Emily Watson: «Las actrices somos como gitanas, vamos donde diga el viento»
Emily Watson ha sido la única distinguida con el premio Donostia de esta edición, que hoy entrega sus premios sin claros favoritos
Si Emily Watson se da un paseo (tal vez a esta hora ya lo haya hecho) por la costa donostiarra, puede que reconozca en sus escolleras y en las bravas rompientes del Cantábrico aquel paisaje escocés en el que gritaba su rabia y frustración en la piel de Bess, la ingenua y entrañable protagonista de «Rompiendo las olas». Aquella película de Lars von Trier, estrenada en 1996, no sólo supuso su debut en el mundo del cine, sino probablemente el papel por el que más será recordada una vez ponga fin a su exitosa carrera. Emily Watson (Londres, 1967) es la abnegada y enamorada Bess incluso 20 años después, aquí en San Sebastián, donde recibió ayer el Premio Donostia a toda su filmografía. «Trabajar en aquella película fue una experiencia maravillosa, a pesar de la fama de difícil que tiene Lars von Trier con los actores. Me abrió muchas puertas y oportunidades», declaró ayer la galardonada. El danés se había enamorado de ella en el teatro y decidió jugársela después de que Helena Boham Carter le dijera que no. Watson llevaba entonces ya seis años sobre las tablas en la Royal Shakeaspeare Company. Pero el cine la atrapó desde ese instante. «El primer corte siempre es el más profundo», rememoró. «Fue una experiencia en la que me sumergí por completo, él te hace repetir una y otra vez las escenas y logra que te metas en el papel más y más. No sabía lo que era interpretar un papel antes de eso y fue una experiencia extrema».
Después de «Rompiendo las olas» vendrían «The boxer» (1997) y «Hillary & Jackie» (1998). A partir de entonces, con dos nominaciones al Oscar («Rompiendo las olas» y «Hillary & Jackie») Hollywood la introdujo en su maquinaria: desde las «Las cenizas de Ángela» a «Everest», recién estrenada en España, pasando por «War Horse», «La ladrona de libros» o «La teoría del todo». Y, por supuesto, la británica «Gosford Park», de Robert Altman. Del fallecido director aseguró que «era el ser humano más extraordinario que he conocido. Hacía las cosas sin seguir las normas, una especie de filósofo del espíritu humano. He tenido la suerte de trabajar con gente interesante, no me puedo quejar en absoluto».
Aunque su bautismo de fuego fue con una cinta netamente autorial, su carrera se ha desenvuelto sin apriorismos: «No he planificado nada. La vida de actriz es como la de gitano, te dejas llevar por el viento; sólo trato de hacer las películas que tengan papeles con cierta integridad y hacer bien las cosas». Sus papeles a menudo de madre y generalmente de personajes bondadosos o de cualidades humanas, con directores de primera fila como Tim Burton o Steven Spielberg, le han abierto un hueco que ocupa por derecho propio, aunque nunca ha alcanzado los niveles de fama de anteriores Premios Donostia, como el de la pasada edición, que recayó en Denzel Washington y Benicio del Toro. Watson se siente parte de una corriente ya veterana de actrices británicas que han dejado su sello en el cine mundial. Si por ella fuera, el próximo Donostia iría para sus compatriotas, de una hornada precedente, Helen Mirren, Maggie Smith y Judy Dench. «Me encantaría honrar a esa generación que antepone sus interpretaciones a su vanidad», dijo poco después de manifestarse «honrada y sorprendida» cuando recibió la noticia de este galardón. «Viendo la lista de ganadores, me sentí increíblemente agradecida. Es una sensación rara y maravillosa, aunque siento que no tengo edad para recibirlo, a mí me parece que todavía tengo 23 años», bromeó.
Madre de dos hijos y casada con el también actor Jack Waters, asegura que «hay mucho de mí que aún no se ha descubierto». Por ejemplo, dijo, su vis cómica. Le encantaría trabajar a las ordenes de Todd Haynes o hacer reír en la gran pantalla, aunque, confesó, sus hijos condicionan su futuro: «Ya no me gusta estar lejos de casa». La dirección nunca se le ha pasado por la cabeza, «sólo cinco minutos cuando era joven, pero eso sí que es más difícil que un hijo», y, a pesar de sus inicios en el teatro, la pequeña y la gran pantalla son los espacios donde se encuentra más cómoda. Con sólo 20 años de carrera en el cine engrosa un palmarés que inauguró en 1986 Gregory Peck. Grandes, grandísimos como Vittorio Gassman, Woody Allen, Bette Davis, Al Pacino, Francisco Rabal o Liv Ullman han recibido esta distinción que este año, a diferencia de otros, recae exclusivamente en una persona. El Festival dirigido por José Luis Rebordinos valora en Watson, que este mismo año fue nombrada Oficial del Imperio Británico, la dedicación a una vida artística plagada de interpretaciones llenas de «vida, inteligencia y sensibilidad».
La entrega del Premio Donostia a la actriz anoche marca el principio del fin de esta 63º edición del Festival de San Sebastián. Durante la gala que se celebrará a última hora de hoy se darán a conocer las películas premiadas en las distintas categorías y sabremos finalmente quién se lleva la Concha de Oro a mejor cinta entre las 17 que compiten por el máximo galardón en un año especialmente dedicado al cine español.
El feliz domingo de Sergi López
Con la campaña electoral catalana en su recta final comparecieron ayer en el Festival de San Sebastián Marc Recha y Sergi López, director y actores de «Un dia perfecte per volar», cinta que compite en Sección Oficial. A ambos les unen filias independentistas. Sin ir más lejos, la candidatura secesionista Junts pel Sí presentó hace unos días un cortometraje del realizador que recoge testimonios de 350 personas a favor de la independencia, mientras que Sergi López se ha implicado con varios colectivos a favor de la separación de Cataluña. Ayer, al término de la rueda de Prensa, el intérprete se despidió con un elocuente «Feliz domingo a todos», en referencia a la jornada electoral. «Un dia perfecte per volar» es una película rodada en catalán, con participación de TVE, que narra una excursión al campo de un chico (el hijo del director) con su cometa y dos figuras paternas. «Esta película es una declaración de amor de un padre a su hijo y un testamento para cuando yo no esté», declaró Recha.