Así viven las Jane Austen 2.0
Photoespaña ya está aquí. Cada año dispara sus tiros certeros en forma de exposiciones. Alejandra Carles-Tolra expone a partir de mañana el trabajo realizado a las «Janeites» o seguidoras de Jane Austen, mujeres, en su mayoría.
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Photoespaña ya está aquí. Cada año dispara sus tiros certeros en forma de exposiciones. Alejandra Carles-Tolra expone a partir de mañana el trabajo realizado a las «Janeites» o seguidoras de Jane Austen, mujeres, en su mayoría.
Vestidos vaporosos estilo Regencia de talle alto, adornados con bolsitos de seda. Muchachas en flor que dejan los teléfonos móviles guardados en un cajón durante diez días. Algunas. Otras, tocadas con sombrero y zapatos de terciopelo de medio tacón o botines de piel se sientan a trabajar con el portátil y consultar correos. Un grupo cose, otro más numeroso teje. No, no es una escena sacada de una película. Es, más bien, un peculiar viaje al pasado sin añoranza alguna, de un grupo de seguidoras de la escritora Jane Austen, notable autora que vivió a caballo entre los siglos XVIII y XIX. No son legión, pero sí las suficientes como para tener un grupo que coordina actos y encuentros en Reino Unido y que acostumbra a reunirse al calor de las páginas de una mujer de otro tiempo que les ha marcado las vidas. La historia le pilló por sorpresa a una fotógrafa, Alejandra Carles-Tolra, quien decidió poner el objetivo en este grupo que viajaba cada cierto tiempo a siglos pasados. La Jane Austen Pineapple Society está formada en su mayoría por mujeres que comparten una fortísima ligazón con el pasado en pleno siglo XXI. Se hacen llamar «Janeites» y se reúnen y celebran fiestas como si estuvieran en pleno periodo de la Regencia.
Cuando la fotógrafa descubrió esta curiosa comunidad por primera vez se quedó perpleja. «Yo vivía en Reino Unido y me fui un día a visitar Bath, una localidad a hora y media de Londres. Ví un grupo de gente vestido de manera tradicional que estaban disfrutando de un picnic. Me acerqué y me interesé por lo que hacían. Fueron ellas quienes me dijeron que había seguidoras de Austen que lo llevaban más al extremo. Lo investigué durante meses y di con un grupo que se llama las ''Janeites''», cuenta. ¿En qué se centró su trabajo? «Traté de ver lo que podían sentir determinados individuos con una entidad de grupo fuertemente marcada. Se trataba de analizarlo como fuerza para hallar una identidad». Descubrió un blog denominado Laughing Whit Lizzie, iniciado por Sophie Andrews en el que la escritora de «Orgullo y prejuicio» lo monopolizaba todo. Ella era el principio, el fin y la verdadera razón de ser. Así cuenta en su blog esta mujer que se topó con la escritora siendo una niña: «Tenía solo nueve años cuando vi por primera vez la versión cinematográfica de 2005 de ''Orgullo y prejuicio''. Sin embargo, me convertí en una verdadero fan de Jane Austen seis años después, cuando un profesor de inglés me animó a leer las novelas. Inmediatamente quedé atrapada por la elegancia y elocuencia del mundo y las palabras de esta mujer y desde entonces me he dedicado a estudiar todo lo que tiene que ver con el fenómeno de la escritora», escribe.
El siguiente paso era establecer contacto con la fundadora para adentrarse en la vida de esta comunidad. Y comenzaron los correos y la comunicación regular. Ella sabía que era bastante más que vestirse con trajes largos de talle subido. Que detrás de lo que pudieran parecer meros disfraces se ocultaba más. «Me di cuenta de que no era un simple juego sino algo bastante más profundo cuando una de ellas me dijo que Jane Austen le había salvado la vida. ¡Salvado la vida! Ahí es cuando se me abrieron los ojos, pues yo pensaba que se traba de un grupo de fans como los que existen de Harry Potter o de Star Wars. Era bastante más fuerte porque descubrieron muchas de ellas –la mayoría son mujeres– a la escritora en momentos de vulnerabilidad y sus novelas se convirtieron en una vía de escape, en una evasión y de ahí devino en una realidad paralela que se puede hacer tangible», explica al otro lado del teléfono Carles-Tolra.
¿Cómo son esos encuentros con Austen como bandera? Cada cierto tiempo se decide una reunión que dura unos días, diez por ejemplo. El grupo alquila una casa de campo y ahí se suceden las actividades. Para formar parte de este peculiar club de «Janeites» es necesario que quien ingrese haga el llamado «juramento de la piña» para pertenecer. «He estado años viendo todas las quedadas y conviviendo con ellas y puedo destacar que me llamó poderosamente la atención la necesidad y el deseo de pertenecer a algo que emanaban. Ellas no se consideran meras actrices o intérpretes, sino que mezclan a la persona y al personaje, que acaba por atraparlas, y atraparte», señala.
La fotógrafa confiesa que la primera vez que la vistieron resultó incomodísimo, y que la segunda fue algo más llevadero, «pero yo no soy miembro ni me visto como ellas. Digamos que ahora sé un montón de Austen, pero por mi trabajo. Podía haber cambiado, pero no me sucedió. Austen siempre tendrá un lugar en mi corazón, eso es innegable y gracias a ellas he vuelto a releerla». Define los encuentros entre estas chicas, entre los 20 y los 30 años, fundamentalmente, como «intensos» y subraya que la escritora es una excusa para crear a la postre lazos de amistad y vínculos fuertes entre las chicas: «El grupo ayuda, existe cierta fragilidad que resulta palpable. Y es que cada vez que se reúnen desean que todo funcione a la perfección y que salga bien. Temen al fracaso. Se nota. Esos momentos en que están juntas se convierten para ellas en sagrados».
Hombres, haylos, pero no se definen como «Janeites». Van, o bien para acompañar a su pareja o porque les intriga el lado militar, digamos de la puesta en escena y «lo ven a distancia; se colocan un escudo para observarlo. Yo no los he retratado a propósito ni los he incluido directamente, pero no he impedido que formaran parte de algunas de las imágenes», dice.
La indumentaria merece un capítulo, pues los vestidos los confeccionan las chicas. Algunas se los hacen ellas mismas porque saben trabajar, coser y cortar, y otras se los hacen porque no poseen esos conocimientos. Los trajes son los que se lucían en aquella época, estilo Regencia, con sombreros en forma de capota, lazadas de terciopelo y joyas similares a las de la época. En las reuniones tocan el piano unas; otras tricotan y algunas leen en voz alta las obras de su mentora. ¿Cómo es el ritmo y cómo pasa el tiempo? «Más lento, mucho más. No existen las prisas. Se trata de entrar en otro mundo. Yo lo experimenté, pues al principio me costó adaptarme a ese tempo con el ritmo con el que yo aterrizaba. El contacto físico es fundamental. Y cuando me tuve que ir de aquel remanso de paz me sucedió que tenía dificultades para entrar en el frenesí de Londres. Fue bastante curioso».
Seguro que se preguntan si estas muchachitas con capota y cabellos rizados manejan el móvil o si existen unas leyes no escritas pero sabidas que impiden su uso. Para nada. «Cada una escapa de la realidad como desea, no existen las reglas, eso depende de cada persona. Hay quien no toca un teléfono ni se acerca a un ordenador durante el tiempo que dura la reunión, mientras que otras no paran de hacerse fotos para subirlas a las redes».
La conclusión que extraemos de este interesante experimento es que el hábito no hace al monje, es decir que no solo vestir a lo Austen es ser una «Janeites»: «Quién no se ha disfrazado alguna vez en su vida, pero esta comunidad va bastante más allá pues cada una de las jóvenes se agarra a una identidad a través de la que poder trabajar la suya propia».