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El «Show» de «Truman»

larazon

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«Truman» se presentaba en la gala con seis nominaciones y terminó como gran vencedora al llevarse cinco de ellas, las «gordas». Lo demás muy repartido y con un claro fracaso: el de «La novia» que sólo se llevó a casa dos de los doce galardones a los que optaba.
Sencillez, humanidad, humor y ternura rezuma «Truman», la apuesta más evidente y tal vez por eso la más arriesgada de adoptar por los académicos en una cosecha variada de cine español. Frente a las 12 nominaciones de «La novia», la efectista adaptación de «Bodas de sangre», o los veteranos nombres de Isabel Coixet («Nadie quiere la noche») y Fernando León de Aranoa («Un día perfecto»), viejos conocidos de los Goya, «Truman» inscribió su nombre en el palmarés de la edición número 30 de los galardones del cine español en las categorías más importantes: Mejor Película, Mejor Director (Cesc Gay), Mejor Guión Original y los correspondientes a sus actores, los soberbios Javier Cámara y Ricardo Darín. En una gala en el hotel Auditorium de Madrid, conducida nuevamente por el cómico Dani Rovira, el cine español se homenajeó a sí mismo y a algunos de sus grandes exponentes, como ejemplificó la tamborrada de homenaje a Buñuel. Tras los cinco Goyas de «Truman», «Nadie quiere la noche» fue la otra gran vencedora en el cómputo global, con cuatro estatuillas.
Pero después de «Truman» o quizás a la par, la política fue la gran protagonista de la noche y, en concreto, el esmoquin de Pablo Iglesias. Muchos dieron por buenas las tres horas largas de la gala por aquella foto impagable del líder de Podemos en el hábito más formal que se le conoce hasta la fecha. «De aquí puede salir un nuevo Gobierno. El pacto de los Goya», ironizó Dani Rovira. Y, efectivamente, al cabeza de Podemos y al secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, más relajado en su vestimenta, sin corbata, se les pudo ver charlando animadamente antes de entrar en el auditorio. La fotografía de ambos corrió como la pólvora por las redes. Una vez comenzada la gala, Iglesias estuvo sentado junto a Albert Rivera, líder de Ciudadanos. Durante el evento, el presentador tuvo varios guiños hacia la situación política e interpeló a la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, y el ministro de Cultura, Íñigo Méndez de Vigo.
Por parte de la clase política también estuvieron presentes Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid, Alberto Garzón (IU) y Patxi López, presidente del Congreso. Sin un Gobierno en firme, el despliegue político fue excepcional, sin precedentes. La presencia de líderes coincidió con una gala que fue mucho menos combativa que otras anteriores. Junto a un discurso conciliador en lo general por parte del presidente de la Academia de Cine, Antonio Resines, las notas inconformistas y críticas vinieron sólo por parte de Rovira. Entre los premiados y los presentadores de las candidaturas no se vivieron consignas ni proclamas.
Entre tanto rostro conocido, hubo que repartir el foco de atención. Por primera vez en los Goya se encontraban presentes cuatro ganadores de Oscar: Penélope Cruz y Javier Bardem, Juliette Binoche y Tim Robbins, todos ellos (excepto Bardem) nominados. Todos se fueron de vacío, aunque, por supuesto, acapararon la atención del «show» en sendos gags del presentador. A Binoche (y a Inma Cuesta y Penélope Cruz) le comió la tostada una excelente Natalia de Molina en el papel de madre coraje jerezana en «Techo y comida». Con sólo 25, ya suma dos Goya tras el logrado con «Vivir es fácil con los ojos cerrados».
Igualmente protagonista fue Mario Vargas Llosa, quien llegó acompañado de Isabel Preysler y entregó junto a Elvira Lindo el premio al Mejor Guión Adaptado a Fernando León de Aranoa («Un día perfecto»), quien ya arrasó en los Goya 2003, la edición del polémico «No a la guerra», con «Los lunes al sol». Asimismo, la pareja de escritores entregó el galardón a Mejor Guión Original a Cesc Gay y Tomás Aragay por «Truman».
En estos 30 años, los Goya han dado para mucho: para récords difícilmente equiparables (como los 14 «cabezones» de «Mar adentro» o los 13 de «¡Ay, Carmela!»), galas altamente controvertidas (el famoso «No a la guerra» que tanto ha marcado el tono de las siguientes ediciones), invitados de excepción (entre ellos, los actuales Reyes y los eméritos, que acudieron a la primera gala) y muchas consignas a favor de un trato «digno» a la industria nacional. Aquel evento que arrancó en marzo del 87 en el Teatro Lope de Vega de la Gran Vía, con «El viaje a ninguna parte» de Fernando Fernán Gómez como gran ganador, hoy es un encuentro consolidado.