Balthus: ¿Cree que esta obra puede incitar a la pedofilia?
El artista la pintó en 1938 y ha desencadenado una gran polémica en Nueva York ya que una joven ha recogido más de 8.000 firmas para que el lienzo se retire del Metropolitan. Sin embargo, los responsables del museo han asegurado que no lo van a descolgar
Creada:
Última actualización:
El artista la pintó en 1938 y ha desencadenado una gran polémica en Nueva York ya que una joven ha recogido más de 8.000 firmas para que el lienzo se retire del Metropolitan. Sin embargo, los responsables del museo han asegurado que no lo van a descolgar.
Una niña, adolescente, con una edad indeterminada, echa su cabeza hacia atrás mientras cierra los ojos y se abandona. La luz se cuela por una ventana y ella, que está sentada en una silla, abre las piernas dejando así al descubierto su ropa interior. Es una muchacha llamada Teresa, una modelo que posó en varias ocasiones para Balthus, Balthasar Klossoswski, artista fallecido en 2001. Él la retrató sin llegar a convertirla en una Lolita cinematográfica. Es como si, quizá, le hubiese robado el pintor una pose descuidada mientras ella pensaba en cómo se hacía mayor. Junto a la joven, en esa habitación en ocres, un gato, una de las obsesiones del artista. La obra, pintada en 1938, ha levantado una gran polvareda en Nueva York. Está colgada en el Museo Metropolitano y ahora una mujer, Mia Merrill, ha puesto en marcha una campaña de recogidas de firmas para que la obra se retire porque, según la joven «incita a la pedofilia». El museo (que a finales de 2015 se vio envuelto en otra polémica por un grupo de artistas que pedían la retirada de obras de Renoir pertenecientes a su última época) se ha pronunciado y ha dicho que no lo va a considerar siquiera, mientras la impulsora, aunque no adolescente como la modelo retratada, lleva ya casi 9.000 firmas que piden que el lienzo se aparte del Met a través de thepetitionsite.com.
Huracán Weinstein
En referencia a la decisión del museo, el director de comunicaciones del Met, Ken Weine, salió al paso inmediatamente: «Momentos como este brindan una oportunidad para la conversación, y el arte visual es uno de los medios más significativos que poseemos para reflexionar sobre el pasado y el presente y fomentar así la evolución continua de la cultura a través de una discusión informada con respeto por la expresión creativa». Merrill pide que la obra sea sustituida por la de un artista coetáneo. Puede haber sido la proximidad del caso Harvey Weinstein el que la ha llevado a mirar con otros ojos este cuadro de un artista a quien en vida se consideró fronterizo, fue tildado de pornógrafo y a algunas de sus obras se les colgó el marchamo de «sexualmente explícitas». Hubo compañeros que le dieron la espalda; sin embargo, otros le admiraron si el menor complejo, como Picasso, quien le comentó un día: «Eres el único pintor de tu generación que me interesa. Los demás quieren ser como Picasso. Tú, no». Él mismo llegó a confesar que únicamente había pintado una obra a modo de provocación: «La lección de guitarra», creación anterior a la que nos ocupa, expuesta en la trastienda de la galería Pierre Loeb y que ha sido condenada a vivir en los sótanos del arte tras provocar un escándalo mayúsculo en su momento y cuya exhibición hoy probablemente desencadenaría un seísmo de tal intensidad que es preferible que se guarde bajo llave.
Sexualización infantil
El hecho de que esta iniciativa ciudadana haya pedido la prohibición del lienzo no ha sentado demasiado bien en el Met. Y es que la tormenta artística se mezcla en estos días con la que azota sin piedad al mundo de la música clásica, tras la acusación de abusos sexuales contra James Levine, que fuera director musical de la institución durante años y que el lunes fue apartado de toda colaboración con el coliseo hasta que no se esclarezcan las investigaciones. Las denuncias se van sumando y los certámenes que le repudian, crecen.
Merrill, de 30 años, aseguraque realizó la petición sobre «Teresa durmiendo» «para pedir la retirada de una obra de arte que sin lugar a dudas idealizaba la sexualización de una niña. Si usted está a favor del movimiento metoo, o ha pensando en algún momento en las implicaciones que puede tener el arte en la vida, por favor, apoye esta iniciativa», e incluso pide que la obra fuera acompañada de una cartela en la que se advirtiera a los visitantes que podía herir sensibilidades «por la manera que tiene Balthus de retratar a las jóvenes». Nos recuerda al letrero que daba paso a otra de las grandes muestras del artista, aquella en que años atrás reunió cuadros de niñas y gatos, dos de sus motivos fetiche, y que avisaba al espectador de que algunas de las obras podían molestar al espectador. «Si en aquella ocasión se hizo no entiendo por qué ahora no se puede avisar de lo mismo», asegura.
No es la primera vez que la obra del pintor, hermano del también artista y filósofo Pierre Klossoswski, es objeto de controversia. En 2014 el Museo Folkwang de la ciudad alemana de Essen canceló antes de que inaugurase una muestra que reunía un conjunto de polaroids del pintor francés. «Buscar el escándalo no era nuestra intención», aseguraba el director del centro a «The artnewspaper» ante las denuncias de pedofilia que sobrevolaban la muestra, así como sobre su supuesta «concupiscencia». «Si hubieran sido lienzos o dibujos no habría sucedido nada de esto, seguro que no habríamos tenido problemas», se lamentaba. Las imágenes habían sido tomadas por un ya octogenario artista siempre a la misma modelo, que iba creciendo delante de sus ojos (podría, comparándolo con hoy, ser una experiencia similar a la filmada por Richard Linklater en «Boyhood») ahora recostada en un sofá, más allá en una actitud de dejadez. Trabajaba con ella un día a la semana. Con el fin de evitar las posibles consecuencias legales que se pudieran derivar de su exhibición, el centro optó por cancelar. Las niñas a punto de convertirse en mujeres pueblan bastantes obras de Balthus. Curiosamente y coincidiendo en fechas con esta polémica, la galería neoyorquina de Larry Gagosian mostraba una selección de polaroids del mismo autor. Esta vez estaban en venta, quizá aprovechando el tirón del escándalo alemán, se vendieron a razón de unos 20.000 dólares cada imagen.
Rilke y el gato Mitsou
Nunca escondió Balthus su predilección por retratar a prepúberes, aunque odiaba que se las tildase de Lolitas. Ellas trabajaron frente a su cámara o frente a la tela del pintor con el consentimiento de sus mayores, tal es el caso de la joven cuya exposición en Alemania se canceló. «Las niñas son las únicas criaturas que pueden pasar por pequeños seres puros y sin edad (...) Para mí son sencillamente ángeles y en tal sentido su inocente impudor es propio de la infancia. Lo morboso se encuentra en otro lado», aseguró sobre esas niñas que retrataba con la mirada perdida y sin una sonrisa.
Ellas no ríen, no lloran, tiene los ojos extraviados y posan los brazos de manera indolente sobre una silla o un sofá. Junto a Teresa o Anna, en muchas ocasiones retrata a su gato, Mitsou, un minino de angora que formaría parte de la familia cuando la madre del pintor, separada, se uniera a Rainer Maria Rilke. Tal era la relación entre el pintor y el animal que un día que se escapó, Balthus (así lo bautizaría el escritor, su padrastro) comenzó a pintar de manera enfermiza una colección de dibujos que recordaban los momentos que ambos habían vivido. La serie se abría con el día en que lo encontró en la calle y acababa con el niño llorando por la pérdida. Tanto le impresionaron a Rilke que acordó publicarlas para que pudieran ver la luz en un volumen del que él mismo escribió el prólogo. La relación entre ambos, de la que tenemos conocimiento, entre otros volúmenes, por la edición reciente de «Cartas a un joven pintor», fue bastante estrecha. Balthus le recuerda como «un hombre maravilloso y fascinante». Después vendría la separación de la pareja, pero la madre siempre le mantendría informado de los progresos del incipiente artista: «Está empezando a tener público. Será un gran pintor, ya verás». Y vaya si lo fue.