Clara Sánchez: «Los poderes siempre han temido a la imaginación»
Tras el éxito de su novela «Lo que esconde tu nombre», la española presenta una segunda parte llena de venganza y acción
Tras el éxito de su novela «Lo que esconde tu nombre», la española presenta una segunda parte llena de venganza y acción
Con «Lo que esconde tu nombre» Clara Sánchez ganó el Premio Nadal 2010, pero también se llevó una ingrata sorpresa al verse inmersa en primera persona en un mundo que ella había trasladado de la realidad a la ficción: el de los grupos de nazis que se escondieron en los tranquilos pueblos costeros de España tras la Guerra. Sánchez los expuso en su novela y por ello fue amenazada; seis años después, retoma en «Cuando llega la luz» (Destino) la historia de Sandra, una joven madre, y Julián, un sobreviviente de Mauthausen que a pesar de sus años se enfrenta a sus verdugos con energía y astucia.
–¿Por qué volver a estos personajes y a la historia de los nazis refugiados en España?
–Muchos me decían que les gustaría saber qué pasaba con Julián y Sandra. Y a mí también. La primera podía haber sido una novela de mil páginas... Aunque pasó mucho tiempo entre una y otra, porque recibí algunos mensajes intimidatorios después de «Lo que esconde tu nombre» y se me pasaron las ganas de escribir la segunda parte. Pero Julián y Sandra seguían presentes; han cobrado mucha realidad física, casi los veo como si los tuviera delante. Además, la fuerza que están tomando los grupos ultraderechistas en Europa fue una de las cosas que me empujó a escribir «Cuando llega la luz».
–De hecho, en esta segunda parte los jóvenes de la Hermandad tienen más protagonismo.
–Es como si algo que se gestó en la primera novela, donde ya los neonazis aparecían, hubiera tomado vida en la realidad. Algunas personas me dijeron que los viejecitos nazis de los que hablo en «Lo que esconde tu nombre» ya tenían una pata en el otro mundo, que les dejara en paz. Pero es importante saber que no sólo eran peligrosos por lo que hicieron en el pasado, sino porque servían de referente de estos grupos neonazis. Ellos necesitan líderes, símbolos, un sostén ideológico, y los antiguos nazis han sido todo eso. Estos viejos no eran inofensivos, como ningún viejecito lo es: pueden ser frágiles, pero son personas.
–¿Por qué estas ideologías vuelven a verse en auge? Se explica este tipo de movimientos por razones históricas, políticas o económicas, pero la novela asoma la idea de que se trata de algo intrínseco al ser humano...
–Dictadores, crueldad y genocidios ha habido muchos, y los hay. La peculiaridad del nazismo es que era un Estado, un sistema legal que permitía, dentro de la Ley, que se gaseara a judíos, gitanos, etc. ¡Fue tan perverso! Pero no terminó allí: ahora podemos hablar de micronazismos visibles en todos los aspectos de la sociedad, desde el que le pega a su mujer porque se cree superior hasta el que no se atreve a criticar a su empresa por miedo a que le echen. Se trata del poder, el control y el restar humanidad y libertad a los demás. Este movimiento tuvo éxito porque apelaba a los sentimientos más básicos e irracionales del ser humano, que son el desprecio y el miedo a lo diferente. Estos movimientos atraen a gente con muy baja autoestima que se siente acogida por ellos. Es lo que le pasa a Martín, un personaje de la novela. Además, es más fácil odiar que amar. El ejercicio de reflexión que debes hacer es superior cuando quieres ser generoso o quieres perdonar. En cambio, odiar y despreciar es muy fácil.
–¿Más instintivo?
–Sí, más primitivo. El nazismo, y en general el poder que pretende manipular y controlar, apela a la irracionalidad. Por eso a los poderes la imaginación siempre les ha dado tanto miedo, porque la imaginación es pensar, reflexionar. La imaginación es belleza.
–En la novela, los «buenos de la película» se dejan llevar por ese lado instintivo y oscuro...
–Alguna vez Julián lo ha dicho: el mal te toca y te deja un poco contaminado. De todos modos, Julián y Sandra son héroes, pero no porque lo hayan elegido, sino porque la vida les ha impuesto circunstancias ante las que tenían que reaccionar. Son seres humanos y el contexto les ha hecho anidar cosas que ellos no habrían querido sentir, como el deseo de venganza. Sandra, por ejemplo, se ve obligada a hacer lo que sea para recuperar lo que más quiere. Los personajes buenos no lo son constantemente; aunque no sean malos por naturaleza, hacen cosas que consideraríamos reprobables (pero que yo particularmente comprendo).
–La venganza está muy presente en el libro. ¿Necesitamos siempre algún tipo de justicia o retribución, que en el caso del nazismo no se consiguió, para pasar la página de ciertos capítulos de nuestras vidas?
–Yo disfruté mucho en algunos pasajes de venganza, tanto de Julián como de Sandra. Hice lo que nunca haría en la realidad, pero que he tenido ganas de hacer muchas veces. Julián, por ejemplo, no consiguió justicia por lo que padeció en el campo de concentración y lo único que le queda es la venganza. Sandra, por su parte, ejerce una cierta venganza, pero no por el pasado, como él, sino por el presente.
–La traición es otro tema central de la novela, justamente dentro de un grupo para el que la fidelidad incuestionable es esencial...
–Lo más increíble es que lo que cuento de Otto Skorzeny es real. Él era el héroe nazi por excelencia; un ejemplo de valentía, alto, de ojos azules y voz bronca. Murió en Madrid, está enterrado en la Almudena. Y precisamente era uno de los referentes de los neonazis de España, que iban a verle en procesión. Pero nos hemos enterado de que traicionó a su gente: junto con el Mossad ayudó a matar a un científico que estaba colaborando con Egipto en el desarrollo de un misil, algo que les venía muy mal a los israelíes. El Mossad le propuso que les ayudase a quitarse a ese hombre de en medio y él, para que lo borraran de una lista negra, aceptó. El mal traicionando al mal.