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La animación europea se hace mayor

Llegan «La canción del mar» y «Minúsculos», producciones irlandesa y francesa. La segunda película del estudio Cartoon Saloon se convierte en la revelación animada del año con una historia de folclore celta y un diseño artesanal, creado por Tomm Moore; «Minúsculos», tras vender 600.000 DVD con la serie de cortos, se pasa al largometraje de la mano de Futurikon
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Con menos presupuesto y señas de identidad propias, cintas animadas como «La canción del mar» o «Minúsculos» plantan cara a las grandes producciones norteamericanas
Apenas se piensa en animación vienen a la cabeza los grandes nombres de las factorías norteamericanas: Disney, Pixar, Dreamworks... Ellos inventaron el negocio, parieron a sus primeras «stars» y renuevan cada año la ristra de monstruitos, robots, animales y heroínas que después, en las salas, siguen rindiendo a las mil maravillas. Pero aunque la taquilla sigue cayendo del lado «yanki» y los Oscars, la gran plataforma de divulgación de muchas de estas películas, difícilmente salen de casa, Europa aprieta desde hace años en el mundo de la animación, con mucho menos presupuesto pero con grandes dosis de talento y destellos de genialidad difícilmente soslayables como, por ejemplo, «Persépolis», «Chico y Rita» y «Ernest y Célestine». Un ejemplo claro de la pujanza europea es Tomm Moore (Newry, Irlanda del Norte, 1977) y su Cartoon Saloon, con sede en Kilkeny, Irlanda. Desde allí, donde trabaja un grupúsculo de españoles –en animación, la emigración también está a la orden del día y en Hollywood, sin ir más lejos, están muy valorados–, ha salido la que muchos ya consideran la joya del año: «La canción del mar». La segunda película de Cartoon se mantiene fiel al folclore irlandés, narrando la historia de los «selkies», curiosas criaturas mitológicas que en el mar adoptan los atributos de una suerte de foca y en tierra conviven como humanos. La narración (meticulosa, melancólica y tierna) parte de un faro en un pequeño islote irlandés, donde viven Ben y Saoirse con su padre, enviudado pocos años atrás. En un viaje plagado de nostalgia y fantasía, ambos pequeños toparán con los «selkies» y buscarán las trazas de su madre en el fondo del mar.
Para Moore, explorar con su segunda película la veta folclórica era de obligado cumplimiento: «Mientras hacíamos ‘‘El libro de Kells’’ –ambientada en una vieja abadía irlandesa–, me iban surgiendo mil historias paralelas basadas en mitos de mi tierra. Una película dio lugar a la otra». Y ambas sedujeron al público y estuvieron nominadas a los Oscar. Eso sí, su creador no estaba plenamente satisfecho: «Tenía miedo de que los niños viesen mi pelicula como si fueran espinacas, que lo rechazaran de entrada», al igual que él mismo, de pequeño, escuchaba entre risas las historias «de abuela» que circulaban por su zona. De hecho, «para ‘‘La canción del mar’’, hablamos mucho con los productores y, en algun momento, pensamos que para llegar al público infantil habría que hacer algo estilo Pixar; pero yo no me sentía cómodo con eso, no estaba en mi corazón». Al final, la cinta rezuma buen hacer artesanal, con un gran peso del dibujo y el detalle, y Moore hasta lo considera un valor para seducir a los más pequeños: «Ellos no miran si está hecho por ordenador o no, así que lo interesante de los dibujos es que sienten que, sin mucha preparación técnica, ellos mismos pueden hacer dibujos así».
No obstante, «La canción del mar» es una película susceptible de seducir a todos los públicos, sean también del país que sean: «Todos los folclores tienen cosas en común y el mensaje trata de ser universal: me interesaba hablar de estas criaturas, los «selkies», que enseñan a cómo enfrentarse a la pérdida o cómo la naturaleza y el mar pueden ser crueles; además, está la conexión con los paisajes. Creo que es importante preservar el folclore y esa unión con la naturaleza».

Talento para contrarrestar el dinero

Quizás ese punto de «alma» y tradición sea un fuerte de la industria europea frente a la innovación y el derroche de medios norteamericanos. «La gran diferencia entre ambos –mantiene el director de ‘‘La canción del mar’’– es que las americanas son empresas corporativas y proyectos dirigidos a públicos masivos, mientas que aquí trabajamos con presupuestos más pequeños, a veces con subvenciones, y una agenda distinta. Muchos animadores muy buenos se quedan en Europa precisamente para trabajar de esta manera, con otro enfoque cultural». Es el mismo punto de vista que ya le valió en 2009 todo tipo de elogios con «El libro de Kells», nominado a los Oscar. Con «La canción del mar» ha repetido nominación. Las norteamericanas «Up» y «Big Heroe 6» se llevaron el gato al agua, pero el premio, en un galardón copado casi siempre por las «majors», es la mención: «Que te nominen es muy importante porque significa que son los compañeros del gremio quienes piensan que tu película está bien; otra cosa es ganar, ya que en la Academia hay todo tipo de personas: maquilladores, figurinistas...». Con todo, la crítica ya señala a Moore como uno de los futuros referentes del sector. Incluso más de uno ha enlazado en la misma frase su nombre con el de Miyazaki. ¿Palabras mayores? «A mí me da mucha vergüenza que digan cosas así, aunque supongo que en realidad lo que me preocupa es qué pensaría él», concluye.