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«Toc toc», ¿quién es?

Alexandra Jiménez es una obsesiva compulsiva en esta comedia junto a Paco León y Rossy de Palma
larazon

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Parece que poco o nada se le ha pegado a Alexandra Jiménez de su personaje (Blanca) en «Toc toc», una chica con un trastorno obsesivo compulsivo (TOC) por la limpieza. Hasta el punto de dar angustia cuando uno se pone en su lugar. La actriz, que ya hemos visto en comedias de éxito como «Kiki, el amor se hace» o «Anacleto: Agente secreto», protagoniza junto a Paco León, Rossy de Palma, Óscar Martínez, Adrián Lastra, Nuria Herrero e Inma Cuevas el último éxito teatral que da el salto al cine de la mano de Vicente Villanueva sobre la obra de Laurent Baffie: seis personajes que acuden al médico para tratar su trastorno.
–¿Se le ha pegado algo de Blanca, su personaje?
–Creo que no, por suerte.
–Pues miro la mesa y solo hay pañuelos y una toallita limpia gafas.
–No sé de quién será, pero mío no. Lo juro. (Risas).
–¿Y Alexandra Jiménez es muy maniática?
–Supongo que tendré mis pequeñas manías, aunque no soy consciente. No sé hasta qué punto las he desarrollado, pero probablemente tenga más problemas de lo que pienso.
–¿Ni una superstición de actor?
–Como este trabajo es tan incierto con respecto a lo que te vas a encontrar, no te puedes permitir el lujo de tener muchas. Cuando empiezas un rodaje no sabes ni siquiera si vas a tener un lugar para sentarte a estudiar o dónde está el baño más próximo. Hay que ser un humano extraordinariamente adaptable.
–Le dejamos las manías a los de Hollywood entonces.
–Sí, aunque me imagino que, cuando empiezas a hacer ciertas chorradas, te vas tan lejos de la realidad que resulta difícil entender el lugar desde el que continúas trabajando y plasmar lo cotidiano. No creo que sea compatible tener manías con representar la realidad de forma fiel.
–¿Algún compañero «especial»?
–(Piensa) No me suena... Debe ser que no les hago mucho caso (risas).
–¿Los objetivos se logran mejor en grupo?
–Depende, pero en la película los personajes se empiezan a reconocer al darse cuenta de que no están tan solos como pensaban.
–¿Han preparado los personajes con casos reales?
–Lo que tuvimos al principio de los ensayos fue el asesoramiento de una psicóloga y luego un trabajo muy exhaustivo que planteó Vicente porque la cinta entrañaba mucha complejidad técnica. Había una coreografía construida y teníamos que conocerla, hacerla nuestra, unir las dos y rodar la película.
–Y que luego salga bien, claro.
–Técnicamente era muy complicada. No es solo sostener el personaje, sino que hay que ser capaces de adaptarnos a auténticas gymkanas para conseguir salir de foco, llegar a foco, volver a la marca... Una coreografía absolutamente estudiada. Ha sido un trabajo muy diferente por todo ello.
–De vuelta al teatro. En siete días dos obras («La llamada» la primera) saltan del escenario al cine.
–Bueno, es algo que siempre ha pasado. No hay que darle más importancia. La nuestra es una propuesta de ven, entra y juega. Métete en este bucle y diviértete de la manera más inocente e ingenua. Es una película muy blanca y divertida. Personalmente, me recuerda a las comedias de los años 60 americanas.