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La misteriosa «La dama del unicornio» vuelve a su rincón de París

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Los tapices de "La dama del unicornio", joya del medievo descubierta a mediados del siglo XIX, vuelven con más color y fuerza al parisino Museo de la Edad Media
Los seis tapices de "La dama del unicornio", joya del medievo descubierta a mediados del siglo XIX, vuelven con más color y fuerza que nunca al parisino Museo de la Edad Media, donde su sala ha sido también remozada para la ocasión.
De gran originalidad y maestría técnica, el refinamiento de este conjunto presenta una gama de color de hasta treinta tonalidades diferentes, creadas a partir de tinturas vegetales como la orchilla para los tonos violetas o la garanza para los carmesíes, cuya naturaleza ha sido respetada en la restauración.
Tras un intenso trabajo de conservación, las seis misteriosas damas de los tapices flamencos, datados hacia 1500, han regresado desde esta semana para fascinar de nuevo a los visitantes con los secretos que esconden esas jóvenes, siempre acompañadas de animales comunes y de un unicornio.
Para la directora del museo, Elisabeth Taburet-Delahaye, "el misterio reside en muchos ámbitos", entre ellos el de la iconografía, que generalmente se ha interpretado como representación de los cinco sentidos y de un sexto, sobre el que ella se interroga cuál podría ser, "¿un sentido interno?".
Los enigmas de estas telas también van más allá de su desconocida autoría, dado que no se sabe a ciencia cierta quién los encargó. Aunque los escudos de armas que aparecen una y otra vez pertenecen a la familia Le Viste, se desconoce qué miembro pudo haberlos solicitado.
La directora del museo se pregunta además cómo llegaron desde ese palacio parisino de Jean o Antoine Le Viste hasta el Castillo de Boussac en Creuse, en el centro de Francia, donde los encontró Prosper Mérimée en 1841.
Descubiertos por este inspector de los monumentos históricos, los tapices fueron adquiridos en 1882 por Edmond Du Sommerard, primer director del Museo de Cluny, donde han descansado hasta ahora.
Expuestos en una rotonda con iluminación cenital directa, los hermosos tejidos fueron degradándose con el tiempo a causa del polvo y de la luz, y pese a que su estado no era terminal, se hizo necesario actuar.
"Se ha tratado esencialmente de una limpieza (...) Más que nada, una operación de conservación, es decir, no se ha intervenido en absoluto de forma fundamental", matizó Taburet-Delahaye.
Este trabajo se desarrolló entre abril de 2012 y febrero de 2013 y se confió a un grupo de restauradoras especializadas en textil, supervisadas por una comisión presidida por Marie Lavandier, directora de los centros de restauración e investigación de los museos de Francia.
Además, se retiró el forro trasero protector y se colocó uno nuevo junto a un conjunto de elementos que facilitan "una mejor conservación para las generaciones futuras y una mejor presentación para los visitantes de hoy", subrayó Taburet-Delahaye.
La disposición también ha variado pues, retando a la cuadratura del círculo y valiéndose de grandes paneles, el museo ha transformado la tradicional rotonda en un espacio cuadrangular de paredes con planos inclinados, sobre los cuales la distribución del peso de los tapices evita su deformación.
A partir de ahora estarán dispuestos de izquierda a derecha, de modo que presentan los sentidos desde el más terrenal de ellos, el tacto, hasta el más etéreo, la vista, tras el que se presenta el misterioso sexto tapiz, el único con una inscripción, que reza "Mon seul désir"("Mi único deseo").
Sin embargo, una vez restauradas y antes de volver a su hogar, estas damas hicieron un segundo viaje desde que se instalasen en el Museo de Cluny, pues durante el cierre de su sala visitaron las ciudades japonesas de Tokyo y Osaka, un préstamo cuyo único precedente tuvo lugar en 1973 en el Museum of Art de Nueva York.