Un gran cuadro sobre la gesta del Glorioso se incorpora al Museo Naval
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El Rey ha presidido hoy el acto de entrega al Museo Naval del cuadro “El último combate del Glorioso”, obra del pintor Augusto Ferrer Dalmau, que rinde homenaje al mítico navío que en 1747 sucumbió a la flota británica tras haber resistido dos ataques de los ingleses durante su travesía desde América a España.
Para reconstruir la epopeya del Glorioso, el artista ha contado con la ayuda del académico y escritor Arturo Pérez-Reverte, experto en la recreación de episodios históricos, en especial aquellos que tienen a la Armada española como protagonista.
“El último combate del Glorioso”, óleo de 170 por 190 centímetros, ha sido donado por la Asociación de Amigos del Museo Naval, que hizo el encargo para recuperar la memoria de un hecho heroico, porque aquel navío sólo se rindió después de tres batallas contra doce barcos enemigos y cuando ya había desembarcado su carga millonaria.
Con 70 cañones y un nombre “premonitorio, de los que condicionan y obligan”, en palabras de Pérez Reverte, en 1747 el Glorioso regresaba de La Habana, capitaneado por Pedro Mesía de la Cerda, con cuatro millones de pesos en monedas de plata en sus bodegas.
En su trayecto, cerca de las Azores, se cruzó con un convoy inglés escoltado por tres barcos de guerra, el Warwick, la fragata Lark y un bergantín, que no dudaron en atacarlo para hacerse con su cargamento.
El navío español resistió e incluso hundió la fragata, hasta que el Warwick huyó “con el rabo entre las piernas”, según ha relatado el escritor en la presentación del lienzo, en una de las más vistosas salas del Museo Naval.
Dispararon los españoles más de mil cañonazos y 4.400 cartuchos de fusil, pero su odisea no había acabado, porque un mes más tarde, rumbo a Finisterre, fue interceptado por el navío Oxford, la fragata Shoreham y la corbeta Falcon.
“Pero el comandante Mesía y su gente eran de esa casta de marinos que aprieta los dientes y venden caro el pellejo”, agrega el autor de “El pintor de batallas” y “Cabo Trafalgar”.
Nueva batalla y nueva retirada de los ingleses; pese a los daños sufridos, el Glorioso pudo fondear en Corcubión y desembarcar los caudales.
Su singladura acabó el 19 de octubre de 1747, en travesía hacia Cádiz para reparar daños, cuando por tercera vez se encontró con los británicos, a la altura del Cabo de San Vicente.
Eran tres fragatas corsarias con 960 hombres a bordo y 120 cañones, a las que se unieron otros dos navíos ingleses.
La desventaja numérica no fue obstáculo para que el barco español resistiera dos días e incluso volara un barco inglés, aunque finalmente tuvo que rendirse, después de 33 muertos, con 130 heridos a bordo y sin munición.
Eso sí, Arturo Pérez-Reverte ha explicado que la “hazaña final” correspondió al propio navío, tan maltrecho que, cuando los ingleses lo remolcaron a Lisboa para repararlo e izar en él su pabellón, no hubo forma de mantenerlo a flote y tuvo que ser desguazado.
“Ningún inglés navegó jamás abordo de ese barco”, ha concluido.
Toda esta historia es la que ha tratado de evocar el pintor Ferrer Dalmau, especializado en recrear escenas militares, en un trabajo pictórico y de investigación de tres meses que ha reconocido “muy complejo y laborioso”, siempre con ayuda del escritor.
El Rey Felipe VI ha escuchado los testimonios de ambos antes de descubrir el cuadro, en el que se ve al Glorioso desarbolado, con el pabellón deshilachado y sometido, poco antes de su rendición, al acoso de los cañonazos ingleses.
Han asistido también al acto el almirante jefe del Estado Mayor de la Armada, Jaime Muñoz-Delgado; y el presidente de la Asociación de Amigos del Museo Naval, el almirante José Ángel Sande Cortizo.
También el director del Órgano de Historia y Cultura Naval, José Antonio González Carrión, quien ha destacado que la dotación del Glorioso atesoraba valores como el valor, la disciplina, la honradez, el espíritu de servicio y la lealtad.