Museo Reina Sofía

La calle del arte levanta la voz

Con el debate del mecenazgo sobre la mesa visitamos Doctor Fourquet, el paseo de las nueve galerías. Defienden su contribución al patrimonio nacional y ven «crítica» la situación por la subida del IVA

DE MURCIA A MADRID. Pepe Martínez Calvo (izquierda) y Luis Valverde en Espacio Mínimo
DE MURCIA A MADRID. Pepe Martínez Calvo (izquierda) y Luis Valverde en Espacio Mínimolarazon

Hay una calle de Madrid en la que una mañana gélida de miércoles los turistas pasan a ver exposiciones gratuitas. Son salas pequeñas, que no dan para un empacho de arte, pero ni a usted ni a mi nos cuestan un duro. La calle es Doctor Fourquet y tiene muy poco de especial, en realidad, es bastante estrecha. Allí se han ido reubicando o abriendo hasta nueve galerías de arte en dos aceras que hacen el efecto de un imán junto a virutas de hierro. Y allí hay que acercarse para pulsar el sentir del sector, que vive tiempos convulsos a favor de una Ley de Mecenazgo y que pide unánimemente que el Gobierno dé marcha atrás con la subida del IVA cultural. Y a pie de calle, en cambio, existe disparidad de opiniones sobre la confianza en los políticos o a la hora de hacer un balance de Arco sin ruido de fondo.

El patrimonio nacional

Por orden de numeración de local en este corredor del arte, se ubican las galerías Maisterravalbuena, Eva Ruiz, Nogueras Blanchard, García Galería, Casa Sin Fin, Helga de Alvear (la más veterana), Espacio Mínimo, Moisés Pérez de Albéniz y Fúcares. Tienen claro una cosa: están reunidas porque, de otra manera, es más difícil. Abre fuego Pepe Martínez Calvo, de Espacio Mínimo: «De todo ese debate, lo que me interesa es el contexto que pueden favorecer las instituciones, y que me permitan trabajar. Porque favorecer el coleccionismo no es ni más ni menos que favorecer el patrimonio nacional. Cualquier colección hecha con un mínimo de sentido pasa, en dos o tres generaciones, a ser del Estado. Será de todos. Y la consecuencia de esa ausencia de coleccionismo durante el franquismo es que nos ha dejado un hueco enorme en obras de arte del siglo XX en España. Precisamente porque en EE UU no hay aranceles, así está el MoMA, lleno de arte europeo. No sé si hay alguien ahí fuera que piense», dice en referencia a la subida del IVA cultural. «Es un desastre –apunta Joaquín García, de García Galería, el último en instalarse en esa calle–. Y en nuestro caso, somos doblemente damnificados, porque, además de industria cultural, somos una pyme. Los toros, en cambio, siguen teniendo el IVA reducido». «Podemos pedirle a la gente que haga un ejercicio de responsabilidad, pero no de estupidez. Si hay 15 puntos de diferencia en el precio, nadie va a comprar una obra de arte a una galería española», apunta Moisés Pérez de Albéniz. «Un desastre para las galerías que apoyamos al artista español», resume Belén Valbuena, de Maisterravalbuena. La percepción es que, cuanto más veterana es la galería, más crítica se muestra con la situación actual.

La solución ya la barrunta Luis Valverde, de Espacio Mínimo: «Se firmarán los contratos de venta en Biarritz, Burdeos o Portugal. Y el Estado conseguirá lo opuesto que espera: menos recaudación de impuestos. Hasta ahora, nosotros enmarcamos, restauramos, imprimimos y aseguramos en España. Pero si me cargan un impuesto que no puedo asumir, empezaré a hacerlo todo en México». «Hay muchos pequeños negocios aquí cerca que viven de las galerías. ¿Cuántos cerrarán?», pregunta García.

Una de las claves del asunto es la fragilidad del coleccionismo español, que es el que «paga» la subida de impuestos, y cuya fuerza ha sido descrita por la Fundación Arte y Mecenazgo de «raquítico», al alcanzar apenas un global de 300 millones de euros, una minucia en Europa. «Llevamos ya dos años en que la única fuente de supervivencia son los compradores extranjeros. Más del 90 por ciento de nuestras ventas en el último año. Que alguien me explique entonces para qué seguir abiertos aquí si no hay coleccionismo. O que alguien me diga quién hace la ''marca España''. La marca España la hacemos nosotros, gastando 50 o 60.000 euros en ir a una feria internacional con un stand en el que pone Spain», asegura Martínez.

Precios asequibles

Pérez de Albéniz, que habla a título individual pero que es Presidente del Consorcio de Galerías, asegura que la aparición de nuevos coleccionistas «ya no existe. La bonanza económica había permitido la aparición de profesionales liberales que se interesaban, una especie de mercado incipiente que ya no se ve. El mercado nacional es paupérrimo». En García hacen lo suyo para que surjan estos nuevos interesados en el arte: «Nuestros precios son extraordinariamente asequibles. Te aseguro que muchas obras cuestan menos que el sofá de tu casa». Todos insisten en que su trabajo es cualquier cosa menos elitista. «Estamos abiertos en un horario amplio y gratuito. En conjunto son miles de exposiciones. Una labor que no ha sido correspondida con el trato de las instituciones», dice Pérez de Albéniz.

Esa fragilidad de mercado es la razón para reunirse en una calle gremial, como en la Edad Media. «La convivencia es magnífica. Nosotros enviamos a nuestros propios compradores a que vean algo que les pueda interesar en otra galería. Antes, los llevábamos del brazo, ahora hemos hecho un plano conjunto», apunta Valbuena. «Cuanto mejor le vaya a mis compañeros mejor me irá a mí. Ningún galerista puede creer que un cliente es sólo suyo. Es más, me conviene que su colección, donde estén mis obras, tenga otras piezas de mucha calidad que dialoguen con las mías. Nadie me hace mejor publicidad que un coleccionista enseñando su casa», dice Pepe Martínez (Espacio Mínimo). Intentan abrir las mismas horas, hacen vida asociativa. Ni hay competencia ni ha habido bajada de precios por la subida de impuestos. «No lo hemos repercurtido, hemos asumido el impacto nosotros».

Tienen pocas esperanzas de que la situación vaya a mejorar. «Estoy cansado de perder el tiempo con políticos. No espero nada de ellos y no hay nada que me indique que esto vaya a cambiar», apunta Martínez, bastante alejado de las posiciones de «moderado pesimismo» que expuso la Fundación de Arte y Mecenazgo esta semana al presentar su borrador para una nueva ley. «De nada sirven las reuniones si luego no te escuchan», apuntan desde García. «¿Nuestro futuro? Como el de cualquiera. Cuando abrimos hace 20 años, compramos un espacio de libertad y eso tiene un precio y hay días que lo pagas. Si todavía hay gente a la que le interesamos, seguiremos. Si no, bajaremos la persiana. Nosotros nos vamos todos los meses fuera para mantener el negocio, pero sería injusto que mis instituciones me aboquen a emigrar de forma permanente para sobrevivir», zanja Valverde. Aunque el sector es muy dado a los dramatismos, hay posibilidades de reconducir la situación: la nueva y tan esperada Ley de Mecenazgo irá al Parlamento y ese es el lugar donde deben buscarse soluciones. No será fácil, pero muchos creen que es posible. Ambas partes deben sentarse a dialogar.

NOVELES Y VETERANOS

La primera en llegar a Doctor Fourquet, a espaldas del Museo Reina Sofía, fue Helga de Alvear, en 1995, y fue en 2000 cuando Espacio Mínimo llegó procedente de Murcia. En 2000, Maisterra- valbuena. En 2011, Casa Sin Fin, y, a continuación, los barceloneses Nogueras Blanchard, Eva Ruiz y el estreno de García Galería. Norberto Dotor, de Fúcares, se mudó aquí, al igual que Pérez de Albéniz, desde Pamplona

División de opiniones en Arco

Que cada uno cuenta la feria según le va en ella es una expresión que ni pintada para Arco. Ante la opacidad y la dificultad de balances el día de la clausura, el ministro Wert aseguró en una entrevista con LA RAZÓN que «hay galeristas que me consta que han vendido este año más que nunca». Pérez de Albéniz dice que este año «ha ido bien a pesar de los augurios. Arco es un buen punto de encuentro». Joaquín García cree que «el nuevo equipo lo está haciendo fenomenal. Ha mantenido el nivel pero añadiendo nombres interesantes. Quien conoce lo que hay fuera, sabe apreciar el esfuerzo. Aún más teniendo en cuenta lo difíciles que están las cosas». Mucho más críticos son en Espacio Mínimo, cuyo balance apenas es para «cubrir gastos. Ganas lo como en una venta mediana en otras ferias». «Es, de lejos, la menos productiva de las diez a las que vamos», apunta Martínez. «Necesita reducirse y mejorar la calidad. Si en España no hay mercado ni coleccionistas, ¿por qué una feria?», asegura Valverde. Para Belén Valbuena, esta edición «ha ido bien. Se produce ese efecto burbuja de gente que espera para comprar allí. Por lo que sé de mis compañeros, la cosa no ha ido tan mal...». Depende de dónde preguntes.