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Coleccionar arte tiene premio

Arco entrega sus galardones a los Museos de Qatar, Jorge M. Pérez, la Fondazione Sandretto Re Rebaudengo, António Cachola, Inelcom y Banco de Sabadell
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Arco entrega sus galardones a los Museos de Qatar, Jorge M. Pérez, la Fondazione Sandretto Re Rebaudengo, António Cachola, Inelcom y Banco de Sabadell
Treinta y cinco años de la feria y veinte de los premios «A» del coleccionismo. Una ocasión irrepetible para distinguir a seis coleccionistas. A saber: Qatar Museums, Jorge M. Pérez, Fondazione Sandretto Re Rebaudengo, António Cachola, Inelcom y Banco Sabadell, mientras que Radio Televisión Española recibe el Premio Especial «A» por su labor de difusión cultural. Todos ellos estaban presentes ayer en el Palace. Y no es tarea baladí conseguir traer a Arco a esa media docena de representantes del arte, alguno de ellos con tradición y gusto por coleccionar casi desde la niñez. Es el caso de Jorge M. Pérez, nacido en
Argentina, de padres cubanos, criado en Colombia y que posteriormente emigró a Miami. Puede presumir de poseer un museo con su nombre en esta última ciudad, el Pérez Art Museum of Miami, que abrió sus puertas en 2013 y «que me llena de orgullo porque es el primer centro de arte que tiene el nombre de un latino. No existe otro caso similar», y lo dice sin querer dar interés al hecho, ya de por sí excepcional. Las primeras obras que compró las recuerda con nitidez absoluta: tres litografías de Marino Marini, Man Ray y Miró, «con las que me hice cuando era universitario». Explica que era lo que en aquella altura se podía
permitir. Hoy la cosa es bien distinta. «Mi madre me llevaba de niño a los museos, me inculcaba lo que era el gusto por el arte y yo creo que prendió en mi, aunque fíjese que a mi hermano también le llevaba y no ha sacado esa pasión», dice. El secreto, revela, para hacerse con una obra es «que te guste, eso es lo primero. No importa el precio. Y una vez que la tengo es cuando empiezo a estudiar al artista, su trayectoria, su significado. Así lo he hecho siempre». Una parte de su colección la donó al Museo de Arte de Miami (que adoptó su nombre, entonces), la de arte latinoamericano, con joyas como un Diego Rivera, Torres-García, un imponente Roberto Matta, «Crucifixión», de 1939, del mismo año que «La mesa blanca», de Wifredo Lam. No ha sido su única donación, pues también
donó 40 millones de dólares al Centre of Fine Arts de Miami que se rebautizó con su nombre (la mitad, 20 millones, fue en efectivo; el 50% restante en obras). Pero él, que tiene unos ojos claros muy profundos, no quiere que se le recuerde por los millones, sino porque fue un hombre “capaz de devolver algo de lo mucho que recibió”.
Le interesan los artistas españoles. Es amigo de un buen puñado y comenta con cierto orgullo -”fue cuestión de olfato”, dice- que conoce a Secundino Hernández desde que era casi un crío: “Me enganchó su obra y compré inmediatamente. Ay, debería haberla comprado toda en aquel momento”, recuerda con cuna sonrisa. Ha encargado alguna pieza “in situ” a creadores como Cristina Iglesias. Y confiesa que se ha quedado unas cuantas veces con las ganas de comprar, “sobre todo en subasta, pero me ponía un tope para no pasarme y después iba a parar a otras manos. Ahora están disparados los precios, son estratosféricos. Suben pero en algún momento tendrán que bajar”. Para él, Arco está entre las tres primeras ferias, “sólo por detrás de Basilea”. Y comprará. Para eso ha venido. Lo mismo que António Cachola, preparado ya para patear la feria desde esta mañana. Él es el impulsor del Museo de Arte Contemporáneo de Elvas, casi en la frontera entre España y Portugal. Empezó a comprar hace 25 años, de ahí que un crítico luso, Delfim Sardo, definiera su colección como “la de la democracia portuguesa”, pues se hizo a partir de ese momento. Integra a tres generaciones de artistas portugueses, pues sólo colecciona a creadores lusos: Juliao Sarmento, Helena Almeida, Pedro Cabrita Reis, Rui Chafes, Pedro Calapez, Joana Vasconcelos... De ella, una número uno a escala mundial, adquirió su obra más importante, aunque
la primera que inauguró su colección fue una de Fernando Calhau. Con su colección sigue un hilo, un discurso alrededor del cual articula sus piezas. este año se siente particularmente satisfecho de ese desdoblamiento artístico de Arco hacia Lisboa, “pues une una marca muy fuerte con una tradición importante como la nuestra. Es una feria que se va a afianzar, estoy seguro”, señala. Y cuando se le pregunta por los creadores portugues presume, con razón: “Tiene mucho que decir a nivel internacional y cada vez están más presentes fuera”.