le ha colocado enfrente de un cuadro inmenso azul una escultura casi viviente de un asiático obra de Sánchez Castillo. Precioso el Genovés de Max Estrella. Y no busquen este año el Bacon en Marlborough porque no lo van a encontrar. En cambio hay un par de obras de Manuel Franquelo, una sobre todo, de vértigo.