«Un tango más»: La extraña pareja

En «Mi noche triste», tango grabado por Gardel en 1917, el desgarro de un hombre abandonado por el amor de su vida sentaba las bases temáticas –la pasión arrebatada y su némesis, el odio por despecho– de un género musical que salió de los arrabales bonaerenses para acabar asaltando los escenarios de la danza contemporánea. La historia de amor loco de dos de sus embajadores ilustres, María Nieves Rego y Juan Carlos Copes, suerte de Rogers & Astaire en versión gaucha, pareja sobre las tablas y fuera de ellas, parece ilustrar el credo tanguero a pies juntillas, con sus aires misóginos, adúlteros y excesivos sobrevolando los valiosos testimonios de los implicados. El modo en que ambos explican ante la cámara

–ella, cálida y abierta; él, seco y altivo– su adicción al tango y el relato de su dolorosa ruptura harían las delicias del Gardel más desbordante. No están a la altura las coreografías que recrean secuencias del pasado de los protagonistas, ahogadas en una compostura artificiosa, a medio camino entre los museos de cera en que se convierten los peores documentales musicales de Saura y las poses «arty» de la «Pina» de Wenders, que aquí oficia como productor.

La enérgica sinceridad de las declaraciones de la bailarina María Nieves Riego

Las coreografías que dramatizan fragmentos de la vida pasada de la pareja