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Del Génesis al Apocalipsis

En el Centro Cultural de la Villa, en Madrid. La exposición «A Su imagen» reúne un centenar de obras que recorren la relación entre el arte y el Cristianismo
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La exposición «A su imagen» reúne un centenar de obras de los grandes maestros de la pintura de distintas épocas (de Joan de Joanes a Goya), que dan cuenta de la relación entre el arte y el cristianismo
En el principio, fue el verbo. Pero no mucho después vino el pincel. Algun maestro cisterciense o agustino entendió el poder de la representación. Los fieles que no sabían leer comenzaban a entender a través de la imagen. Antes de Gutenberg, antes de Lutero, los hechos del Antiguo y el Nuevo Testamento eran conocidos gracias a frescos, retablos y miniaturas en cada rincón de Europa. El relato pasó a través de los siglos de una intención pedagógica pero también intimidatoria a una esclarecededora. Ese recorrido, inabarcable en su totalidad, ya que la relación entre el arte en Occidente y el cristianismo da para enciclopedias completas, es lo que propone, a través de un escogido compendio, la exposición «A Su imagen. Arte, cultura y religión», que reúne alrededor de un centenar de obras en el centro Cultural de la Villa-Fernán Gómez. Detrás de esta ambiciosa mirada se unen varios esfuerzos, en particular de la Conferencia Episcopal Española, la Archidiócesis de Madrid y la Fundación Madrid Vivo, con Juan Miguel Villar Mir al frente del comité organizador. Esta suma de fuerzas implica también el acceso a fondos y colecciones de toda España, con obras de 22 diócesis, procedentes de iglesias, monasterios, catedrales, hermandades y museos diocesasnos, además de préstamos de colecciones privadas –BBVA, Santander y Caylus, entre otras– y de instituciones como el Palacio Real. El resultado es un viaje deslumbrante por la historia del arte Europeo, con nombres propios como Velázquez, Van Dyck, Rubens, Tintoretto, Alonso Cano, Zurbarán, Ribera, El Greco, Lucas Cranach, Ribalta, Joan de Joanes, Berruguete, Murillo o David Teniers. Cronológicamente, la obra llega hasta el siglo XIX, con un pequeño óleo de Cristo en el huerto de los olivos de Goya, y después hasta el XX con un célebre de Gutiérrez Solana (sin contar una réplica de un santo cáliz datado en torno a 1980).
Los tres arcángeles
Pero no es esta cronología, la de la historia del arte y las escuelas pictóricas, por la que apuesta esta peculiar y didáctica muestra comisariada por Isidro Bango, sino por la de los hechos bíblicos. Organizada en salas temáticas, la muestra arranca con el Génesis y termina en el Apocalipsis. Al comienzo, la creación, representada con un audiovisual de un fresco de Adán y Eva, en obras de Francisco Camilo y del maestro de Cardona; el Jardín del Edén, en los pinceles casi «románticos» de David Teniers II el Joven... Junto a ellos, y es una tónica a lo largo de las salas, la pintura no es la única protagonista: un gran busto de Adán y otro de Eva, pensados por Alonso Cano para presidir el arco de la capilla de la Catedral de Granada. Maderas policromadas de viva fuerza, como los tres enormes arcángeles, San Miguel, San Rafael y San Gabriel,de Gregorio Fernández llegados de la Real Iglesia Parroquial de San Miguel y San Julián, en Valladolid; o el Niño jesús nazareno que conduce un alma en forma de cordero. La escultura aparece en forma de tallas en nogal, como la «Lamentación de Cristo muerto», del taller de Beaugrant, y la orfebrería acompaña con relicarios de plata y cobre del siglo XIII y enormes candelabros de plata repujada y cincelada, ambos ya en las salas dedicadas al Nuevo Testamento, en concreto a la Pasión y Resurrección.
Antes, el visitante ha caminado entre historias antiguas, todas detalladamente explicadas –algo de lo que la museografía a menudo prescinde, en favor de la historiografía de la pieza, también interesante–, de tal forma que el viaje sea no sólo por técnicas y escuelas, sino por la historia de la religión. Como si leyéramos las escrituras, entendemos qué ocurrió en el sacrificio de Isaac, que Abraham no llega a consumar gracias a la oportuna intervención del ángel, qué fue la adoración del becerro de oro y qué la construcción de la Torre de Babel, inteligentemente vinculada a un óleo de Pedro de Campaña que retrata un hecho del Nuevo Testamento, el Pentecostés, por lo que ambos tienen de común: la lengua, motivo de soberbia humana y separación en uno, de unión entre los hombres gracias a la llama de Dios el otro. Ahí están, en los colores de Tintoretto, «Judith y Holofernes», bella e inteligente ella, general decapitado él; y con ella, la prudente Abigail, Susana y los viejos lascivos que la acusan, con la maestría de Ribera, Sansón luchando con el león y derribando el templo de los filisteos, según Rubens y un tapiz, respectivamente; «David y Goliat», por Michiel Coxcie, «Betsabé en el baño del rey David», con toda la sensualidad de la escena que aporta el trazo voluptuoso de Rubens; «El traslado del Arca de la alianza» en un hermoso paisaje de Luca Giordano que convierte, al fondo, el Panteón de Roma en el Templo de Salomón. Era costumbre tomar referencias arquitectónicas cercanas: en su «Tríptico de la Anunciación», Joos van Cleve afila contra el cielo una torre que se cree que es la de la catedral de Amberes, y en su «Virgen niña», un delicado retrato adolescente de María, Zurbarán hace de la Giralda la Torre de David.
La vara de Jesé
Es en estas salas donde encuentra lugar un pequeño lienzo de El Greco y un onírico cuadro de Joan de Joanes, «Concepción de la Virgen», que reparte su historia en pequeñas escenas partiendo de la idea de la vara de Jesé, el tocón del que habría surgido la madre de Jesús.
Algunas pequeñas joyas esconden detrás a maestros como Lucas Cranach el viejo, cuya «Predicación de San Juan Bautista» comparte espacio con un «Tríptico del bautismo de Cristo» del maestro de Fráncfort o con la «Virgen de Irache», una talla con alma de madera recubierta de láminas de plata de Rainalt, fechada hacia 1145. Es una virgen temprana, aún no entregada al cariño: el mensaje que transmite es que es trono de sabiduría, la que trae el Salvador, no necesariamente cálida. La morfología y características de María irán suavizándose hasta obras como la «Virgen del pajarito», de Luis de Morales (1546), que la exposición define como «modelo de amor maternal».
La narración avanza hasta el Jesús de los Evangelios, con obras de Fernando Yáñez de la Almedina («Salvador Eucarístico»), de Matthijas Musson («Jesús en casa de Marta y María») y de Van Dyck, que representa a «Cristo y la mujer adúltera», o con una «Última cena» de Joan de Joanes. La muerte del Mesías encuentra una expresión grandiosa en «Preparativos para la crucifixión», de Juan Ribalta, que bebe probablemente de la visión tenebrista de Caravaggio. Pero la historia del Cristianismo no acaba con la muerte en el Gólgota, ni siquiera con la resurrección. La exposición no se olvida de los capítulos que siguen, los protagonizados por los padres fundadores de la Iglesia. Doctores y sabios. San Antonio, San jerónimo, San Bernardo, San Ildefonso, Santa Teresa que se suma a esta parte del recorrido en su éxtasis. Óleos de Zurbarán, Goya, Velázquez, que somete a Santo Tomás a tentaciones, o un apacible San Ildefonso de Murillo. Y, al fin, la resurrección de la carne. El final. Los días de ira y el apocalipsis. El recorrido llega a la muerte: el esqueleto bailón de Gutiérrez Solana dialoga con el «In ictu oculi» de Valdés Leal y con la visión de Ezequiel, según Francisco Collado. Polvo eres y al polvo volverás, nos dice este compendio de maestría, cuya visita sin duda resulta recomendable antes de que tal cosa suceda.

Cinco joyas con historia

«Oración en el huerto»
- La exposición cuenta con dos óleos de Goya. El primero es esta pequeña tabla pintada en 1819, casi un boceto que refleja un gran nivel de angustia y recuerda a sus pinturas negras.
«Arcángel San Miguel»
- Como guerrero alado, el arcángel vence al demonio en esta talla de dos metros de alto de Gregorio Fernández, que se expone en grupo junto a San Gabriel y San Rafael.
«Tríptico de la Anunciación»
- Obra de Joos van Cleve de (1540-1541, en la imagen, la tabla central) de la Catedral de Santo Domingo de la Calzada narra la Anunciación, flanqueada por San Juan en Patmos y San Jerónimo.
«San Isidoro de Sevilla»
- Solemne, tranquilo, dotado de sus atributos arzobispales y sus textos que nos recuerdan que fue un gran erudito y compilador, pinta Murillo en 1655 al patriarca cristiano español.
«In ictu oculi»
- Esta obra de Juan de Valdés Leal de 1672 procede de la iglesia del Hospital de la Santa Caridad. Nos advierte de que la muerte llega «en un abrir y cerrar de ojos».

El detalle

La Biblia de Gutenberg y la Seffer Torá
La historia de la religión se codifica en imágenes, pero también en palabras, y esta muestra no olvida recorrer el lugar donde ambos terrenos se cruzan: las hermosas páginas de la Biblia de Gutenberg, impresa en Maguncia entre 1454 y 1456, procedente de la Biblioteca Pública del Estado, de Burgos, es uno de los tesoros que exhibe. No muy lejos, un legajo con fragmentos del Sefer Torá, el Libro de la Ley judío, procedente acaso de Calahorra o de Tudela, fechado en el siglo XIV o XV. Otra joya bibliográfica es el Beato del Burgo de Osma, iluminado por Martín, de 1086, que muestra un mapa del mundo con los sepulcros de los apóstoles.
- Cuándo: hasta el 12 de abril de 2015. De lunes a domingo.
- Dónde: Fernán Gómez-Centro Cultural de la Villa. Madrid.
- Cuánto: 7 euros, entrada general (5, entrada reducida). www.asuimagen.es

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