La galerista española acusada de nazi
Lucía Diego está en Londres y desde hacía días sufre la violencia de radicales de izquierda por una muestra sobre cómo la red trata la homofobia y el antisemitismo
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Lucía Diego está en Londres y desde hacía días sufre la violencia de radicales de izquierda por una muestra sobre cómo la red trata la homofobia y el antisemitismo
El mundo del arte, manifestaciones con carteles de «Haz que los racistas vuelvan a tener miedo» y fotos de Donald Trump. Y detrás de este enrevesado triángulo, una española. Cuando Lucía Diego abrió en 2015 una galería en Londres «con la intención de estudiar el impacto de internet y la tecnología en la cultura y la sociedad», jamás pensó que su vida iba a cambiar hasta el punto de tener que dejar su casa y salir a la calle camuflada bajo un gran gorro y con bufanda para no ser reconocida. Tras haber recibido varias amenazas está barajando la posibilidad de abandonar el país. «Aquí ya no sé si voy a poder hacer nada porque me han convertido en la “galerista nazi”», asegura a LA RAZÓN. Su nombre aparece ahora en los rotativos de ambos lados del Atlántico tras la polémica generada en torno a una exposición centrada en los llamados «alt-right», «frogtwitter» y «Nrx», movimientos nacionalistas que se han hecho famosos en las redes sociales por sus asociaciones, según sus críticos, con el antisemitismo, racismo e islamofobia. La muestra se inauguró dos días después de la victoria de Trump y presentaba, entre otros, impresiones de tweets, estatuillas grabadas con imágenes de «la rana Pepe» –una caricatura que se ha vinculado al antisemitismo– e incluso un altar donde se podía practicar «meme-magic» y estaba repleto de ofrendas como velas, memes y amuletos. El título, «71822666», hacía referencia a unos mensajes que vaticinaban el triunfo de Trump en la plataforma «web 4chan», ligado a las subculturas y activismo on line, y donde los usuarios publican sus opiniones de manera anónima.
- Ventanas rotas
«Todo el mundo discute estos días sobre el resurgimiento de los populismos y los nacionalismos ante los problemas globales que estamos viviendo. Y yo lo único que hice fue trasladar el debate al mundo del arte. En ningún momento apoyo el antisemitismo, la homofobia o la misoginia, pero me parecía muy interesante crear una plataforma para discutir la respuestas de estas ideologías en Internet, donde incluso se ha creado un lenguaje propio», matiza. En los últimos días se han organizado protestas frente a su galería, LD50, donde la fachada muestrapintadas con la esvástica y ventanas rotas por las piedras que han tirando durante varias noches.
La exposición en sí cerró en enero sin acaparar ningún titular. Pero es ahora cuando ha cobrado todo el protagonismo, después de que la artista londinense Sophie Jung publicara un mensaje en Facebook donde pedía a sus colegas dejar de trabajar con Lucía Diego por haber apoyado las políticas migratorias de Trump. «Todo empezó cuando le mande un mensaje por privado expresando mi decepción a las medidas adoptadas por el MoMa», explica la española. El mes pasado, el reputado museo neoyorquino cambió parte de su colección permanente por obras de artistas de los siete países de mayoría musulmana afectados por el veto de entrar a EE UU emitido por el nuevo inquilino de la Casa Blanca.
Creaciones como las del iraní Charles Hossein Zenderoudi sustituyeron a las de Picasso, Matisse o Picabia. «Dije que no me parecía bien retirar las obras de estos artistas tan importantes y que en su lugar podían haber hecho una exposición centrada en los musulmanes. Dije que la respuesta del mundo del arte ante el triunfo de Trump me parecía desproporcionada y que respetaba la prohibición como medida migratoria temporal hasta que se efectuara la transición de un gobierno a otro. Pero la respuesta de Jung fue publicar un mensaje público pidiendo a la gente que dejara de trabajar con mi galería por apoyar a Trump», explica.
En cuestión de minutos, el mensaje de Sophie corrió como la pólvora en las redes y centenares de personas comenzaron a dejar comentarios en contra de Lucía. El pasado 25 de febrero docenas se manifestaron frente a la galería con carteles de «No a los nazis». Desde entonces, los actos de vandalismo no se han dejado de suceder. «Me parece increíble todo lo que está pasando», asegura la española. «Ves cómo los que se consideran de izquierdas se comportan más como una organización fascista que los propios fascistas», recalca.
Con respecto a sus ideas políticas, la galerista se considera «de centro» y recalca que «algunos progresistas llevan a menudo su doctrina de la defensa de lo políticamente correcto demasiado lejos». «El mundo del arte está monopolizado por la izquierda y en el momento en que te sales de lo políticamente correcto y planteas un debate te etiquetan. Es lo más fácil. Nadie se para a analizar qué hay detrás. Yo no miro si un artista es de derechas o izquierdas, sino si lo que ofrece tiene relevancia para el debate social», asegura. La galerista explica que hasta hoy sólo había trabajado con artistas considerados progresistas, pero ahora ninguno la ha apoyado. Es más, algunos, influidos por la polémica, le han pedido que retire sus obras.
- Una web vigilada
La página web de la galería se mira con lupa y el hecho de que Lucía Diego organizara este verano unas conferencias sobre la temática que luego se analizó en la exposición ha dado más munición a sus críticos, sobre todo por el perfil de los ponentes. Entre ellos se encontraba Peter Brimelow, un autor que aboga por la restricción de la inmigración, y Brett Stevens, quien escribió un artículo donde, según sus detractores, defendía a Anders Behring Breivik, el hombre vinculado a la extrema derecha que mató a 77 personas en 2011 durante un ataque en Noruega. «En primer lugar, yo no puedo hacerme responsable de lo que la gente ha escrito hace años. Pero, además, el artículo no era una defensa a estos ataques sino una reflexión sobre cómo estaba fracasando el sistema. Stevens habló en las conferencia sobre el nihilismo desde una perspectiva nietzschana», defiende la galerista. «La decisión de no invitar a ningún ponente progresista fue premeditada, ya que sabía que el público con sus opiniones y preguntas equilibraría el discurso como de hecho pasó», matiza.
La española siente que no le han dado oportunidad de explicarse y que no le queda otra opción que «esperar a que el tiempo calme un poco las cosas y que se den cuenta que esto es un centro de exposición y debate artístico, y que la galería no tiene ninguna postura política». «No tiene sentido que un país con una tradición tan liberal como el Reino unido, haya un grupo de individuos que empleando la violencia, pretenda no dejarme desempeñar mi trabajo libremente», señala.
El arte contra el populismo
La galerista (en la imagen, cubriendo su rostro con un tuit de la exposición para mantener el anonimato) lleva varios días sin dormir y vive con amigos por miedo a estar sola en casa, pero se siente «contenta». «Me alegro que esto haya servido para abrir un debate. La sociedad está viendo la respuesta del mundo del arte a los populismos y nacionalismos. Mi galería ha roto con el pensamiento único».