«La tercera esposa»: El nacimiento de una mariposa
Dirección y guión: Ash Mayfair. Intérpretes: Tran Un Yen Khe, Mai Thu Huong, Nguyen Phuong Tra My, Nhu Quynh Nguyen. Vietnam, 2018. Duración: 96 minutos. Drama.
No estamos tan lejos de «La linterna roja». Argumentalmente, «La tercera esposa» parte de una premisa muy similar a la de la obra maestra del chino Zhang Yimou, responsable también de «La casa de las dagas voladoras». Con el ingreso de una nueva concubina en el harén de un rico terrateniente, se pone en cuestión la crueldad de una sociedad patriarcal en la que el papel de la mujer queda reducido al de esclava sexual y servicial doncella. Ambas películas están contadas desde el punto de vista de la recién llegada, pero si en Zhang Yimou la puesta en escena, dominada por un rojo más violento que pasional, era tan estricta y rígida como el enclaustramiento a la que eran sometidas sus protagonistas, en el debut de la cineasta vietnamita Ash Mayfair
–presentado en los festivales de cine de Toronto y San Sebastián con buena acogida de crítica y público– el planteamiento estético es sensual e indolente, sugiriendo, desde el perezoso despliegue de la naturaleza hasta los rituales cotidianos que trufan el día a día de las tres esposas del cacique, un clima vagamente erótico en el que la rivalidad por afianzarse un puesto en el concubinato abre paso a un deseo mutuo que deja de lado al gallo del corral. Mayfair, en su propuesta, no llega al extremo de Yimou, que relegaba al señor de la casa al fuera de campo o a las penumbras de la ignominia, pero casi. Aquí lo que importa es la comunión femenina, observada desde una distancia discreta pero que no elude los momentos críticos –especialmente, la desfloración de una niña de catorce años, vista sin dramatismos, normalizada en un contexto como el Vietnam rural del siglo XIX–, y que a veces se sumerge, con una cierta autocomplacencia, en el preciosismo táctil del cine de Tran Ahn Hung, que aquí oficia como asesor artístico. La película se despliega en silencio, encontrando en las miradas y los gestos un lenguaje común, pero acaso se columpia demasiado en las metáforas del gusano de seda que acaba convirtiéndose en mariposa, o en las imágenes de una gota de agua deslizándose por el dintel de una hoja. En ciertos momentos, Ash Mayfair se regodea en un orientalismo exótico, bastante de postal, que adelgaza su discurso político, que cristalizará en la reivindicación de esas nuevas generaciones que no tardarán en cortarse la melena para demostrar que no están en venta.