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Auge y caída del cómic español

LA RAZÓN ha reunido en el Salón del Cómic de Barcelona a un nutrido y heterogéneo grupo de artistas para conocer los verdaderos problemas del sector

Auge y caída del cómic español
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La situación general del sector, a juzgar por los visitantes al Salón del Cómic, es boyante. Ayer, una riada de jóvenes «otakus» disfrazados, veteranos compradores de sus tebeos de toda la vida, cazadores de firmas... Pero, pese a las apariencias, la crisis ha golpeado al sector, como en todas partes

La situación general del sector, a juzgar por los visitantes al Salón del Cómic, es boyante. Ayer, una riada de jóvenes «otakus» disfrazados, veteranos compradores de sus tebeos de toda la vida, cazadores de firmas... Pero, pese a las apariencias, la crisis ha golpeado al sector, como en todas partes. «La situación del cómic español está mal, pero es que siempre ha estado mal. Nunca se ha pagado de maravilla», resume David Rubín, autor de la saga «El héroe» (editorial Astiberri) y uno de los españoles que pueden presumir de vender a raudales. Rubín fue uno de los siete dibujantes que, invitados por LA RAZÓN, debatieron ayer sobre el momento actual del cómic español, una charla en la que varias generaciones y estilos se dieron la mano. «Ahora se edita más de españoles que nunca, trabajen para nuestro mercado o fuera. Y todos los meses hay novedades, cosa que no pasaba en los 90. Además, va teniendo repercusión en medios, antes no sucedía. ¿Podía ir mejor la cosa? Desde luego, pero hay que ir poco a poco. Y no sólo depende de los autores. También los editores deben currarse la promoción», explica el gallego. Juan Berrio, autor de novelas gráficas como «Miércoles» (Sins Entido) lo ve con moderación: «El cómic va bien y mal. Nos está llegando la crisis por todos lados, y siempre hemos sido una industria pequeñita. Pero venimos de haber vivido el "boom"de la novela gráfica, que no se sabe muy bien qué es, pero parece que es un soporte que ayuda a salir de los guetos de las tiendas especializadas. Aún estamos disfrutando ese impulso. Pero he venido este año a Barcelona con mucha sensación de crisis, por noticias que me llegan de editoriales, gente que está trabajando sin cobrar...». Un autor que conoce bien la industria española y la americana es Pasqual Ferry. Y no es optimista: «Ha sido siempre así. Una industria que se basa en editar tebeos como si fuera un hobby, y que si pegas un pelotazo por suerte, gana algo de dinero el autor, no es una industria». explica. Y aunque no tiene queja de su editor actual (acaba de publica «Mr. Bulb» con Planeta DeAgostini), es muy crítico con el panorama: «Industria no existe», asegura. Y lamenta que en España «hubo el fenómeno de los editores por hobby: personas que tienen un trabajo o una estructura económica que les permite de vez en cuando hacer una novela gráfica con un autor que se muere de ganas por publicar al que, con que le inviten a cuatro convenciones y le paguen unas pesetillas, está contento. Eso dura un tiempo, hasta que esa persona dice: me gustaría vivir. No puedes decir que hay una industria cuando lo que estás haciendo es crear puestos de trabajo que en realidad son falsos». Otro buen conocedor del mercado más potente, el estadounidense, como es José Villarrubia, matiza: «Allí hay dos mundos: el de los proyectos comerciales, en el cual trabajan equipos de artistas con personajes que tienen más repercusión en los medios; y el campo de los comics independientes, proyectos más personales". Aunque, explica el dibujante y colorista, instalado en EE UU y colaborador de grandes autores internacionales,«existen las editoriales allí que publican estas obras, pero la mayoría de los autores no pueden vivir de ello. Se cuentan con una mano. Los otros tienen un trabajo "de día", de ilustrador o para alguna compañía... Los que sí podemos vivir de esto somos los que trabajamos en el campo de los superhéroes". Pere Pérez trabaja desde España, pero para editoriales como DC (ECC edita sus títulos, como «Batgirl»). «Es difícilmente sostenible. Sí que hay casos contados, gente a la que le funciona su obra y puede tener éxito trabajando para el mercado español, pero la mayoría de los tebeos en España se editan por hobby: vas sacando, trampeando, medio subsistiendo...». Curiosamente, en mitad del Salón, un viejo guerrero del lápiz, Enrique Ventura (con EDT ha publicado el homenaje «Nuevas aventuras de Diego Valor»), lamenta que falta otra cosa: «El problema es que no hay lectores: el cómic, a pesar de todos los esfuerzos de grandes autores, siendo algo que, si tu preguntas a alguien al azar por la calle si lee tebeos, te responderá: "¡no, por Dios!". Y Rubín corrobora: «Falta infraestructura lectora, eso es el mayor problema que hay: los lectores son el carbón de esta maquinaria, lo que hace que avance». Ferry y Ventura parecen de acuerdo: «Si esto no cambia, vamos a tener que bailar claqué en el metro».

Maldita piratería

Hay un problema añadido, algo que el mundo de la música y el cine ya conocen hace tiempo: «Ahora, si alguien quiere un cómic y no tiene dinero, se lo descarga», explica Ferry. «En diez minutos puedo tener todas las novedades de Marvel. Si tengo que vender 15.000 o 20.000 ejemplares para que no me quiten el trabajo, y el número 2 ya se lo descargan, la serie la cancelan». Aunque no habla de piratería, tampoco el veterano Miguelanxo Prado, que presenta en este Salón «Ardalén» (Norma), tiene claro que el avance tecnológico no les haya ayudado: «Por desgracia, internet, pese a lo que esperábamos, no se ha convertido en una alternativa. Lo es, magnífica, como escaparate, para mostrar, pero no es una buena opción para comercializar la obra. Aún está por ver cómo se resuelve esa parte de la ecuación».

Todos parece de acuerdo al menos en la otra parte de esa ecuación que menciona Prado: la calidad y variedad del cómic español actual, pese a las dificultades estructurales. Lo tiene claro: «A nivel creativo, magnífico. Pese a todas las lecturas apocalípticas, nunca antes tuvimos tanta variedad, tantas posibilidades de desarrollar proyectos diferentes». Los guionistas y dibujantes españoles pisan ya todos los terrenos: la novela gráfica, el humor, los superhéroes, el manga, el cómic infantil, el de vanguardia... Y deja claro Rubín: «No hay una identidad del cómic español, por fortuna. La gran fuerza que tiene es la variedad de estilos y temáticas». Tanto que no duda en subrayar: «En España hay calidad de sobra para mirar a cualquier otra industria a la cara. Complejos, cero». Todos están de acuerdo. Nombres no faltan, hay una generación de primera, encabezada por los Paco Roca, Max o, en otro terreno, Carlos Pacheco y Salvador Larroca. Pero, si se echa un vistazo a los invitados del Salón, se ve relevo de sobra: Kenny Ruiz, Víctor Santos, Álvaro Ortiz, Jordi Bayarri, José Miguel Fonollosa... Y añade Prado: «Me parece fundamental saber que hay muchas mujeres ya haciendo cómic, y leyéndolo, un vendaval de aire fresco en un medio que estaba dominado por la testosterona y una concepción monolítica». Carla Berrocal, Cristina Durán... «Si no fuese por las limitaciones económicas del medio, hablaría de una situación magnífica».