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Arteria: la SGAE sólo recupera en ventas el 6% de lo que invirtió

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A punto de cumplirse un año de las últimas elecciones, la entidad hace balance para LA RAZÓN.
El 27 de abril de 2012, por fin, un nombre que no era el de Teddy Bautista salía de las urnas de los socios de la SGAE como presidente del Consejo de Dirección de la sociedad de los autores españoles. El nuevo equipo se enfrentaba a un reto todavía mayor que mejorar la imagen de la entidad peor valorada de España: airear una casa que, según muestran los sumarios judiciales, estuvo demasiado tiempo sometida al clientelismo y las decisiones autoritarias de un mesías de los derechos de autor. Julia Altares, actual portavoz de la entidad, habla con LA RAZÓN sobre el primer año del nuevo equipo.
Balance de la gestión. El nuevo equipo directivo insiste en que únicamente han podido tratar de encauzar una «situación heredada». «Hemos conseguido rebajar, los gastos al máximo». Esto no solo es importante por las deudas del pasado, sino porque la recaudación, con la crisis, no ha dejado de bajar. Acaban de conocer el dato definitivo de la recaudación de 2012: 268 millones, la que supone una caída del 16,1%. Hay que recordar que en 2011 el balance de la entidad fue negativo, con unas pérdidas de 13,5 millones, mientras que las de 2010 alcanzaron los 6,3 millones. Así que el presupuesto con que contaba la entidad para su funcionamiento, que en años anteriores estaba entre los 80 y 100 millones, se ha reducido por debajo de los 50. Para eso, entre otras medidas, se cerraron sus oficinas en Shanghái y Nueva York y se redujo el sueldo a sus directivos un 8%. La SGAE, además, recuerda que sufre un alto índice de morosidad, y fija en 130 millones la deuda que tienen contraída con la entidad televisiones, empresas e instituciones públicas. Sin embargo, algunos socios, como Fernández Sastrón aseguran que este descenso en las arcas se debe a «una débil, ingenua y timorata negociación» por parte de la cúpula de la sociedad.
Los derechos pendientes de identificar. Lo que más sorprende es que una sociedad que asegura tener semejantes pérdidas conservara una bolsa de 145 millones de euros en concepto de derechos de autor no indentificados pendientes de repartir. Como se explicó durante la campaña electoral, el motivo de tan abultada cifra fue el escaso interés de la cúpula anterior por solventar pequeños detalles en la identificación del repertorio (por ejemplo, que bailara alguna letra en el título de una canción), pues era de este fondo del que se alimentaba la red Arteria, que permitió construir y comprar teatros a Bautista. Reixa prometió que un equipo de 30 personas se pondría manos a la obra, y, aunque calculó que a final de 2012 se habría rebajado esa cifra en 60 millones, lo cierto es que, aunque el avance es significativo, resulta menor de lo esperado: 70 millones identificados hasta la semana pasada, muchos de los cuales se repartirán en la próxima liquidación de julio. «Los socios no han notado en la liquidación la disminución de actividad por la crisis y el aumento del IVA cultural porque se han podido identificar muchas obras», apostilla Altares.
Las complicadas ventas de Arteria. El pasado junio, tras tomar posesión y después de unas cuantas auditorías, Reixa fijó la inversión total en Arteria, la red de teatros de la SGAE en 250 millones, de los cuales 120 provenían de créditos «sobregarantizados con avales formulados en forma de bono». Por tanto, procedía un plan de desinversión, ya que si en algo estaban de acuerdo los nuevos gestores es que la SGAE no se había creado para forjar una red inmobiliaria: «Ya que la inversión fue tan bestial, lo que hemos vendido con mayor urgencia, aunque fuera por debajo del precio de mercado, era aquello que nos estaba ocasionando pérdidas, pues también los edificios hay que mantenerlos». Es decir, los de México, Buenos Aires y Nueva York. Lo cierto es que estas operaciones le han reportado a la entidad menos de 15 millones de euros, es decir, apenas un 6% de lo que se invirtió. Dada la situación del mercado, la junta directiva ha decidido mantener los teatros de Madrid en régimen de alquiler y lo mismo en otras ciudades españolas como Barcelona y Bilbao, por no hablar de la mastodóntica obra de Sevilla en la que aún no se ha encontrado, ni siquiera, inquilino de alquiler.
Aumentar la transparencia. Es cierto que la comunicación con la Prensa es más fluida y que es posible compartir cifras que en tiempos anteriores sólo estaban disponibles en la memoria anual y de forma bastante farragosa, pero el equipo directivo dice que ha ido más allá con la contratación de una nueva directora general (Natalia Garzón Pacheco) y un director financiero (Luis Felipe Palacios Alonso), ambos inspectores de Hacienda. Sí permanecen en el organigrama Pablo Antonio Hernández Arroyo, director de los servicios jurídicos durante la etapa anterior, y Francisco Galindo, secretario general.
Reciclaje de los inspectores. La red comercial de la SGAE fue otra de las claves de la mala imagen de la entidad. Los actos benéficos y su enfrentamiento crónico con las peluquerías pusieron a la sociedad de gestión en el punto de mira de la opinión pública. Altares asegura que se ha instaurado un Código de Buenas Prácticas y que sus 150 agentes han pasado por cursos de reciclaje. Pero aun así no entiende la controversia porque juzga las tarifas como «nada abusivas»: menos de un euro por comensal en las bodas o de 70 céntimos al día por hacerse con el repertorio SGAE en establecimientos como las peluquerías.
La Fundación Autor se llamará Fundación SGAE. Hablando de imagen, la casa de los autores considera que, para un elemento inequívocamente positivo que tiene, la labor asistencial a sus socios, no obtiene la rentabilidad social suficiente. pues se realiza bajo el paraguas de la Fundación Autor, por eso han decidido que pase a denominarse igual que la entidad. La reducción de los gastos de funcionamiento en esta partida es cercana al 80%, según Altares, a pesar de que apenas se invertían en la época anterior 300.000 euros anuales a esta actividad que parece esencial en una sociedad así.
Dar más peso al audiovisual en la junta directiva. La procedencia musical de Bautista hizo que el pequeño derecho estuviera sobredimensionado en la junta; ahora, un grupo de trabajo estudia la transformación de los estatutos, así como el sistema de reparto. Altares confirma que se han establecido conversaciones con DAMA, la entidad de gestión de los guionistas, que dejaron la entidad por este motivo.
Una moción de confianza en menos de un año. La junta directiva de la pasada semana albergó una votación para ratificar la confianza de la cúpula en el presidente Reixa. El resultado fue de 27 votos a favor, 10 en contra y 2 abstenciones, entre ellas la del propio afectado. Aunque tuvo que crearse esta figura, que no estaba contemplada en los estatutos, algunos socios han criticado que tuviera que celebrarse sin apenas haber transcurrido un año de mandato. La propia portavoz de la SGAE califica el motivo como «feo»: la Axencia Galega de Industrias Culturais (Agadic), que dirigía Juan Carlos Fernández Fasero, ahora responsable de la SGAE para Galicia, Asturias y Cantabria, aprobó una ayuda de 142.665 euros para la productora de Reixa. La entidad asegura que se trata de una «ayuda automática», es decir, que no estaba sometida a ningún tipo de comité previo y que, de todos los currículum que llegaron, el de Fasero era el mejor.

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