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«El libro de las imágenes»: Aquí, allí, siempre

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Dirección y guión: Jean-Luc Godard. Fotografía: Fabrice Aragno. Producción: Casa Azul Films y Ecrain Noir. Suiza-Francia, 2018. Duración: 84 minutos. Ensayo fílmico.
En «Ici et Ailleurs», Godard reflexionaba sobre las imágenes que había filmado en el Frente de Liberación Palestino. Las había dejado cuatro años en barbecho, porque lo que había presenciado le generó dudas sobre la solidez de su discurso militante, perpetrado desde la posición elitista del hombre blanco con gafas oscuras que imaginó la posibilidad de una revolución emanada desde la extrema izquierda de la pequeña burguesía estudiantil. No es casual que «Ici et Ailleurs» diera el pistoletazo de salida de lo que se conoce como sus «años vídeo» y, por consiguiente, una de sus primeras experiencias con el formato del cine-ensayo que culmina en «El libro de imágenes». Fue entonces cuando empezó a pensar con las manos, y es hermoso que ese gesto naciera de una duda sobre una revolución que le resultaba ajena, pero que, en su Otredad, le hablaba del modo en que el capitalismo había maquinizado gestos domésticos y productivos. 40 años después, Godard vuelve a enfocar su atención en el mundo árabe en uno de los cinco segmentos de esta película inabarcable, y lo hace situándose en ese «entre» que tanto le gusta: entre el apocalipsis y el son de paz, entre el bombardeo y la esperanza. A nadie que haya disfrutado de las «Histoire(s) du cinéma» le resultarán marcianos los métodos godardianos, su voz recitativa y cavernosa, los ralentís fantasmagóricos, las sobreimpresiones que aplastan tiempo sobre tiempo. No se trata, ni mucho menos, de una repetición de la jugada, porque Godard siempre encuentra una manera nueva de enfrentarse a imágenes usadas. Si con las 3D, en «Adiós al lenguaje», abrió una puerta de la visión estereoscópica que nadie se había atrevido a llamar, en «El libro de imágenes» el trabajo con la plasticidad de los colores saturados hasta lo ilegible, los cambios de formato, el glitch digital como accidente significante y, sobre todo, un sonido que parece surgir detrás de la imagen, en una profundidad deslumbrante, lo siguen acreditando como un joven creador de formas al que le queda mucha tela que cortar.

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