Blanca Suárez: «La incomodidad te mantiene vivo»
La «pluriempleada» intérprete se pasa a la comedia pura con «Perdiendo el Norte».
Está en todas las salsas (cine, series, publicidad...) y como ellas casa con todo, ya sea con la risa como con el llanto, el hábito de una reina (en breve se mete en la piel de Isabel de Portugal) o de plebeya en busca de su lugar en el mundo. En este ropaje, el de los «jasp» de principios del siglo XXI que tienen que buscarse las habichuelas en el extranjero, se puede ver a Blanca Suárez (Madrid, 1988) en «Perdiendo el Norte», una comedia con el sello de Nacho García-Velilla («Que se mueran los feos») y un evidente homenaje a «Vente a Alemania, Pepe» con menos pelo de la dehesa y más skype. Hugo y Braulio viajan a Berlín con la esperanza de encontrar, por fin, un trabajo; allí se topan con Carla, otra española «exiliada», y con la dura realidad. La risa los salva.
–Los personajes de la película tienen que pluriemplearse para reunir un salario digno. Su caso es distinto: 2014 ha sido un año muy intenso y 2015 va camino de superarlo. Ahora ha estrenado «Los nuestros» en televisión, este «Perdiendo el Norte», y próximamente trabajará en «Carlos V» y «Mi gran noche», con Álex de la Iglesia. Está pluriempleada pero en el buen sentido. ¿Cómo lo vive? ¿Se siente privilegiada?
–Siempre hay días para todo porque, aunque sea consciente de mi situación privilegiada y de que soy una pluriempleada en sentido literal, y que a la vez que presentas una película ya estás rodando otra, también te encuentras con días malos en los que dices «ostras, no quiero trabajar, quiero quedarme durmiendo». Todos tenemos derecho a la pataleta una vez al mes, pero es muy bonito ser consciente de la situación que vives.
–Sobre todo en relación al entorno. Supongo que tiene casos a su alrededor de gente que ha tenido que salir de España para trabajar.
–De hecho, la mayoría de mis amigos están fuera, por todo el mundo: uno Alemania, en Inglaterra un par, ahora varios se van a Sudamérica y otro que está viajando por África. Un mix variado. Hay gente que tiene la suerte de irse ya con un trabajo mejor y otros que se van sin pretensiones y a vivir la experiencia.
–Carla no puede trabajar de lo suyo ni siquiera en Berlín y tiene que ganarse la vida con trabajos de todo tipo. Si no pudiera ejercer de actriz, ¿qué hubiera sido?
–No lo sé, la verdad. Empecé a trabajar cuando estaba en ese momento en que hay que tomar ese tipo de decisiones y se me planteó todo el hecho de ser actriz de una forma muy fuerte; tomé la decisión de seguir por ahí, así que no llegué a plantearme en firme qué sería si no me dedicara a esto. Ahora lo pienso y es una decisión difícil. Me atrae este mundo y el de detrás de las cámaras o la moda... Fuera de esto, quizás médico. Siempre me ha atraido.
–Es su primera comedia pura. ¿Un reto?
–Da un poco de vértigo porque es difícil deshacerte del sentido del ridículo, del pensamiento de si se reirán de mí o conmigo. Nunca me había enfrentado a una comedia tan clara como ésta, aunque dentro de otras películas o series hubiera secuencias cómicas. Uno siempre se siente cómodo con algunas cosas, pero ése es el problema: en esta profesión cuando te empiezas a sentir cómodo es cuando la empiezas a cagar y a hacerlo todo igual aunque lo hagas bien. Lo que a te mantiene vivo es la incomodidad, no saber por dónde afrontar el proyecto y el personaje, encontrar la manera, ésa es la chispa.
–«Perdiendo el Norte» es tambié un homenaje a José Sacristán y aquella quinta de «Vente a Alemania, Pepe». ¿Cómo ha sido actuar junto a una gloria viva de la comedia?
–Trabajar con actores así es como ir a la escuela, como con Amparo Baró en «El internado». De repente te encuentras con gente que lleva toda su vida trabajando o lo mismo que llevas tú viviendo y más, incluso el doble. Empiezas a fijarte en detalles, en cómo se mueve, no sólo en la cámara sino detrás. Suelo atender mucho a ese tipo de cosas pero ya no sólo con José, sino también con Javier Cámara y Carmen Machi, quienes, además, este género lo maneja tan bien que te enseñan muchísimo. Sacristán es una persona muy prudente y no iba por ahí dando consejos. Lo hace de forma disimulada e inconsciente con su experiencia y tú aprendes a ver esas cosas si estás por la labor. Pero no hace falta que sea gente tan experimentada como ellos para aprender, hay veces que alguien de tu misma edad te sorprende. De todo se aprende.