Muere Francesco Rosi, el cineasta que narró la Italia más criminal
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Francesco Rosi, fallecido hoy a los 92 años, fue uno de los directores más aclamados de la cinematografía italiana, autor de una extensa nomina en la que narró, con muchas de sus obras, la Italia más sórdida y criminal.
Rosi nació en Nápoles en 1922, en el seno de una familia burguesa y propietaria de una compañía marítima.
Allí comenzó a estudiar Derecho, si bien pronto abandonó su carrera en ese ámbito para probar suerte en el dibujo, el teatro y, finalmente, el cine.
Durante su juventud entabló amistad con intelectuales y políticos de la época, entre ellos un joven Giorgio Napolitano que hoy ocupa la más alta responsabilidad del país, la de presidente de la República.
Sus inicios en el mundo del celuloide estuvieron marcados por sus colaboraciones con el genial director Luchino Visconti, a quien ayudó en sus cintas "La terra trema"(1948) y Senso (1953).
Se estrenó como director en 1958 con "La Sfida", en la que narra el ingreso de un joven napolitano en la Camorra con el objetivo de hacer fortuna.
Es con esa obra con la que da inicio a una recordada etapa en la que Rosi trasladó a la gran pantalla temas relacionados con la corrupción o la criminalidad organizada en Italia.
Uno de sus trabajos más aplaudidos fue "Le mani sulla cittá"(1963), con la que recrea la supuesta relación entre diversos órganos del Estado italiano y la corrupción urbanística en su ciudad natal y que le valió el León de Oro al Mejor Filme en el Festival de Venecia de aquel año.
También dirigió "Salvatore Giuliano"(1961) sobre la vida de ese bandolero siciliano relacionado tradicionalmente con la mafia y del que también escribiría dos décadas después el estadounidense Mario Puzo, en su libro "The Sicilian"(1984).
Abordó uno de los casos más misteriosos de la historia reciente de Italia, el de la muerte del que fuera presidente de la petrolera Eni, Enrico Mattei, quien murió en 1962 al estallar en el aire el avión en el que viajaba junto con el periodista estadounidense William McHale y el piloto Irnerio Bertuzzi.
Este trabajo le valió la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 1972.
Otros títulos de esta etapa de cine de investigación fueron "Lucky Luciano"(1973), sobre la vida de Salvatore Lucania, un capo de la mafia neoyorquina de la primera mitad del siglo XX.
O "Cadaveri eccellenti"(1975), "Cristo si è fermato a Eboli"(1978) y "Tre fratelli"(1981), este último un retrato social sobre la Italia de los "años de plomo", la convulsa década de los ochenta, marcada por el terrorismo y el malestar social.
En su palmarés figuran, además, otro León de Oro a la Carrera en 2012, una decena de David de Donatello, tres Nastri d'Argento y una nominación a los Óscar de 1981 por "Tre Fratelli".
En 1965 dirigió en España un film sobre el toreo titulado "El momento de la verdad", con guión de Pere Portabella, en el que cuenta la vida de Manuel, un joven que recurre al toreo como único modo para salir de la miseria.
En 1987 trasladó al cine una adaptación de la obra de Gabriel García Márquez "Crónica de una muerte anunciada", en cuyo reparto figuran actrices como Lucía Bosé u Ornella Muti.
En sus intervenciones públicas no dudaba en señalar que el papel del cine es imprescindible para combatir todo tipo de problemas, como el fenómeno de la criminalidad organizada.
Hoy, el día de su deceso, los medios recuerdan una de sus intervenciones públicas cuando en la ceremonia de premiación del Festival de Venecia de hace tres años realizó un ferviente alegado a favor del cine de investigación.
"Hacer cine significa contraer un compromiso moral con la propia conciencia y con el espectador. Se les debe la honestidad de una búsqueda de la verdad sin compromisos. Cuanto más te adentras en la realidad, más comprendes que lo cierto y lo justo no existe. Pero lo que cuenta es la nitidez de la búsqueda", defendió.
Deja una hija, la actriz Carolina Rosi, fruto de su matrimonio con Giancarla Mandelli, que falleció en 2010 por las graves quemaduras que sufrió tras un incendio declarado en su casa, al dejar caer un cigarro encendido tras un desmayo.