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Hombre de razón pura

La Razón

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Pepe Sancho ha transmitido a las nuevas generaciones un enorme conocimiento que no se obtiene en ninguna escuela, sino en las tablas. Es un eslabón entre generaciones, y se le puede considerar uno de esos actores «antiguos» sin que suene despectivo, porque él fue recibiendo y transmitiendo una forma de hacer el oficio que se pasaba de una generación a otra, porque no había otra manera. A Pepe Sancho le costó mucho aprender el oficio y lo cultivó a su manera, firme en sus convicciones, poniendo toda la fuerza que tenía en lo que estaba haciendo. Me han llamado muchos actores con los que trabajó para recordarle, a pesar de que no era fácil para muchos tenerle de compañero. Como todas las personas pasionales, a su alrededor podían ocurrir situaciones difíciles; yo mismo viví muchas de ellas, pero siempre eran por el bien del espectáculo. Defendía sus posiciones con firmeza, a veces con maneras ásperas, pero conseguía hacer crecer la función. Era un hombre de razón pura, al que sólo doblegabas demostrándole que estaba equivocado.
Los jóvenes le miraban como a un maestro, a pesar de que no era un hombre que tuviese la pedagogía entre sus virtudes. Su mayor talento era el cuidado de la palabra. Lograba que las frases llegasen con facilidad y precisión, tenía una cualidad: las cerraba de manera definitiva. Era como si cada vez que dijera el texto fueran las últimas palabras de su personaje, como si no tuviera nada más que añadir. Algo muy difícil de conseguir y sólo se aprende en el escenario, con los grandes, como se hacía antes. Esa manera de aprender podía resultar dura y cruel. Un susurro de él llegaba a las últimas filas del Teatro de Mérida porque actuando ponía toda el alma.