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Carlos Vermut: «Me atrae el cine negro, el misterio, que alguien muera...»

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Con «Diamond Flash» triunfó en internet sin estrenar en cines. Su segundo largo, «Magical girl», ha hecho un doblete histórico en San Sebastián
Una niña enferma que se encapricha de un caro vestido de un personaje de manga desencadenará una cadena de oscuras reacciones en la que se verán envueltos su padre, maestro en paro, una misteriosa joven capaz de hacer lo que quiera con los hombres y con la que un día un hombre empieza a hacer lo que quiere y un profesor jubilado que no es lo que parece cuya vida gira en torno a una obsesión del pasado. Puzzles incompletos y sesiones de sado extremo de lujo componen «Magical Girl», el enfermizo ejercicio de estilo que ganó en San Sebastián la Concha de Oro a la mejor película y la de plata para su director, Carlos Vermut, y que consolidó una trayectoria sorprendente después de «Diamond Flash», fenómeno del boca a oreja que sólo se estrenó en internet y que contenía muchas de las claves estéticas y formales de este segundo e hipnótico largometraje del madrileño, con el que hablamos en el festival donostiarra.
-Con «Diamond Flash» logró que me fuera a la cama dándole vueltas a la historia hasta que entendí qué contaba. ¿Le ocurre a mucha gente con sus películas?
-Me gusta pensar en ellas, aparte del contenido que tienen, como un continente. La misma información a la que puedes acceder de una manera lineal, obvia, si llegas a ella habiendo resuelto algo es mucho más satisfactoria, porque has participado del filme, en lugar de ser un simple espectador. Y me gusta dejar al público que resuelva misterios que se puedan resolver y que participe emocionalmente de los que no se pueden resolver.
-Eso se podría aplicar a historias cotidianas, pero su cine se mete además en terrenos inquietantes... ¿Es un cineasta perturbador?
-Supongo que sí, pero mientras en «Diamond Flash» existía una conciencia mucho más clara sobre lo perturbador, aquí quería contar una historia, hacer una película sobre chantajes, y no sabía si iba a ser o no cine negro. Supongo que lo perturbador reside en los personajes y los misterios. Y evidentemente en las relaciones de obsesión, deseo, muerte... En parte sí hay una intención de hacer un cine de género que puede llegar a lo perturbador, pero en parte es el espectador quien decide si es más cómico o más oscuro.
-Hay amoralidad en sus personajes. ¿Cree en la gente?
-Sí, no tiene nada que ver. Para mí el cine es un placer y un ejercicio de estilo, no tiene que ser siempre un discurso. Que mis personajes sean terroríficos no quiere decir que yo piense que la gente lo es. Me parece divertido como experiencia de dos horas; como espectador, me gustan las historias truculentas y las grandes tragedias griegas.
-Pero en sus dos largometrajes todos los personajes esconden algo...
-Porque al final vuelvo al placer del cine por el cine, porque me encanta Hitchcock y disfruto con el misterio...
-¿También Polanski?
-Me gusta mucho. No todas sus películas, pero algunas sí. Por ejemplo, «El quimérico inquilino». Yo la relaciono siempre con «Los cronocrímenes», de Nacho [Vigalondo]: la historia circular, la mujer vendada, los prismáticos...
-¿Qué importancia le da a los finales?
-Toda. Yo empiezo a escribir por el final. De ahí voy construyendo hacia atrás. Vuelvo al ejercicio de estilo. Me gusta una película porque he disfrutado viéndola y porque acaba «bien». Lo digo entre comillas: ésta termina horriblemente mal porque muere mucha gente.
-Mezcla fantasía, terror, thriller... ¿Ésta es una cinta de género?
-No lo sé: cuando me pongo a escribir todo nace del deseo de hacer una buena peli.
-Pero eso es lo que todo director quiere...
-No: hay gente cuya intención no es hacer una buena película, sino contar algo. Quieren hablar de la crisis o de lo que sea. Yo no. Yo quiero hacer cine para ser espectador de mi propia obra. Evidentemente, todos queremos que nos salga bien, pero lo que nos lleva a rodar es una cosa distinta en cada caso. La mía es el puro placer y el proceso, crear una historia que me guste... Si cuando me pongo a escribir hay un chantaje, la historia se va a acercar al cine negro, un género que me gusta mucho. El misterio, que alguien muera...
-La psicología dice que todo gira en torno al sexo y la muerte, eros y thanatos, y en su película hay mucho de ambos...
-Exacto. Y la visión del sexo que hay en el filme es la que me gusta, basada en el misterio, en lo oculto. No porque sea una persona de filias extrañas, pero sí porque creo que lo que no se puede entender del sexo es mucho más excitante que lo que se muestra. Hablar demasiado de sexo es bueno, pero tiene una parte negativa y es que pierde parte del morbo.
-Ha contado con un reparto muy teatral: José Sacristán, Luis Bermejo, Bárbara Lennie, Israel Elejalde... ¿Es un hombre de teatro?
-No, hice microteatro hace un par de años, pero ni siquiera era mío. Al teatro estoy llegando ahora gracias a los actores, que me invitan a sus obras. Yo quería trabajar con Luis. Bárbara se incorporó después: rebajé la edad de su personaje para que fuera ella. Y para Sacristán aumenté la edad de Damián. De hecho, inicialmente no eran alumna y profesor, sino que habían estado juntos en un psiquiátrico.
-«Diamond Flash» fue un éxito atípico: no se estrenó en los circuitos habituales, sino en internet, y triunfó gracias al boca a oreja y a convertirse en fenómeno casi de culto. ¿Pesó aquel éxito en «Magical Girl»?
-Fue, sobre todo, una carta de presentación que me facilitó poder trabajar con un productor que se interesó en hacer algo con más presupuesto. Vi reacciones de todo tipo: gente a la que le gustaba y otra a la que no. Sobre todo, intenté aprender: ¿qué he hecho mal con «Diamond Flash» y cómo puedo mejorarlo? Nunca me quise refugiar en el rollo de «no se entiende y quiero que sea así». Aprendí qué tenía que hacer para que el espectador supiera que lo que no se comprende está buscado y lo disfrute, y que sí entienda lo que yo quiero.