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Bochornosa maniobra

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  • La Razón es un diario español de información general y de tirada nacional fundado en 1998

  • Pedro Alberto Cruz Sánchez

    Pedro Alberto Cruz Sánchez

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El color es poder. Los nazis, a modo de ejemplo relativamente reciente, utilizaban una codificación basada en triángulos invertidos de colores para marcar a los diferentes tipos de presos: los judíos se identificaban mediante el color amarillo; el rojo era para los prisioneros políticos; el verde para los criminales comunes; el azul señalaba a los emigrantes... Quien controla el cromatismo jerarquiza y excluye. Y, en este sentido, la sorprendente noticia de la compra, por parte de Anish Kapoor, de los derechos del negro Vantablack –el «negro absoluto»– confirma el destino fatal de una cultura abocada por el fanatismo de los derechos de autor a la falta de circulación, la excesiva parcelación y la desigualdad de oportunidades. A diferencia del azul patentado por Yves Klein –invención propia y característica de una inquietud alquímica–, la maniobra de Kapoor exige ser comprendida como una de esas estrategias de monopolio frente a las que el libre mercado suele mostrar, de vez en cuando, una pasmosa permisividad. El mensaje lanzado por Kapoor es de una claridad meridiana: quien tiene dinero, compra; y quien compra, monopoliza algo tan sagrado como el derecho de expresión. De hecho, dentro de lo que podríamos denominar como «componentes subjetivos» del arte, uno de los que antes se enumerarían sería precisamente el color, consecuencia de un matrimonio tan difícil de codificar como el de la fabricación química y la percepción. Por más que el «negro Vantablack» posea unas propiedades objetivamente diferenciadas, el hecho de que su matiz haya sido monopolizado supone limitar un campo de percepción no tan preciso y exacto como la química. ¿Qué pasará si un artista o empresa consigue un tono de negro similar al de Vantablack sin por ello utilizar la fórmula registrada? Dicho de otro modo: ¿lo que se tabica es el libre flujo de una marca de color o, más a más, de un efecto de color? Si nos abonamos a esta segunda posibilidad, las consecuencias pueden ser demoledoras, en la medida en que estaremos expropiando el derecho universal del vocabulario básico del arte; o lo que es igual: estaremos impidiendo el libre ejercicio de la subjetividad. La devastación ocasionada por determinadas estrellas del arte comienza a resultar similar a la de ciertos caudillos de la historia reciente o no tan reciente. Bochornoso.