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Bruce Conner, el artista que se declaró muerto

El Museo Reina Sofía acoge por primera vez en Europa una retrospectiva de este creador esquivo y underground que pasó de «beatnik» a punk
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El Museo Reina Sofía acoge por primera vez en Europa una retrospectiva de este creador esquivo y underground que pasó de «beatnik» a punk
Bruce Conner (Kansas, 1933 - San Francisco, 2008) es un artista «muy Reina Sofía». Dificilito, vamos. Esa es la opinión, al menos, de Gary Garrels, comisario jefe del museo de arte contemporáneo de San Francisco: «No es un creador fácil, porque siempre trató de socavar lo que puede hacer por su trabajo un museo y una galería. Hoy en día, ambos lugares están más preparados tecnológica y mentalmente para mostrarlo», explicó en rueda de Prensa. Prueba de ello es que hacen falta al menos dos comisarios para atrapar a Conner –el otro es Rudolf Frieling–, artista de artistas, esquivo, poliédrico y radical, entre las salas del centro de arte madrileño. Sin embargo, aunque algunas partes de su trabajo asustan al más predispuesto, otras encajan con la mentalidad más pop sin negarse la una a la otra, porque, como se titula su muestra recién inaugurada en Madrid, «Es todo cierto».
De las dificultades de manejar su prolífica carrera, hablan los diez años que el museo que dirige Manuel Borja-Villel lleva interesado en acogerla. Pero el trabajo de Conner es frágil y diverso. Fue beatnik, cineasta undergroud y se zambuyó en la escena del punk de California. «Es un logro que alguien como él, que se declaró a sí mismo muerto, siga aquí», dijo Garrels. Tan muerto, que después de una década haciendo grabados, se dio cuenta que parecían hechos por otra mano. Tras ver el trabajo de su amigo Dennis Hopper, le propuso a su galerista que el actor representase el papel de creador de esa serie casi ajena para él. La idea no prosperó finalmente, pero Conner no cejó en su afán de desaparecer y dejó muchas obras sin firmar o con seudónimo. «Cambia de identidad porque se cansa de cómo se le percibe», decía ayer Borja-Villel en la presentación de la primera gran retrospectiva europea de un artista «fundamental en la segunda mitad del siglo XX». Conner se reinventa hasta el punto del autocuestionamiento.
- Macabro
Sus fases creativas son numerosas y la exposición está organizada en torno a varias de ellas: las pinturas, su obra audiovisual, los collages y montajes, esculturas, fotografías y dibujos. Una de las constantes que trató en diversas formas fue la de la violencia de la sociedad americana. En sus esculturas, compuestas a través de objetos encontrados, trató casos de asesinatos como en «Black Dahlia», dedicada a un crimen célebre cometido en Los Ángeles y que plasma con una inquietante pieza con aspecto de mortaja. Otra de sus obsesiones fue la inminencia del colapso nuclear, al que Conner vuelve una y otra vez con el hongo como el símbolo máximo de la autodestrucción humana. La mezcla de los dos componentes, la violencia palpable y la amenaza subconsciente, fue el combustible de las «Esculturas oscuras», un conjunto de piezas dominadas por el negro y de presencia macabra y amenazadora. Conner utiliza materiales de fuerte carga simbólica como las medias de nailon de mujer, que dejan de ser un símbolo de belleza y de construcción de identidad femenina a, una vez rasgadas, telarañas que recuerdan el sacrificio y la mortalidad.
Como si se tratase de una persona totalmente distinta –menos desequilibrada, quizá–, Conner recibe el encargo de trabajar para un fanzine, el famosísimo «Search & Destroy» y documentar la incipiente escena punk de San Francisco. Allí captó actuaciones de grupos míticos como los Dead Keneddys, Crime y Devo en una actividad, entre el masivo derramamiento de cerveza, que calificó de «la de un fotógrafo de guerra». En 1964, el artista quedó fascinado por la existencia de otros Bruce Conner en Estados Unidos. Esa Navidad, envió dos chapas a las direcciones de todos los homólogos que encontró. En una decía «Soy Bruce Conner» y, en la otra, «No soy Bruce Conner». Y es que, otra vez, como el título de la muestra, ambas cosas son ciertas. Y la identidad, según Conner, una interpretación.

Una caja de grillos

La serie «Angels», una de las más poderosas de las muchas que hay en la exposición, fue concebida por el artista junto al fotógrafo Edmund Shea en la década de los setenta pero no fueron expuestas hasta 1986 por el escepticismo del artista. Cuando accedió, pidió pintar las paredes de la sala de negro y que se bajase la iluminación. Además, colocó una caja de grillos en un ricncón –que no existe en el Reina Sofía– para aumentar la experiencia. Ningún animal fue dañado para la redacción de este reportaje.
- Dónde: Museo Reina Sofía. Calle Santa Isabel, 52.
- Cuándo: hasta el 22 de mayo. De 10:00 a 21:00.
- Cuánto: 4 euros a la exposición.