Chéreau , muere el hombre orquesta
Lo sorprendente no es dominar campos distintos, sino dejar huella en cada uno de ellos. Quizá fuera porque estuvo más influido por los maestros de la pintura que por otros cineastas o dramaturgos. Aún recuerdan en Bayreuth la tetralogía wagneriana que firmó junto a Pierre Boulez. La ambientación en la Revolución Industrial dio un nuevo significado a las óperas. Patrice Chéreau (que falleció ayer en París a los 68 años víctima de un cáncer) revolucionó la puesta en escena contemporánea con más fondo y menos pirotecnia que otros. Porque además de realizador cinematográfico (entre ellos de la impactante «La reina Margot»), director teatral, responsable de puestas en escena operísticas, y en ocasiones figurinista y escenógrafo, Chéreau también es actor. Alguna de sus grandes proezas fueron poner en escena «El gran inquisidor», de Fidor Dostoyevsky, como protagonista, director y autor de la versión. También recogió el Oso de Oro en Berlín por su largometraje «Intimidad», después de haber escrito una página dorada en el cine con «La reina Margot». Y lo mejor es que tampoco se daba demasiada importancia. «La decisión de las óperas es sencilla; me proponen títulos y yo digo sí o no», nos comentaba hace poco más de un año, cuando acudió a Madrid esta vez en su condición de actor. Tenía mucha relación con nuestro país, pues pasaba el tiempo que podía al año en su casa, cerca de Sevilla.
En lo teatral, hubo dos grandes momentos en su trayectoria: el tiempo que ocupó la dirección del Teatro des Amandiers de Nanterre, en las afueras de París, entre 1982 y 1990, durante el cual se empeñó en darle al teatro clásico una poderosa impronta contemporánea (con adaptaciones de Víctor Hugo y Lope de Vega). Y también su encuentro con el dramaturgo Bernard-Marie Koltès, entonces un autor novel, del que estrenó muchas de sus obras en aquel escenario. En el mismo año de su debut al frente del coliseo, puso en escena «Combat de nègre el des chiens», con una imponente escenografía de Richard Peduzzi y con Míchel Píccoli en el reparto. Tres años después, el mismo autor le dio otro éxito, «Qua¡ Ouest» con María Casares, Jean-Paul Roussillon y Catherine Hiégel. Y su consagración. «Dans la solitude des champs de coton», con Laurent Malet e Isaach de Bankolé. Al año siguiente estuvo programado en 17 teatros de Alemania. Aviñón le acogió como uno de sus directores favoritos.
Como realizador será recordado por su adaptación de la novela de Alejandro Dumas, «La reina Margot» (1994), que arrasó en los César y obtuvo dos premios en el Festival de Cannes, entre ellos el de mejor actriz para Isabelle Adjani, que encarnaba a Margarita de Valois, durante los acontecimientos posteriores a la masacre de San Bartolomé de 1572 en el siglo XVI. Nueve años después volvía a triunfar en otra gran muestra internacional, el festival de Berlín con «Intimidad», donde obtuvo el Oso de Oro y el galardón a la mejor actriz por este retrato de los encuentros sexuales entre dos desconocidos que se echan a perder por la excesiva curiosidad de uno de ellos.
Su obra operística fue más allá de la famosa tetralogía en la cuna de Wagner. Su última puesta en escena fue «Tristán e Isolda» en La Scala, en 2007, pero vivió otros grandes éxitos como «De regreso de la casa de los muertos» de Janacek, que saltó de festivales como el Wiener , Holland y el de Aix-en-Provence a la Scala y el Metropolitan de Nueva York.
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