Adán vuelve al Edén
Doce años han sido necesarios para que la escultura de Lombardo, que se hizo añicos, fuera reconstruida. Desde hoy se exhibe de nuevo en el Metropolitan
Empezaron por los tobillos. Y de ahí continuaron hacia arriba en el proceso de restauración. Después fue el turno de las piernas. Más tarde vendría el torso. Querían que las piezas de «Adán», roto en mil fragmentos en 2002, estuviesen perfectamente alineadas porque cuando se trabaja piedra a piedra todas tienen que encajar. Pero al colocarlas se mueven. La necesidad de consistencia es la regla base. La pesadilla sucedió hacia las seis de la tarde de hace doce años. Más o menos media hora después de que cerraran el museo. «Nadie sabía qué había ocurrido. Podía haber sido un acto intencionado, un sabotaje, quizá», reconoce Jack Soultanian, un conservador al que llamaron esa tarde. Una investigación posterior reveló que el pedestal de contrachapado donde descansaba la pieza de Tullio Lombrado se había caído. El domingo 6 de octubre la obra de mármol se derrumbó en el Patio de Vélez Blanco del museo. La pieza, parte de la colección permanente del Metropolitan desde 1936, se rompió en pedazos. Al día siguiente, Jack Soultanian llamó por teléfono a la conservadora del centro, Carolyn Riccardelli. Le dijo: «¿Puedes venir al Patio Vélez Blanco? Ha ocurrido un accidente». Según recuerda Riccardelli, «parecía que era algo serio». «‘‘Por supuesto’’, le dije. Vi la escultura hecha pedazos por todo el suelo», explica del día posterior a la caída.
La escultura de mármol de Tullio Lombardo (1455-1532) regresa hoy a la sala 504 de la galería de la primera planta (lo que sería una planta baja en España) después del trágico accidente. Han sido necesarios doce años de restauración de la primera estatua de mármol de tamaño natural desde la antigüedad y la escultura del Renacimiento más importante que se conserva en Estados Unidos. Tullio empezó a esculpir al primer hombre hacia 1490 para el sepulcro de Andrea Vendramin, ahora en la iglesia de Santi Giovanni e Paolo (Venecia). Es la única escultura firmada del icónico monumento.
Seguir los ideales renacentistas
El director del Metropolitan, Thomas P. Campbell, indicó que «estamos muy orgullosos de la vuelta de esta gran escultura a esta galería. Nuestros conservadores colaboraron con un equipo de expertos durante doce años para lograr este desafío. Los resultados van a ser deslumbrantes», ha reconocido. El regreso de la pieza coincide con la inauguración de la nueva Galería de Escultura Veneciana, un cubo perfecto diseñado con los ideales de geometría y proporción del Renacimiento. Larry Becker, conservador del Metropolitan, apunta que la rotura «fue una catástrofe porque es una pieza única y se trata de uno de los primeros desnudos», recuerda. Al principio, ni siquiera tocaron los pedazos, repartidos por el suelo. Empezaron a tomar imágenes. «Nuestra reacción fue documentar todo, como si estuviésemos en la escena de un crimen. Después de hacer las fotografías empezamos a recoger las piezas», apunta Riccardelli, que recuerda que al principio se pensaron mucho qué hacer para obtener un resultado óptimo.
Había 28 piezas grandes y cientos de fragmentos pequeños. A pesar del desastre, no parecía estar todo perdido pues la cabeza, la cara, y el torso no habían resultado dañados. No corrieron la misma suerte los brazos, las piernas y el tronco de árbol decorativo, que se habían llevado la peor parte. El entonces director del museo, Phillippe de Montebello, reconoció en aquel momento que «es la peor cosa que le puede haber ocurrido a un museo». Aún así, hizo una promesa: llevar a cabo un proceso de restauración que devolviese a Adán el esplendor del que gozaba antes del accidente. No escatimó para ello medios. Se embarcó en el proyecto un grupo selecto de conservadores, científicos, ingenieros y expertos en imagen de dentro y fuera del museo.
El proceso marca una nueva etapa en esta institución. Tradicionalmente, en el caso de famosas esculturas antiguas, se dejaban sin restaurar si les habían salido grietas debido al paso del tiempo, si habían sido provocadas por una excavación o habían sufrido un accidente. Lo llamaban «la belleza del fragmento». Que culminar el proceso de restauración ha sido vital para el Metropolitan lo pone de manifiesto la decisión de mostrarlo después de años de silencio y trabajo casi secreto, pues apenas han trascendido datos de cómo ha sido el proceso. Se ha tardado tanto que corría el rumor de que restaurar la escultura era una tarea imposible.
Los conservadores tenían que encontrar un método que limitase el manejo de los fragmentos grandes sin desgastar ni tocar demasiado los finos filos que quedaban tras la estrepitosa rotura. ¿Era conveniente utilizar el método tradicional, basado en el uso de barras y alfileres de hierro y acero junto con adhesivos, al que se añade un tipo de pegamento similar a la resina, o había llegado el momento de afrontar uno nuevo? Las investigaciones arrancaron en 2003 con un láser tridimensional que escaneó los mayores fragmentos. Culminó en 2011. Se utilizó un programa de ordenador de ingeniería estructural para detectar la naturaleza de la rotura. Posteriormente se determinó qué adhesivos y materiales se debían utilizar. El conservador científico George Wheeler explica que «probamos con qué material debíamos hacer las juntas, que finalmente resultó ser fibra de vidrio». Después realizaron una réplica de la escultura para diseñar un armazón que pudiera sujetar mientras se montaban las piezas de nuevo. Lo último que se colocó fue la cabeza, en abril de 2013, tras años de haber visto la obra hecha pedazos en fragmentos separados. Aun así, una vez colocada continuaron con el trabajo, pues los daños eran considerables en las piernas y los brazos. Lo que más preocupó entonces fue cubrir los vacíos. Después se limpió la escultura para retirar el polvo que se había acumulado durante años. Los huecos se rellenaron y se consiguió una superficie lisa. El primer hombre ya estaba en situación de regresar al Paraíso. El Metropolitan, en su caso.
Tullio Lombardo
El arquitecto y escultor italiano que dio a luz este Adán (en la imagen) de casi dos metros de altura provenía de una familia de creadores (empezó a trabajar en el taller de su padre, Pietro Lombardo). Su obra más significativa es esta estatua realizada en mármol que iba a formar parte del túmulo de una mujer noble, acompañada por la figura de Eva y que posteriormente se quedó sin pareja. Esta escultura es uno de los primeros ejemplos de desnudo clasicista dentro del arte veneciano. Junto a su familia y bajo la dirección de su padre dirigió las obras de Santa María dei Miracoli, la Madonna Grande de Treviso y San Salvador de Venecia. Nació en Padua en fecha imprecisa, pues los estudiosos no s eponen de acuerdo si fue en 1455 o 1460. Falleció en Venecia en 1532.
Un museo de rompe y rasga
La estrepitosa caída en 2002 de la escultura en mármol de Adán no ha sido la única –aunque sí la más grave– rotura que han sufrido algunas piezas que alberga el Metropolitan de Nueva York. En 2008 también se cayó al suelo y se fracturó una imponente terracota de Andrea della Robbia, «San Miguel Arcángel» (abajo), de finales del siglo XV. La pieza fue adquirida por el centro en 1960. Más reciente es el daño que sufrió un Picasso, en 2010, después de que una mujer tropezara y se cayera de manera accidental sobre la obra, que sufrió un desgarro en la esquina inferior derecha. La pintura era «El actor» (sobre estas líneas) y pertenecía al periodo rosa del artista malagueño. El Metropolitan recibió el lienzo de dos metros de largo como donación en 1952.