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Boadella: «Me considero el traidor nacional de Cataluña y estoy orgullosísimo de serlo»

La actualidad le ha obligado a combatir el desafío independentista con todo el humor del mundo, pero sin dar la espalda a los escenarios porque para eso son su casa. Por ello retoma «El sermón del bufón» en los Teatros del Canal
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La actualidad le ha obligado a combatir el desafío independentista con todo el humor del mundo, pero sin dar la espalda a los escenarios porque para eso son su casa. Por ello retoma «El sermón del bufón» en los Teatros del Canal.
Sobre los escenarios se suelen contar historias de ficción, pero cuando la propia vida es una aventura constante y se es un comediante de prestigio, no hay mejor argumento que la realidad para ponerla sobre las tablas. Eso es lo que hace Albert Boadella en «El sermón del bufón», hasta el 22 de septiembre, en los Teatros del Canal de Madrid.
–¿Hay un momento en la vida en el que es preciso hacer un balance artístico, personal y hasta social? ¿De ahí «El sermón del bufón»?
–Puede ser. Escribí mis memorias en 2002 y esto es algo parecido, pero de una manera teatralizada.
–Cuando uno revisa lo suyo ¿queda espacio para el arrepentimiento?
–Sí. Incluso en el propio «Sermón del bufón» hay momentos en los cuales una parte de mí mismo –me desdoblo en, Boadella y Albert– le reprocha a la otra ciertas actitudes artísticas y también personales. Eso diría que casi es imprescindible cuando uno habla de sí mismo, para que no se convierta en una especie de auto homenaje.
–O sea que cuenta en público sus contradicciones...
–Las contradicciones están en todo ser humano pensante –porque hay muchos seres humanos que no son directamente pensantes–, eso es lógico. Lo complicado es hacerlas públicas. Requiere un cierto sentido de distancia sobre uno mismo y de pensar que, en el fondo, pues tampoco hay nada que perder cuando se llega a una edad como la mía, en la cual me siento razonablemente satisfecho de lo que he hecho y tengo un poco la sensación de que vivo un poco de regalo. El riesgo de perder cosas no es tan alto cuando una de ellas es la vida y esto ya lo tienes en tus cuentas.
–¿El paso del tiempo ha cambiado sus señas de identidad dentro y fuera del escenario?
–Yo he cambiado poco. Quizás era más ancestral, más reaccionario cuando tenía 20 años que ahora. Eso ya entiendo que a la gente le puede costar mucho comprenderlo, pero es así. Yo era un tipo enormemente ancestral en el sentido de que cualquier novedad me ponía nervioso.
–¿Y ahora no?
–Menos. Con los años soy un poco más abierto. Ten en cuenta que a mis 18 o 19 años no me gustaban ni los Beatles. Los encontraba unos tipos deleznables, peludos, asquerosos... Ahora hace unos años incluso puse una canción suya en un espectáculo mío, por tanto, algo hemos ganado.
–Sobre los escenarios se miente mucho, ¿hablando de uno mismo también?
–Ese es el gran juego y quizás te diría que la singularidad de esta obra, porque en ella todo lo que cuento es verdad. Reflexiono sobre mi verdad, que no es la general, pero sí la mía. Esa es la parte singular del Sermón del bufón, porque hoy en día mucha gente hace monólogos, pero no hacen de ellos mismos. Y hacer de uno mismo y encontrar ese punto de frescura, espontaneidad, conexión e incluso en algunos momentos improvisación, requiere mucho oficio.
–¿Y para qué meterse en ese fregado?
–Pues, yo creo que tengo cosas que contar. Empecé mi teatro en el franquismo, en el año 61. Así que conocí 14 años de franquismo y tuve enormes rifirrafes con instituciones y personas. He estado en el ojo del huracán del nacionalismo en Cataluña, manteniendo una batalla constante, he conocido a los personajes más significativos de España, he hablado a menudo con el rey Juan Carlos... Salvo con Zapatero y Sánchez he comido con todos los presidentes de España. He tenido una vida muy interesante y creo que puedo transmitir cosas de interés en lo artístico e incluso en lo personal y político.
–En ese ojo del huracán sigue, ¿qué diría que es Boadella para Cataluña? ¿Un miserable? ¿Un superhéroe? Le han llamado de todo sin término medio.
–Hombre, yo me considero el traidor nacional de Cataluña. Estoy orgullosísimo de serlo respecto a esta Cataluña que hay en este momento. Y cuando me llaman de todo pues..., siento una cierta vanidad. Hombre, me quejo si me cortan los árboles como hicieron aquí en el pueblo, pero nada más. Cuando hacen pintadas diciendo que me largue o cosas así me las tomo con un humor, porque prefiero que me pinten las paredes a que me pinten la cara. Yo creo que es lógico y quiere decir que soy una persona molesta. Y estoy orgulloso de ser una persona molesta en la Cataluña actual.
–Hubo un tiempo en que se hartó de todo, se largó a Madrid y se refugió como director en los Teatros del Canal en los que ahora actúa... Pero el terruño debe tirar, porque volvió y como presidente de Tabarnia...
–Era casi una obligación cívica. Otra forma de estar en la trinchera. Pensé que como Tabarnia tiene este lado satírico esencialmente, era de cierta lógica que yo estuviera porque venía a ser una parte de lo que ha sido mi vida. Mi vinculación a Cataluña y muchas cosas teatrales han sido enormemente satíricas, así que esto no es nada nuevo. Lo que pasa es que yo estoy saturado, como la mayor parte de los ciudadanos que en Cataluña no son nacionalistas Y por eso en lo personal lo que hago es mucha desintoxicación: me encierro en casa y cuando salgo voy a Madrid y a otras poblaciones. En territorio catalán solo paseo por mi jardín.
–Estamos a dos días del 11 de septiembre ¿pasará algo en la Diada?
–Pues supongo que aprovecharan para hacer un «show», el mérito de cada año...
–Todo se repite, ¿estamos igual que el año pasado?
–Igual no, porque hay gente en la cárcel y en el exilio y eso cambia un poco el panorama; pero quizá en el fondo estamos peor, porque esto es una epidemia que se alarga sin perspectivas de solución, dada la línea que ha tomado el nuevo gobierno, que es absolutamente inútil. El diálogo con ellos no es posible, perdemos el tiempo y engañamos a los españoles y a los que estamos en Cataluña.
–Pero si sus socios son los independentistas, poco puede hacer el Gobierno, ¿no?
–Este Gobierno nació mal porque lo hizo bajo un procedimiento legal, sin duda, pero desde el punto de vista de la dignidad muy discutible, porque salió mintiendo: se suponía que tenía que promover nuevas elecciones y hemos visto después que de elecciones nada y además que hablan de diálogos que ellos saben que no van a existir... Pero para tratar de conseguir una cierta calma con sus socios –que quieren destruir España–, se inventan lo que sea. Visto desde un punto de vista práctico si quisieran ganar las elecciones yo les aconsejaría que aplicaran un 155 profundo y sin límites, porque el ciudadano español ya está harto de este asunto y además le da la sensación de que constantemente se están riendo de él. Estamos ante un conjunto de la ciudadanía española que quiere acabar con este asunto y acabarlo bien, que significa que la constitución sea la que prevalezca.
–Veo que está contentísimo con Pedro Sánchez en la Moncloa...
–Me inquieta que un señor llegue a la Moncloa no para servir a los españoles sino para servirse de los españoles para ser presidente y que la incompetencia campe a sus anchas. Seamos francos, ¿cuál es la preparación de este hombre para ser presidente de una nación? ¿Sabe lo que es trabajar como el 90 por ciento de los españoles en el sector privado?, ¿Qué experiencia tiene? Cuando vemos que este señor pasa a la presidencia de un gobierno de una nación tan importante como España, aquí puede suceder cualquier cosa. Porque lo que hemos visto es que cultiva su propia imagen para ser presidente de España, lo demás para él es secundario. Y claro, a partir de aquí tenemos una cascada de errores, cosas hechas con mala fe para marear la perdiz y distraer, como el caso Franco o el propio caso de Cataluña; así que estamos en una situación para mí enormemente preocupante. Puede haber gobierno de derecha, izquierda, extrema derecha o extrema izquierda, lo importante es que sepa lo que quiere hacer y sobre todo que lo pueda hacer. Aquí estamos frente a una gente que no sabe lo que quiere hacer y lo poco que saben, no saben si se puede hacer...