Chicho, un jefe exigente y un amigo
Chicho Ibáñez Serrador supuso el principio de la revolución televisiva. Ingresó en 1964 en Televisión Española, en medio de una ebullición en la que la innovación se convirtió en la señal de la casa. Él inventó los programas, creó la televisión en España cuando no había ni medios para hacerla. Todo ello, todo lo que hizo para todos los que amamos el medio, ayer se quedó huérfano. Ha sido tan inesperado. Supe por su hijo que estaba mal, que lo habían ingresado... A menudo le llamaba para preguntar si su padre había mejorado. Y parecía que sí. Solo quería hablar con él si estaba bien, si no, solo quería que supiera que había llamado. Ahora me cuesta hablar. No creí que esto ocurriría tan rápido. ¿Qué puedo decir? Es parte de la historia de la televisión y también de la de nuestro país. Era un hombre creativo, exigente. Derrochaba un gran olfato para lo comercial y para sacar lo que de verdad iba a gustar a la gente. Lo hacía como nadie, usaba cada cosa como un guante. Aún no comprendo cómo llegó a tener toda esa intuición y ese talento. «Un, dos, tres...responda otra vez» lo creó en 1972, basado en otro que produjo para la televisión argentina, y con ello destacó su capacidad para inventar. Hizo un trabajo admirable. Chicho, como jefe, era exigente con sus compañeros, también conmigo, pero no exigía más de lo que daba. Porque, ante todo, era exigente consigo mismo. Nos parecíamos en este sentido, quizá por ello su actitud no me molestaba lo más mínimo. Pero de todo, me quedo con lo que aprendí y reí junto a él. Le quería mucho, y sé que él a mí también.